Capítulo I

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  Era una noche fría y oscura de noviembre en Londres

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  Era una noche fría y oscura de noviembre en Londres. La niebla entorpecía la vista entre los callejones y el cielo cubierto de nubarrones daba augurio de que una tormenta se avecinaba. Kye regresaba a casa de madrugada después de una larga noche de trabajo en el Sibyll. La punta de su nariz se hallaba congelada por la gélida brisa invernal y sus labios agrietados.

  Sus párpados se cerraban solos del cansancio que le invadía; trastabillaba con sus propios pies sujetándose de las mohosas paredes de los edificios abandonados. Alzó la mirada de vuelta al camino cuando enfocó una silueta. Aquella sombra se encontraba de pie en medio de su camino.

  —Mira tío, no busco pelea. He tenido una noche de mierda —expresó Kye con voz anodina. Aquel tipo era el último de sus problemas.

  Le pagaban una miseria en ese bar de mala muerte en el que laboraba, su arrendataria era una Karen sin remedio que quería desalojarle por solo existir y las tropecientas llamadas de su madre tenían a su télefono celular más lento que de costumbre por que estaban a nada de cortarle el servicio por no pagar. En resumen, una vida de mierda. Debía haberle hecho caso a su padre cuando le dijo que estudiara algo productivo como leyes o medicina y no malgastar el dinero en estudiar belleza en una universidad para nada prestigiosa. De vez en cuanto ganaba dinero extra por trabajos de mecánica y fontanería a sus vecinos pero nada del otro mundo.

 Cuando estuvo a pocos pasos, aquel hombre se volteó. En medio de aquella densa penumbra Kye solo pudo divisar sus ojos; refulgían en un rojo brillante y sediento. Asustado, lentamente dio pequeños pasos hacia atrás. Observó como su boca se estiraba en una sonrisa de otro mundo; la carne de sus mejillas se desgarró hasta dar pasó a una«sonrisa de oreja a oreja», de forma literal.

  Aterrado, echó a correr lo más rápido que sus delgadas piernas le permitieron. Se maldecía internamente por ser un flojo y no levantarse del sofá. Miró hacia atrás, aliviado de que el extraño hombre no le perseguía. Cuando enfocó su vista al frente nuevamente tuvo que detenerse de golpe cuando su nariz chocó en la gabardina del sujeto; dato extra «odia ser tan pequeño». Su nariz percibió un leve olor metálico provenir de la tela, supuso que era por el humo de las fábricas se habría impregnado en él.

  —¿Qué diablos quieres de mí? —le encaró. Sus ojos se centraron en aquellos de color carmesí. Su valentía flaqueaba a cada segundo en que sus ojos se posaban en los contrarios.

  —Cuando me enviaron a por ti me pregunté qué podrían querer de un simple e insignificante humano. Todavía no sé que podrían querer —Su voz le estremeció; de su boca emanó el vaho por las bajas temperaturas. Su actitud arrogante no hacía más que molestarle.

  —¡Hey! ¿Cómo qué simple humano? Soy de todo menos simple —después de decir aquello el sujeto le miró de arriba abajo. Kye podría odiar cualquier cosa de sí mismo menos su apariencia.

Entre el Deber Y el Corazón. Where stories live. Discover now