Afterlife

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Angel sentía su espalda adolorida, pero no podía moverse. Sus manos sostenían las de Crymini, mirándola fijamente como si eso pudiera solucionar las cosas.

Su Bella Durmiente.

Después de tanto insistir y dadas las circunstancias, fue Rosie quien le contó todo a Husk: sobre Sophie, sobre lo que realmente pasaba para que Crymini se alejara de su madre y por qué no le habían contado nada a Husk. Solo Rosie había podido danzar alrededor del contrato que ataba a Alastor a obligar a cualquiera a guardar secretismo. Angel había querido estar allí, pero fue la Overlord quien pidió ese momento a solas. Él tuvo que ceder y admitirse que tal vez él fuese la pareja de Husk, pero todo eso de la paternidad la había compartido este con Rosie por más tiempo que con Angel.

Así que él escogió esperar en la habitación de Crymini, acompañado por Alastor, quien tampoco lucía exactamente bien y cuyas sombras consumían la habitación de manera pulsante y constante. El silencio había sido inhumano y Angel podría jurar que cuando no miraba a Alastor, este parecía tener su sonrisa cosida en la boca, fingiendo algo que por mucho tiempo parecía natural en el Demonio de la Radio. Cuando Rosie y Husk volvieron, fue este último quien pidió que pusieran en un sueño profundo a Crymini y que Angel usara su veneno para paralizarla. De esa manera, Velvette no podría usar a su reciente adquisición si esta estaba fuera de servicio en mente y cuerpo. Husk había concluido que las verdaderas intenciones de la Overlord no tenían por objetivo lastimar a Crymini, solo enviarles un mensaje. Fuerte y claro. Esa era la única explicación factible para que las cláusulas en el contrato de Husk no se hubiesen activado y eso justiciaba el cómo Alastor no pudo evitar el trato.

Así que ya llevan dos días así, con Crymini profundamente dormida y todos ellos paralizando sus negocios y vidas para tomar turnos entre proteger el lugar y cuidarla. Había sido un arreglo natural, conscientes de lo importante que era estar ahí para ella.

Angel cruzó miradas con Husk, quien tenía a su hija acurrucada contra su pecho, rodeándola con sus alas, intentando protegerla de lo imposible. Angel cerró los ojos y presionó su frente contra la cama. No era justo. Angel apretó sus puños y quiso gritar.

―Basta, ―ordenó Husk.

―Perdón, ―musitó Angel.

―Detente, ―repitió Husk.

Angel levantó la mirada. Ya habían tenido esa conversación múltiples veces y no llegaban a ningún lado. Él sabía que era su culpa lo que estaba pasando, y Husk le aseguraba que todos ellos habían imaginado que algo así podría pasar. Angel difería.

―Tenemos suerte de que Sophie no hubiese hecho esto con Valentino, ―recordó Husk.

―Husky... ―Angel estiró su mano y Husk la tomó―. Lamento lo de Sophie...

―Yo lamento que Crymini pensara que debía protegerme de la verdad, ―dijo Husk. El felino aprovechó para abrir sus alas y jalarlo―. Ven aquí.

―Pero...

―Angel, ―pidió Husk.

Él quiso seguir protestando, pero en realidad necesitaba estar cerca a ellos. Angel finalmente dio un respiro a sus rodillas y subió a la cama, recostándose al otro lado de Crymini y siendo rodeado por las alas de Husk. La hiena respiró hondo, y no por primera vez, Angel se preguntó si Crymini podía oírlos o saber que no estaba sola.

Él esperaba que supiera que no estaba sola. Esa siempre era la peor parte.

Esperar era lo peor. Antes de que indujeran el sueño a Crymini, ella le confesó a Angel los parámetros del contrato: proteger a Velvette. Si algo le ocurría a ella, sería Crymini quien pagaría las consecuencias. Una astuta condición por parte de Velvette, considerando que eso volvía al Demonio de la Radio el protector de la Overlord para garantizar la seguridad de Crymini.

Probabilidades implícitasOù les histoires vivent. Découvrez maintenant