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Haerin había escuchado con atención las historias que contaban las demás personas en la habitación.

Por ejemplo, un chico relató cómo (hace un año) algunos de sus ex-compañeros de clase le hacían bullying todos los días por estar un poco subido de peso y tener granos en la cara propios de la pubertad. Lo golpeaban e insultaban hasta el cansancio, y cuando por fin decidió pedir ayuda a una de sus maestras, ésta lo tachó de mentiroso y dijo que solo tenía envidia de los demás por ser delgados.

"TOTALMENTE ABSURDO, ¿CÓMO PODÍA EXISTIR GENTE TAN ESTÚPIDA?" pensó la pelicafé con enojo.

Un día el chico se hartó tanto de su situación, que había contemplado la idea de acabar con su vida. Él no dio detalles de cómo pensaba hacerlo pero sí contó que se detuvo por un mensaje que le envió su mamá en ese preciso momento: "hijo, hace mucho frío allá afuera, vuelve a casa antes de que te resfríes." Pensó en su madre y en el profundo dolor que le dejaría si moría ese día. Así que decidió volver a casa y confesarle lo que estaba pasando en la escuela, antes no se lo había contado por miedo a que no le creyera.

Desde entonces su mamá estuvo acompañándolo en todo su proceso de recuperación y ahora se encontraba mejor física y psicológicamente, pero aún tenía muchas inseguridades al momento de socializar y por eso estaba en el grupo de apoyo.

Haerin logró empatizar con el chico, pero también sintió envidia de que tuviera una madre que realmente quisiera apoyarlo, mientras que ella... no tenía lo mismo.

Por otro lado, estaba un anciano que se sentía muy solo después de la muerte de su esposa y aunque nunca había tenido pensamientos de acabar con su vida, sí se sentía desmotivado todo el tiempo porque ella había sido su única compañía desde que sus hijos crecieron y se mudaron a diferentes países, ahora que su esposa se había ido para siempre...él ya no sentía motivación para hacer nada. Sus hijos estaban realmente preocupados por su situación y como todos vivían en el extranjero habían pensado en vender la casa donde el hombre había vivido tantos con su esposa con el fin de internarlo en un asilo para que otras personas cuidaran de él y ellos deshacerse del problema. Aquello solo lo puso más triste porque se sentía un inútil y un estorbo. Una mañana cuando regresaba de comprar sus pastillas vio el anuncio del grupo de apoyo comunitario y decidió unirse para tratar de calmar un poco su dolor.

A Haerin se le apretó el corazón cuando vio al hombre llorar mientras contaba su historia, lo que le hizo reflexionar mucho sobre los sentimientos de las personas mayores, algo que hasta ese momento nunca había hecho.

Luego llegó su turno y todos los ojos se posaron en ella.

— Es tu turno de compartir con nosotros. — habló el líder del grupo, Choi Soobin, con una sonrisa amigable y voz comprensiva— Puedes confiar en nosotros.

La pelicafé mordió sus labios y agachó la mirada, no estaba segura de cómo empezar o qué debía contar.

— Mi nombre es Kang Haerin. —empezó con nerviosismo— Tengo dieciséis años y...

Hizo una larga pausa, estaba luchando por encontrar las palabras para expresar lo que sentía.

Le temblaban las manos y movía su pierna debido a la ansiedad que sentía en ese momento. No entendía por qué era tan difícil para él contar su historia o cómo aplacar el miedo que sentía. Sin embargo, recordó las palabras de Danielle sobre el propósito de estar en ese lugar y que aceptar el dolor era el primer paso para dejarlo ir. Así que tomó aire y valor para continuar.

— Me siento culpable por la muerte de mi hermano y la depresión de mi padre, siento culpa todo el tiempo y pienso que todos estarían mejor si yo no existiera. —confesó en voz alta, algo que creyó que nunca podría hacer.

time.   [daerin] auWhere stories live. Discover now