Capítulo XIII

29 5 0
                                    

 

  Leonard podía decir que este era uno de los días más felices de su vida

Hoppla! Dieses Bild entspricht nicht unseren inhaltlichen Richtlinien. Um mit dem Veröffentlichen fortfahren zu können, entferne es bitte oder lade ein anderes Bild hoch.

  Leonard podía decir que este era uno de los días más felices de su vida. Su corazón se removió recordando a su amada Elara, Kye era tan parecido a ella. Complacido con la celebración miró hacia la mochedumbre del salón y se encontró con una figura que no le agradaba en particular. Este le sonrió y se dedicó a subir al palco.

  «¿Cómo cojones entró?» se preguntó Leonard. Cuando se enterara de quién había sido el incompetente que lo había dejado entrar le encerraría en las mazmorras un par de días.

  —Leonard —pronunció aquel hombre detestable.

  —Alodyas —saludó también el rey pero con mucho menos entusiasmo.

  —Lysandro, nos volvemos a ver —Lysandro se contuvo de decirle alguna grosería y asqueado le respondió.

  —No por decisión propia, se lo aseguro —Alodyas sonrió divertido.

  —Leonard, quería proponerte un trato. Pero, este no es lugar para hablar de asuntos del reino. ¿Vamos a tu despacho? Que Lysandro nos acompañe también —dijo con descaro.

  Leonard contuvo una mueca de asco y se comportó como un hombre maduro y lo guío hacia el pasillo. Lysandro miró a su padre con súplica pero este le dijo que avanzara. Llegaron al despacho del rey y ambos tomaron asiento. Lysandro se quedó a un lado de su padre.

  —Te escucho Alodyas —Leonard se sentó en su silla hecha de cuero negro.

  —Como bien sabes Leonard, tenemos pequeñas discrepancias —Alodyas se sentó frente a él y colocó sus pies sobre el escritorio, una clara falta de respeto.

  —¿Pequeñas discrepancias? Estás tratando de apropiarte de un reino aliado que siempre se ha mantenido neutral en nuestros conflictos —El pelinegro hizo un ademán con las manos como restándole importancia.

—Si si, como sea. Bueno, he encontrado una manera de resolver esas discrepancias y que todos salgamos ganando —ofreció el rey desinteresado.

  —Te escucho —dijo Leonard ya acostumbrado a los infantilismos del déspota.

  —Estoy seguro de que no quieres perder a tu principal fuente de ingresos en una guerra contra mí, en la que sabes que perderás. Por lo que estoy dispuesto a terminar la guerra con una condición —El rey escuchó atento y suspiró —. Entrégame la mano de tu hijo Lysandro en casamiento.

La tez de Lysandro se volvió pálida y observó a su padre. Leonard estaba teniendo una guerra interna consigo mismo. Era sacrificar el bien de su amado hijo por el bien de su nación.

—Necesito un tiempo para sopesar esta desición —Lysandro lo miró indignado de que estuviera dispuesto a siquiera pensarlo. ¿Cómo podía permitir esto?

—Siempre has sido un hombre sensato Leonard —el monarca se levantó de su asiento —. Como póliza de seguro me he llevado a tu hijo. Te doy el plazo de una semana. Si no cumples con este período de tiempo mis cuadrillas avanzarán y asesinaré a tu hijo. No te molestes en detenerme. Él ya está muy lejos de aquí.

Entre el Deber Y el Corazón. Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt