Capítulo III

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  En un pestañeo Kye dejó de estar en la oficina de su tía para pasar a estar en un lugar oscuro donde predominaba el cricar de los grillos y el aroma a tierra húmeda, acabada de regar por las gotas de la lluvia

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  En un pestañeo Kye dejó de estar en la oficina de su tía para pasar a estar en un lugar oscuro donde predominaba el cricar de los grillos y el aroma a tierra húmeda, acabada de regar por las gotas de la lluvia.
   
  —¿Dónde estamos? —preguntó el castaño confundido,
   
  —En Hellwood —respondió Elric —. O lo que es lo mismo…
   
  —El bosque del infierno bichito —contestó William con su ya típica sonrisa maquiavélica.
   
   —Para entrar al continente necesitamos atravesarlo primero.
 
—¿A nadie más le entra la duda de por qué se llama bosque del infierno? —cuestionó Kye abrumado con toda la situación que estaba viviendo.
  
  En un solo mes descubre que es el heredero de un reino del que ni siquiera sabía su existencia, luego lo intentan asesinar tres veces; primero lo que parece ser un pirado, después un par de hermanos en la cual parecer ser un sociópata y una psicópata y luego un perro gigante persiguiéndole por las calles de Londres. Necesitaba un descanso urgente.
   
  —Flare —susurró Leonora y una llama del tamaño de la palma de su mano iluminó un poco el camino.
   
  Así Kye pudo percatarse de los altos pinos y abetos que le rodeaban.
 
  —No es seguro transitar por aquí en las noches, lo mejor será que hagamos una fogata y durmamos hasta el amanecer —recomendó Elric quien por un momento se perdió dentro del bosque.
   
  —¿Es seguro qué vaya allí solo? —dudó Kye.
   
  —No te preocupes bichito, el albino sabe defenderse por sí solo.
   
  Un par de minutos después Elric regresó cargado de leña para confomar una fogata. Ordenó los maderos y le echó algo de yesca, Leonora arrojó la llama entre sus manos hacia la fogata que al impactar contra ella el fuego se elevó por al menos metro y medio.
 
   Kye agradecía estar bien abrigado porque el sereno le calaba en los huesos. En silencio se acurrucaron alrededor de la lumbre para descansar luego de aquella ardua batalla.

[…]

  Kye se desperezó y tronó los huesos de su espalda. Necesitaba su ducha caliente mañanera después de dormir sobre aquel suelo irregular y rocoso.
   
  —Buenos días, bichito —le saludó el pelinegro sonriendo. Kye observó a su alrededor  y notó que se encontraban solos.
   
  —Buenos días. ¿Dónde están los demás? —se levantó sacudiéndose las hojas secas del trasero,
 
      —Tu caballero de brillante armadura fue a cazar algo para desayunar y Leonora fue a recolectar algunas provisiones para el camino. Así que estamos tú y yo solitos. A lo mejor es nuestra oportunidad de conocernos mejor.
   
  Kye suspiró con desgano.
 
  —¿Qué pretendes con conocernos mejor? ¿Preguntar mi color favorito? —preguntó a modo de burla.
   
  En un soplo William estuvo frente a él, solo unos pocos centímetros separaban sus rostros. Kye no solía sentirse intimidado por nadie, mucho menos ante un tipo más grande que él, pero, reconocía que el aura de aquel sujeto irradiaba poder y sensualidad.
   
  —He logrado cazar al… —Elric llegó en ese instante haciendo que Kye diera algunos pasos hacia atrás.
   
  «¿Habré interrumpido algo importante?» Se preguntó internamente, se encogió de hombros pues poco le importaba.
   
  —Es una liebre cejuda —arrojó el cuerpo de la criatura inerte sobre las hojas secas.
   
  Kye abrió los ojos en sobremanera. No se parecía ninguna liebre que haya visto antes. Tenía el tamaño de un labrador, su pelaje gris con reflejos azules, unos incisivos y colmillos de tamaño desproporcional que salían de su boca. Y unas curiosas matas tupidas de pelo sobre sus ojos de color blanco, imaginaba que por eso el curioso nombre,
   
  —¿Nos comeremos… eso? —inquirió el castaño con desagrado.
   
  —Que no os engañe su apariencia, su carne es uno de los mejores manjares que se ha probado nunca —dijo Elric imaginando la carne ya dorada y sazonada.
   
  —Lo siento, soy vegano —rechazó Kye.
 
  —¿En serio? —preguntó William realmente incrédulo.
   
  —¡Pues disculpa que no me agrade que maten a animalitos indefensos para el consumo humano!
 
  —Cálmese alteza, ya veré que busco para que comáis.
   
  —Tía Leonora al rescate. He traído algunas bayas y frutos del bosque —La pelirroja llegó con una cesta rebosante de frutas.
   
  A Kye se le hizo la boca agua.
   
  —Gracias, Leonora. En este momento eres mi persona favorita del mundo —Leonora le revolvió el cabello y le entregó la cesta. Kye empezó a devorar las bayas con ansias, su estómago rugía de hambre ya que el día anterior se había acostado a dormir con hambre.
 
  —Come despacio que te atragantarás y no tenemos agua.
   
  —Me he atragantado con cosas más grandes —comentó con la boca llena.
 
  A su tía casi se le salen los ojos de sus órbitas mientras que William esboza una media sonrisa. Elric frunce el ceño por no haber entendido la referencia.
   
  —Faltan algunos kilómetros para llegar al río Grigor. Debemos seguir su cauce para llegar a Kallistar. Debemos atravesar diferentes reinos para llegar a Oskandor, su alteza —le explicó Elric a Kye quien era el único que no conocía el camino —. Entre ellas Rothnia, Albagard y Entrinnia. El viaje nos tomaría máximo 15 días a pie.
   
  —¿¡Quince días caminando!? —exclamó Kye.
   
  —Cuánto más pronto comencemos mejor.
 
  Elric se arrodilló y con su espada comenzó a despellejar al animal para llevar su carne durante el viaje. Kye apartó la mirada por el bien de su salud mental.
   
  —¿Dónde conservarás la carne sin que se pudra? —cuestionó el castaño algo mareado por el olor de la sangre.
 
  —Su alteza, la carne de la liebre cejuda posee propiedades especiales. Se conserva mejor que otras.
 
  Un par de minutos después, terminó. Demostrando que no era la primera vez que hacía aquello ya que la habilidad con que lo hizo necesitaba destreza. Elric improvisó un morral con la piel mullida de la liebre y guardó las porciones de carne allí dentro.
 
  —Podemos irnos ahora —Elric los guió a través del tupido follaje.
   
  Varios kilómetros después Kye se sentó en un pedrusco fatigado de tanto caminar.
   
  —Esperen… un segundo. Hagamos… una parada corta —suplicó con la voz entrecortada por su respiración irregular.
   
  —¿Ya estás cansado? —se burló el pelinegro —. Si solo han sido 3 kilómetros.
   
  —¡Pues lo siento por no ser un súper soldado! —Kye abandonó la roca y se acostó en el suelo con la boca reseca.
 
  El crujir de las hojas ramas caídas le puso alerta. Kye se sentó y acercó su rostro al arbusto de dónde provenía el ruido.

Entre el Deber Y el Corazón. Where stories live. Discover now