Capítulo IV

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    La recepción estaba algo abarrotada de personas que querían un cupo en el hotel más prestigioso de Kallistar.

  —¿Cómo alcanzaremos a reservar con todo este gentío?

  —Ventajas de conocer al dueño —se encogió de hombros Elric —. Disculpad.

    El elfo se adentró en la multitud con su imponente tamaño hasta la carpeta. La recepcionista era una pequeña hada quien estaba atareada y con personas hablándole desde todos lados.

  —A ver señora, ¿usted quiere una habitación con vista a la calle?

  —Así es —respondió una señora que sobrepasaba los sesenta años.

  —¿Señorita cuánto más tengo qué esperar? ¡Llevo ya más de tres horas esperando! —gritó exasperado un hombre que llevaba un bebé llorando en brazos. Aquel lugar era un completo caos.

  —¡Eso no es nada! —exclamó una mujer por otro lado —. ¡Yo llevo aquí desde temprano en la mañana! ¡Mis hijos tienen hambre y están cansados!

  Así empezaron una fuente de quejas y reclamos por parte de los clientes haciendo el galillo aún más fuerte.

 —¡Silencio! —se escuchó un grito resonar por toda la sala por encima de las demás voces y ya aquello era decir bastante —. ¿Qué es toda esta algarabía Brea?

—Lo siento señor…

 —¡Jerôme! —El hada se vio interrumpida por el grito de Elric.

 —¡Muchacho! ¿Qué te trae por aquí? —le palmeó la espalda el mayor.

  —Asuntos oficiales y confidenciales. Ya sabes... La rutina —Era la primera vez que Kye lo escuchaba hablar sin los formalismos que lo caracterizaban. Quizá se debía a que aquella era una persona de su entera confianza.

  —Cada vez más trabajo, ¿no? ¿Qué necesitas?

  —Necesito cuatro habitaciones. Será solo por esta noche. Tengo con que pagar, tampoco será gratis.

  —De eso nada, considera esto mi regalo de cumpleaños atrasado. Seguidme —se dirigió a los demás.

  El grupo siguió a aquel hombre de escasa cabellera por los marmolados pasillos del hostal. Kye se sintió pequeño, era la primera vez que visitaba un lugar de tan alta alcurnia.

  —Imagino que estás protegiendo a alguien así que son cuatro habitaciones contiguas. Disfrutad la estadía —ofreció amablemente las llaves de las habitaciones.

  —Muchas gracias Jerôme.

  —De nada, muchacho.

  Elric repartió las llaves de los cuartos a cada uno. A Kye le tocó el 412. Al principio creyó que compartirían cuartos pero se alegraba de tener privacidad.

Entre el Deber Y el Corazón. Where stories live. Discover now