💀Capítulo 24. No la dejes

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Carmilla Di Rosaria era una completa farsa

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Carmilla Di Rosaria era una completa farsa. Un nombre falso, una personalidad falsa... una amiga falsa.

No lo pensó dos veces cuando se le presentó la oportunidad de obtener lo que ella quería, de recuperar algo que, según las leyes naturales, debería ser inasequible. No podía revivir a los muertos, no debía, sin embargo, iba a hacerlo por la simple necedad de no aceptar que sus seres queridos se habían ido hace mucho tiempo, porque se negaba a atravesar el duelo y enfrentarse a su peor temor... la tristeza y el dolor.

Traicionó la confianza de su mejor amigo, de su querido Viktor, a quien consideraba incluso un hermano. Este no era su plan original, pero aquel vampiro de sonrisa ladina tuvo que ir y enamorarse de la Anomalía que ella siempre debió capturar, y no solo se enamoró, sino que lo marcó como su presa, convirtiéndolo en el eslabón de su supervivencia misma.

«Estúpido, Viktor. Maldito idiota de mierda». Lo maldecía todos los días en su mente y lo culpaba injustamente por haber metido las narices en dónde no lo llamaban, por haber sido tan bueno y salvado la vida de quien no le correspondía. Lo único que le correspondía a Dorian Welsh, era morir esa noche o ser la mascota del Salvador, nada más.

«Tú sabes que él tampoco tiene la culpa. La única responsable de todo esto... eres tú».

Sacudió la cabeza y se enfocó en su objetivo, no tenía sentido rumiar sus pensamientos en busca de aliviar su conciencia, por el contrario, siempre acababa acarreando más culpa cuando se percataba de la cantidad de errores cometidos.

Apoyó un codo sobre el marco de la ventana del coche que alquilaron. Ya habían llegado a Nueva York, pero era tan tarde que no encontraron una grieta legal que les permitiera el paso sin hacer muchas preguntas, preguntas que no tenía humor de responder. Así que manejaron a lo largo de la ciudad humana hasta que se detuvieron en un viejo y discreto motel cuyo anticuado letrero color verde neón tintineaba con su nombre: «One night».

—Parece prometedor —señaló Nicte, apagando el coche y dejando solo la radio que reproducía una vieja canción de The Smiths, no le estaba prestando mucha atención, pero la letra decía algo sobre ser atropellado por un camión de dos pisos y cómo morir al lado de un ser amado era una forma "celestial" de perecer.

Suspiró y apagó la radio, dejándolas completamente en silencio.

—Eres demasiado optimista —puntualizó.

—Tengo que serlo cuando mi compañera de viaje es una amargada de mierda —replicó Nicte, abriendo la puerta del conductor—. ¿Vamos?

—Podríamos seguir conduciendo.

—Habla por ti, Isabella, yo sigo siendo media humana y necesito dormir para ser funcional. —Se bajó y azotó la puerta, estremeciendo toda la carrocería.

Carmilla suspiró y, con una rodada de ojo, siguió a la bruja, cerrando la puerta con tanta fuerza, que el cristal se resquebrajó.

—Ya te dije que dejes de llamarme de esa manera —siseó—. No me obligues a advertirte de una forma mucho peor.

Nicte se volvió hacia ella, caminando de reversa por el estacionamiento. Levantó una ceja y soltó una media carcajada.

—¿Estás amenazándome, Isabella?

Carmilla, con su tolerancia drenada, apareció de un instante a otro frente a Nicte, la tomó de los tirantes de su vestido, y la empujó contra una máquina expendedora, tirando las golosinas que había dentro.

—Claro que es una amenaza —afirmó.

Nicte, sin perturbarse por su violento arrebato, se limitó a tomarla del antebrazo y negar con la cabeza.

—Ay, Isabella, no puedes seguir renegando de tu nombre. —Acarició su piel con las yemas de sus dedos—. ¿Sabías que nuestro nombre es nuestra palabra favorita? Nadie lo admite por miedo a sonar como un narcisista, pero es la verdad, amamos su sonido, la forma en que sale de los labios de otra persona, cómo se desenrolla por la lengua y la voz adquiere un tono particular. —Se aproximó a su oído y susurró: —Isabella.

Carmilla sintió un ligero escalofrío ante la mención de su verdadero nombre. Miró a Nicte a los ojos; la bruja no le tenía miedo, de hecho comenzaba a pensar que no le temía a nada. Pocas veces se alteraba y, si las cosas marchaban demasiado mal, se limitaba a encogerse de hombros y decir:

«Bueno, supongo que este es el fin».

La vampira cerró momentáneamente los ojos y retrocedió, haciendo y deshaciendo sus puños. Necesitaba calmarse.

—Lo lamento —musitó.

Nicte ladeó la cabeza.

—¿Acaso mis oídos me engañan o Isabella Brown acaba de disculparse? —inquirió y metió una mano dentro de la máquina expendedora, sacando un paquete de galletas que había caído por el impacto—. ¡Ajá, comida gratis!

Carmilla hizo un mohín y le dio la espalda para dirigirse hacia la recepción del motel de poca monta.

—Ya cierra la boca y camina —ordenó, escuchando las carcajadas de Nicte. ¿Cómo es que podía reírse todavía?

Con el pie, abrió la puerta hacia la recepción, negándose a tocar la manija que cientos de humanos habían tocado antes en un sitio como este. Quién atendía la recepción era un hombre adulto con un aspecto igual de descuidado que el motel, comiendo unas papas fritas sabor a queso mientras veía una pelea de box en un pequeño televisor.

—Quiero una habitación —ordenó Carmilla.

El humano la miró de reojo, barriéndola con la mirada.

—¿Solo para ti? —inquirió.

Entornó los ojos.

—¿Y eso en qué te incumbe, imbécil?

El hombre peló los dientes, molesto por su actitud cortante. El tipo estaba por ponerse en pie, pero Nicte apareció detrás de Carmilla y la tomó por los hombros.

—Siempre metiéndote en peleas, ¿no, amor? —bromeó—. Disculpe a mi prometida, está de mal humor.

«¿Amor? ¿Prometida?»

El humano frunció el entrecejo.

—Pues controla a tu fiera —espetó.

En ese momento, Carmilla perdió la poca paciencia que le quedaba. Azotó la mesa de la recepción con sus puños cerrados y miró fijamente a los ojos al desagradable hombre.

—Dame unas llaves y olvida que nos viste —ordenó. El guinda de sus iris se reflejó en los de él al mismo tiempo que cumplía con su comando de una manera casi robótica. Le entregó las llaves de una habitación y se quedó inmóvil con la vista perdida.

—Hubieras hecho eso desde el inicio, ya sabes, sin pelear —comentó Nicte.

—¿Cuál sería la diversión en eso? —inquirió la vampira, satisfecha con su actuar.

Se encaminaron hacia su habitación, era la número nueve y se hallaba en el segundo piso, uno cuyo pasillo era abierto y daba a la piscina en el piso de abajo.

—Hogar dulce hogar —musitó Nicte cuando abrieron la puerta de su recámara.

Tenía una sola cama tamaño matrimonial, un viejo televisor, y un par de mesas de noche con unas lámparas viejas y feas. Al menos las sábanas se veían lo suficientemente limpias para considerar tocarlas.

—Podríamos haber ido a un sitio mejor —señaló Carmilla.

—Podríamos, pero como tú dijiste, ¿cuál sería la diversión en eso?

La vampira exhaló y se sentó a la orilla de la cama, estirando los brazos y las piernas tras horas de estar apretujada en un coche. Sacó un vial de sangre que tenía en el bolsillo de su chaqueta y se lo empinó de un trago, saboreando la agridulce sangre B positiva.

Nicte se echó a la cama a su lado, estirando por completo el cuerpo mientras suspiraba con alivio y cerraba los ojos.

—No te pongas cómoda, tienes que rastrear a Dorian —advirtió Carmilla.

La bruja separó los párpados, mostrando sus ojos de dos tonos diferentes de café.

—Ya te dije que no puedo rastrearlo —replicó—. Es como si tuviera una barrera, está protegido, y romper esa protección podría llevarme días.

—Con más razón deberías ponerte a trabajar ya.

—Relájate, Isabella, lo resolveremos mañana a primera hora. No podemos pensar con claridad si estamos exhaustas.

—Yo no me canso.

—Mentira. —Se incorporó de un movimiento—. ¿Te gusta nadar?

Carmilla frunció el ceño.

—¿A qué viene esa pregunta tan anticlimática?

—A que hay una piscina caliente allá abajo y nos está llamando.

Carmilla bufó.

—De ninguna manera.

—Vamos, seremos las únicas ahí, no hay otros humanos aquí esta noche si es lo que te preocupa.

—No me preocupan los humanos, simplemente no quiero ir a jugar en la piscina como crío en verano.

Nicte se carcajeó y se puso de pie, tomando el brazo de Carmilla y deslizando sus dedos hasta su mano.

—Daría todo por verte tan despreocupada como una cría. —La jaló, obligándola a ponerse en pie—. Anda, seamos normales por una noche.

La vampira miró a Nicte con curiosidad. La bruja podía ser increíblemente molesta, pero también convincente. Sus argumentos eran simples, poco rebuscados, pero siempre sabía qué decir y qué hacer para convencerla, chantajearla tal vez.

—Sola una noche —cedió.

Nicte la llevó al primer piso del motel, hacia la pequeña piscina iluminada por tenues luces amarillas y soltando vapor de lo caliente que estaba. La bruja se quitó los zapatos, se arremangó el vestido, y se sentó a la orilla de la alberca, metiendo los pies al agua.

Carmilla la observó unos pasos más atrás, sintiendo la calidez que desprendía el agua a la vez que el aire frío que soplaba y le revolvía el cabello.

—El agua no muerde, Isabella —se burló.

La vampira rodó los ojos por milésima vez en la noche y se quitó los zapatos, sentándose al lado de Nicte y metiendo un pie dentro del agua mientras que el otro lo retraía para recargar el mentón sobre su rodilla. El agua estaba caliente, bastante, probablemente sería algo incómoda para un humano común y corriente.

—¿No te quema? —preguntó a la bruja.

Nicte ignoró su pregunta y, en su lugar, colocó su vista sobre las ondas que generaba con el suave movimiento de sus pies, preguntando:

—Quieres a tu familia de regreso, ¿no es verdad?

Carmilla fue tomada desprevenida con la pregunta.

—Ya sabes la respuesta —se limitó a contestar al mismo tiempo que se quitaba la chaqueta y la dejaba a un lado, no quería mojar el celular que llevaba en el bolsillo, el único medio de comunicación que tenían con su jefe.

—¿Sabes qué quiero yo?

Entornó los ojos. Sí, sí lo sabía.

—Por supuesto.

Nicte la miró con su vista periférica.

—¿Quieres saber por qué quiero eso?

—No —contestó. Mentía.

La bruja peinó su cabello hacia atrás y suspiró.

—Soy la bruja más débil de mi familia —relató—. Mis padres me rechazaban por ello, una mancha en su pureza de sangre, una vergüenza. Me echaron de casa cuando solo tenía once años, ¿sabes?

Negó con la cabeza.

—No tenía idea.

—Por suerte fui encontrada por una bruja, otra marginada que me enseñó todo lo que sabía, me entrenó, me volvió tan poderosa como ella lo era, diciéndome que no había límites cuando se trataba de magia y, por ende, debía conseguirlo todo —continuó—. Se quitó la vida poco después de decirme eso. Nunca supe la razón con exactitud.

Carmilla la observó con intriga.

—¿Qué edad tenías?

—dieciséis —respondió—. Pasé años cobrando por ridículos trabajos de brujería, estudiando, aprendiendo todo lo que podía porque no sabía cuándo detenerme y saciar mis ansias de magia y más magia. Hasta que apareció El Salvador, vamos, incluso su nombre sonaba tan... prometedor. Me prometió que, a cambio de ayudarlo, me daría el acceso a todo el conocimiento que tanto quería, y que con este, saciaría todas mis ansias de una vez por todas. Eso fue hace dos años y aquí sigo, pagando el precio de una promesa que no es más que eso, una promesa sin muchos fundamentos o una prueba de su veracidad.

Carmilla desvío la mirada. Ella estaba en una situación muy similar. El Salvador se presentó en su peor momento, le hizo una oferta tentadora y todavía seguía pagando con su lealtad y servicios, siendo su única certeza las palabras de él y la seguridad con la que las transmitía:

«Yo nunca rompo mis promesas».

—Sabe lo que hace —se limitó a afirmar—. No me cabe duda.

Nicte giró la cabeza hacia ella.

—¿Realmente crees que pueda concedernos nuestros deseos?

—Yo sé que puede —aseveró—. Lo has visto; no es un vampiro, no es un licántropo o siquiera un demonio. Es solo brujo, sí... pero no uno normal. No es un monstruo normal de ninguna manera.

Nicte asintió lentamente, concordando.

—De acuerdo, me gusta tu certeza, así que confiaré en tu juicio y en ti, Isabella.

Carmilla enarcó una ceja, mostrando una sonrisa a medias.

—Pensé que me odiabas a muerte.

Nicte se carcajeó por lo bajo.

—No, esa eres tú. —Se deslizó hacia Carmilla, pegando sus piernas—. Yo en cambio... jamás podría odiarte.

Carmilla estaba por interrogarla, pero las preguntas se desvanecieron en su garganta cuando Nicte estiró una mano hacia su rostro y colocó un mechón de cabello detrás de su oreja. Extrañada por su delicada muestra de afecto, la bruja aprovechó y deslizó su mano hacia la nuca de la vampira, aproximando su rostro hasta unir sus labios en un inesperado beso.

Sus labios eran carnosos y tersos, con un particular sabor a coco por el bálsamos que se colocaba todo el tiempo. Carmilla saboreó la dulzura de este, sintió lo cálido de los labios de una mitad mortal, lo vivos que estaban a diferencia de la muerta frialdad de un vampiro.

Nicte se separó y la miró con sus ojos cuyos párpados estaban caídos, bajando las pupilas hacia sus labios, deseosa.

—Esto es... Es lo contrario al odio —susurró Carmilla, todavía sorprendida por el beso de Nicte.

Nicte esbozó una sonrisa y se puso de pie, quitándose el vestido que llevaba encima, quedando solo en su ropa interior sin vergüenza alguna. Aventó su ropa al suelo y se metió por completo a la piscina, sumergiéndose y resurgiendo con la cara y sus rizos empapados.

—Ven. —Nadó hacia Carmilla y le ofreció una mano—. Acompáñame.

Carmilla se hallaba renuente, pero una parte de sí le rogaba que obedeciera y se metiera al agua con Nicte. La bruja siempre sabía cómo convencerla y ese beso de antes fue el gatillo en esta ocasión.

Se desvistió con lentitud y luego de metió a la alberca, sintiendo lo caliente del agua, mas no siendo afectada en lo absoluto por la temperatura debido a su naturaleza vampírica.

Nicte la recibió salpicando su cara con un chorro de agua, riéndose a sus expensas.

—No te pasará nada por mojarte un poco —aseguró.

Aunque en otra ocasión se hubiese enfadado, ahora mismo no podía más que reírse, sintiendo como su maquillaje que no era aprueba de agua se escurría por su rostro.

—Ahora pareces más muerta —señaló Nicte—. Me encanta.

Carmilla esbozó una sonrisa ladeada y se sumergió por completo dentro del agua, nadó hacia Nicte con unas pocas patadas y resurgió frente a ella. Tomó aire y pegó su rostro al de la bruja.

—Demuéstralo —dijo entonces.

Nicte, imitando su sonrisa de picardía, aceptó el reto y rodeó su cuello con sus brazos, pegando sus frentes húmedas para después volver a besarla en los labios. Ambas sabían al horrible cloro que los humanos usaban para la alberca, pero a ninguna le importó, continuaron besándose hasta que Carmilla la cargó con un solo brazo y la guió hacia la orilla, pegando la espalda de Nicte contra esta.

Nicte se separó para recuperar el aliento y Carmilla aprovechó para besar su mejilla, su mentón y bajar lentamente hacia su cuello. La bruja echó el cuello hacia atrás, dejándolo expuesto, invitándola a subir el nivel.

Carmilla sintió como sus colmillos surgían y los rozó contra la piel del cuello de Nicte. La mordió, bebiendo su sangre, la sangre de una mitad mortal y bruja; no era dulce, pero tampoco era amarga, era un perfecto balance, lo que siempre buscaba. Continuó bebiendo hasta que la bruja apartó su rostro y la volvió a besar en los labios. Carmilla pensó durante un instante que, si así lo quisiera, podría marcarla ahí mismo como su presa, reclamarla por completo.

Nicte rozó el broche de su sostén con los dedos, pero cuando estaba por desabrocharlo, fueron interrumpidas por una llamada entrante en el celular que dejó dentro de su chaqueta. Solo podía ser una persona.

—El Salvador —dijo Carmilla y alejó a Nicte, pero esta no dejó ir su brazo.

—Ignóralo —pidió, besando su hombro—. Solo esta vez.

Carmilla, aunque muy tentada a satisfacer los caprichos de su compañera, se tragó cualquier loco impulso y negó con la cabeza, apartándose de ella y nadando hacia la orilla.

—No puedo —se limitó a decir.

Nicte hizo una mueca de disgusto, pero ya no insistió más.

Carmilla se apresuró a salir del agua y atender la llamada.

—Mi Salvador —respondió, limpiando el maquillaje corrido de su rostro.

—El plan ha cambiado —informó él sin mayores rodeos—. Regresen de inmediato a la Catedral Roja.

Carmilla, extrañada, presionó el celular contra su oído con más fuerza.

—Pero esa no... ¿Acaso no debíamos ir por Viktor y Dorian? —cuestionó—. Estábamos por rastrearlos, yo sé que están cerca.

—Los vientos cambian, mi querida Carmilla —replicó su jefe—. O aprendes a adaptarte, o mueres en la inacción.

—Lo sé, pero... —La llamada fue cortada de súbito—. ¡Mierda!

Nicte salió del agua y se acercó a Carmilla con consternación en su rostro.

—¿Qué sucede?

Carmilla aventó el teléfono a uno de los camastros y fue por su ropa que yacía en el suelo, comenzando a vestirse sin darle importancia a lo mojada que estaba.

—Cambio de planes, regresamos a la Catedral Roja ahora mismo —informó.

—¿Qué hay de Viktor y Dorian? —preguntó Nicte, confundida.

—¡Ya te dije que hubo un cambio de planes! —espetó Carmilla, harta. No era su intención gritarle a Nicte, pero estaba agotada de dar vueltas en círculos—. Mira, lo lamento, no quería gritarte, pero...

—Estás cansada —completó Nicte, dándole un afectuoso apretón a su hombro—. Puedes estarlo, Isabella.

Carmilla asintió, admitiendo su derrota, y colocó su mano sobre la de Nicte en su hombro.

—Será mejor que nos demos prisa —musitó, recogiendo su chaqueta y el celular.

—¿De verdad vale la pena? —cuestionó Nicte entonces—. ¿De verdad vale la pena todo esto que estamos haciendo con tal de una vaga promesa de regresar a los muertos u otorgar poder ilimitado?

Carmilla, resintiendo las palabras «regresar a los muertos», se aferró con fuerza a su chaqueta y frunció el entrecejo. Tal vez para otros era ridículo, era la necedad más grande, pero para ella no lo era. Para ella significaba todo volver a ver a sus seres amados, a su esposo, a su hija, a volver a lo que perdió sin siquiera poder despedirse.

—Por supuesto que vale la pena —afirmó con severidad—. Tal vez tú ya te diste por vencida, pero yo no, y haré todo con tal de conseguir lo que quiero.

 Tal vez tú ya te diste por vencida, pero yo no, y haré todo con tal de conseguir lo que quiero

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Se viene algo interesante... ¡Ya casi vamos a entrar al arco final! 😈

Y para celebrar, hay grandes probabilidades de que el viernes les traiga buenas noticias sobre las actualizaciones de este libro 👀

¡Muchísimas gracias por leer! 💛

Vampire AnomalyWhere stories live. Discover now