Limits

1.7K 170 41
                                    

«Angel, soy Crymini ¿Puedes venir a verme? No le digas a papá.»

Así que así debió sentirse Arackniss cuando en vida Angel lo llamaba para pedirle que lo sacara de problemas.

«Envíame tu ubicación. Estoy ahí en un parpadeo.»

— Husky, voy a necesitar tu motocicleta. —Angel se inclinó sobre la barra del bar y le quitó las llaves al otro demonio— Detesto cortar nuestro tiempo de esta forma, en especial cuando viniste hasta aquí para vernos, pero Blitzø tiene una emergencia. —Él miró a uno de los miembros de su personal que estaba preparando el club antes de que abrieran y le hizo una señal para que se cercarse— Avísale a Molly que necesito que se quede a cargo.

Pero una de las cualidades más fuertes de su novio era su habilidad para detectar cuando Angel estaba fingiendo que todo estaba bien.

— ¿Necesitas ayuda? —Husk tomó su muñeca.

— Oh, amor, no tienes de qué preocuparte, es cosas del corazón. Pero sin igual de importantes que poner una bala en el objetivo. —Angel prometió y besó la mejilla de Husk— Se un buen gatito y espera por mí.

Él soltó una carcajada al notar la exasperación en el rostro de su novio que aun así no pudo ocultar su sonrojo. Angel caminó hacia la cocina para poder salir por la puerta trasera y cuando quedó fuera de la vista y oído de Husk, él corrió hasta la motocicleta BMW negra. Angel la encendió, revisó la dirección y condujo a toda velocidad.

Él sabía que no debía ser de vida o muerte porque seguramente Crymini acudiría a Alastor o Rosie. Pero...

...era importante para ella. Y era algo que Crymini creía que Angel podía ayudar. Tal vez era algo mínimo, pero él no había mentido, en verdad adoraba a esa pequeña punk.

Angel jamás había querido ser padre. A diferencia de sus hermanos, quienes siempre habían aspirado a una familia, Angel había encontrado el concepto como otra farsa. Un engaño más para que sus sucios secretos no salieran a la luz. En la época en que Angel estuvo vivo, la única opción era mentir, hasta a sí mismo. La máscara debía estar constantemente puesta, siendo carismático con las chicas y actuando como un bromista pícaro que le gustaba divertirse en exceso y por ende no era de confianza. Angel prefería ser despreciado por su padre por actuar como un incompetente a que fuese por el hecho de que su corazón parecía empecinarse en enamorarse por el tipo de persona que lo haría ser encerrado o asesinado. Solo Molly se había dado cuenta hacia dónde sus ojos se desviaban y que lo único que disfrutaba de coquetear con chicas era la atención que recibía. Vivo o muerto, Angel siempre había sido una diva. Lo peor era vivir en eterna confusión sin saber exactamente quién era él. Por un enorme periodo de tiempo Angel había creído que había habido un error y él debió ser como su hermana, una bonita chica, tal vez una bala perdida, pero con todo el derecho de enamorarse de hombres y anhelar su cercanía. Después de todo, Angel solía amar las cosas lindas y la sociedad había decidido que eso era solo para mujeres.

No había sido hasta que murió y su cuerpo cambió que él se dio cuenta que en realidad él jamás había sido el problema, sino la humanidad y sus ridículas normas imaginarias. Él había nacido en el cuerpo correcto, con los sentimientos y deseos acordes. Lo único que le costó fue matar a Anthony y terminar en el Infierno. El segundo hijo de una de las mafias más poderosas de Nueva York había muerto y ahora solo quedaba Angel Dust. Las cadenas desaparecieron, la máscara se incendió y una nueva vida inició. Así que él probó todo y se permitió desear cada cosa que quisiera. Su autodescubrimiento había sido satisfactorio, pero ser padre jamás había sido una de esas cosas. Si, él amaba a Fat Nuggets y antes de este él había adorado a sus peces. Pero eso no era lo mismo que tener hijos. Su alma había anhelado amor, el tipo de relaciones que veía en las películas y que jamás había podido tener en vida. Por primera vez lo que su cuerpo o corazón querían era visto como totalmente normal. El tipo de amor que otros parecían encontrar aún en el Infierno y sin restricciones. Las piezas comenzaron a caer en su lugar. Eventualmente el tiempo pasó y nuevos pecadores fueron llegando con sus nuevas palabras que comenzaron a dejar en claro quién era él y por mucho que Angel siempre supo lo que sentía, las pequeñas etiquetas ayudaron a ponerle nombre a tantas emociones y a sonreír con orgullo por quien era. No había nacido en el cuerpo equivocado, su corazón y deseo estaban en la dirección correcta y la sociedad humana era la ridícula por decir quién podía o no usar algo.

Probabilidades implícitasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora