Capítulo X

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Hace algunas horas habían emprendido el viaje hacia Oskandor

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Hace algunas horas habían emprendido el viaje hacia Oskandor. Kye no dejaba de rascarse las manos nervioso por lo que implicaría conocer a su padre biológico. Algo lo distrajo cuando de entre la pequeña bolsa en la que tenía su ropa salió Cherry. Aquel animal solía aparecer y desaparecer a su completo antojo.

  —¿Dónde has estado? —le preguntó el castaño al roedor. Este lo ignoró y se acercó a Uriel para olisquearlo —. ¡Traición! —exclamó indignado, después de darle comida y abrigo a esta rata malagradecida le ignoraba y se iba con otros.

  Uriel rió y acarició la pequeña cabeza del animal. Cherry emitió un pequeño chillido de satisfacción y se acostó bocarriba en su regazo para recibir más de estas caricias en su estómago. Al parecer a alguien le agradaba demasiado el rubio.

  William observaba todo desde el espejo retrovisor. Le parecían tan tiernos las muecas y los pucheros que hacía el castaño. Pasó toda una semana lejos porque necesitaba tiempo para sí mismo. Fue abrumadora la llegada de otro aniversario de la muerte de su amada Selene y la aparición de nuevos sentimientos hacia ese niño.

  No se explicaba como en tan poco tiempo podía haber logrado meterse en su cabeza. Admiraba su serenidad ante todo lo que estaba pasando, sin duda que intentaran matarte unos seres sobrenaturales de los que no tenías conocimiento previo era sumamente abrumador. La convivencia con él le era sumamente satisfactoria, es de ese tipo de personas con las que puedes hablar por horas sin llegar a aburrirte. Le encantaba el pequeño rubor que se apoderaba de sus mejillas cuando bebía, los hoyuelos que se formaban cada vez que sonreían y el brillo en sus ojos al hablar de algo de que le gustaba.

  William lo admitía, estaba comenzando a enamorarse de Kye. Estaba perdido.

(...)

—Hemos llegado —anunció Elric.

  Ya era casi la tarde del día siguiente. Habían tomado turnos para conducir para que todos pudieran descansar, claro menos Kye quien no sabía el camino y Leonora quien no sabía conducir.

  Kye miró la gran muralla que se alzaba frente a ellos. Debía medir alrededor de 20 metros. ¿Por qué era tan alta? Se preguntó. Las reja que impedía la entrada a Oskandor estaba abierta y el automóvil pasó a través de lo que parecía ser un peaje.

  —Autorización —pidió uno de los guardias en la cabina.

  Elric sacó el pergamino que había estado mostrando durante todo el viaje. Este contenía un mensaje del rey que le otorgaba el permiso de pasar por otros reinos, el sello real era la prueba tangente de su veracidad.

  —Pueden pasar —autorizó el guardia y levantó la valla.

  —Gracias, que tenga buen día —respondió educado el moreno. Una de sus cualidades más sobresalientes era su su cortesía.

Entre el Deber Y el Corazón. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora