Capítulo 17.

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Rosie

Siento que algo me aprieta el pecho y la garganta así que voy en busca de lo que me ayuda con estas sensaciones, a liberar esta presión...

Me meto a uno de los salones de la mansión y me instalo en el mini bar en donde agarro una botella de coñac puro y me lo empiezo a beber. 

Trago tras trago pone arder mi garganta y estómago. 

Todo a mi alrededor se empieza duplicar y se torna borroso así que opto por irme con mi bebida a sentar en el mueble entre risas aunque lo único que quisiera es llorar por eso imposible. 

"Somos familia"

Le repitió a Frida, lo escuché todo, maldición. 

"Le guardabas resentimiento". 

¡Claro que sí estúpida, me obligué a alejarlo de mi siendo una niña!

—Rosie, cariño aquí estás... 

Me encuentra mi madre quien se detiene extrañada frente a mi. 

—¡Mami! —chillo emocionada, pero ella no lo parece reparando mi vaso con el licor ámbar.

Lo toma y se lo acerca a su nariz para olfatearlo como si quisiera que fuera otra cosa. 

—Bebiste... —gruñe —de nuevo...

—Un traguito, mami —le alzo mi mano en señal de promesa —es todo. 

—¡Estás ebria! —me grita y me encojo tapandome los oídos. 

—No mira, puedo hacer el cuatro —levanto cuatro dedos de mi mano riéndome a carcajada. 

—Camina —me toma del brazo y me jala —Te vas a dar una ducha fría y te largas a dormir que mañana hablamos con tu padre. 

—No, mamá déjame un rato aquí —forcejeo, pero ella es más fuerte por lo que me saca a rastras del salón. 

—¿Cómo se te ocurre emborracharte? —me espeta continuando con el jaloneo. 

Mi equilibrio se dificulta en las escaleras donde me tambaleo obligándola a tomarme de ambos brazos por eso. 

Me guía directo a la que es mi habitación y me mete al baño a empujones hasta la ducha. 

Abre la regadera y chillo como loca cuando el agua helada cala por mis poros, como si me quemaran.

—¡Mamá! —me quejo mientras peleo con ella para cerrar la llave. 

No se cuanto tiempo me deja ahí, si segundos, minutos o horas solo se que mi cuerpo se adapta a la temperatura mientras recupero la sobriedad. 

La pelinegra que me reprende furiosa con la mirada cierra la ducha y me tira una toalla con la que me seco el cuerpo. 

Me vuelve agarrar del brazo para sacarme del baño y empieza a buscar mi pijama en mi armario. 

Me la paso y con la poca función que tienen mis neuronas me cambio mi ropa empapada por la de seda seca.  

—¡Mañana hablamos! —asevera mientras el cansancio se apodera de mi ser y mis ojos se cierran, básicamente me desmayo en mi cama. 

*****

Me levanto con la cabeza palpitando y mi boca seca como si hubiera comido polvo. Abro por completo los ojos y me encuentro con el Senador y mamá cruzados de brazos frente a mi cama. 

Están con las peores caras serias que les he visto. 

—¿Qué pasó? —me froto la sien que me late.

Tras de ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora