Capítulo 8.

1.4K 125 5
                                    

Rosie

Luego del númerito de mamá solo quiero desaparecer del mundo y la única manera que se me ocurre es saliendo con mis amigos, asi que acepto una nueva invitación de Katia pese a la prohibición de mi madre.

Me alisto en mi habitación con un vestido rojo que se ajusta a mis curvas y unas zapatillas doradas altas.

Papá me dio permiso después del incidente para que me animara mientras cenabamos, todos menos Nicolás que entiendo ahora más que nunca que no me quiera ver ni en pintura. 

Pero bueno, posiblemente sea mi última noche aquí así que quiero aprevecharla al máximo. 

Salgo de la mansión y me subo a uno de los blindados de papá mientras le escribo un mensaje avisandole que ya salí de casa y que volveré temprano. 

Si, como no. 

Apago el teléfono en el trayecto para que nadie me moleste.

El chófer me deja en el lugar indicado donde se que estarían, es el mismo bar de antes igual de repleto de chicos de secundaria alcoholizandose y de seguro drogandose. Me bajo y me cercioro que no haya ningún paparazzi en la mira y me entro lo más rápido que puedo. 

Ubico a Katia en la sala VIP y a los otros chicos. Ninguno de los tres están felices de verme o al menos eso parece. 

—Oye hermosura, me agradas. pero tu noviecito no, así que no quiero problemas. 

—Yo no tengo novio —le aclaro tomando su vaso de licor que mantenía en su mano y me sonríe como estúpido.

—¿Eso quiere decir que esta noche nadie nos interrumpirá? —Se atreve a rodarme la cintura.

Le ruedo los ojos a la vez que me empino el trago que hace arder mi garganta.

—Ve despacio, Iker —le advierte mi amiga enganchada del otro chico —o la vas a espantar... 

—Descuida, solo quiero divertirme —respondo por él a quien arrastro al centro de la pista de baile. 

Bebo lo que Iker, no se cuantos shots van, pero mis neuronas no pueden más y mis pies ya pierden equilibrio por lo que opto por irme a sentar al sillón largo lidiando con el mareo.

Todo me da vuelta, mi vista se ha tornado borrosa al punto que lo demás se ha vuelto manchas coloridas con mis ojos luchando por no cerrarse. Siento el cosquilleo de una mano pasándose por mis muslos y que unos labios humedecen mi cuello, pero no tengo la fuerza para moverme. 

—Esta noche te convertirás en mujercita, princesa —dicen en mi oido mientras me aprisionan en el mueble y suben mi vestido.

Quiero enpujarlo, quiero gritar, quiero llorar, pero ni si quiera eso puedo como si mi cuerpo no respondiera a mi instinto de querer huir de ahí.

—¡No la toques! —escucho el eco de la voz de Katia —¡Rosie! ¡Rosie! —por fin me liberan de él —¡Maldito estúpido, que es la hija de un senador cuya esposa es Mayor de la Accia! ¿te has vuelto loco? —le reclaman intentando que vuelva en mi.

El calor de unas manos me invaden las mejillas, pero mis ojos cada vez pesan más y se me cierran hasta que todo queda en negro. Cuando logro entrar a la semiconciencia logro destinguir el techo de un carro, mi cabeza se posa en unas piernas. 

—¿Qué pasó? —balbuceo agarrándome la cabeza por el mareo. 

—¿Rosie? —exclama mi amiga —tranquila, si —me pide —ese idiota se quiso pasar de listo, pero estás bien. 

Tras de ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora