Dance

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La música del club resonaba a todo volumen. Era una de esas noches grandiosas. Uno de los Pecados Capitales estaba celebrando, y Angel había logrado que parte de su gira se llevara a cabo allí. Sus pecadores estaban dando lo mejor de sí, la mejor música sonaba, y la seguridad estaba en su punto máximo. Llevaban tres días sin cerrar, rotando al personal para que siempre hubiera alguien presente, incluso reclutando a aquellos que trabajaban en otros lugares. Angel había planificado todo, pero ese había dejado a Molly a cargo de la hospitalidad, ya que él tenía otros planes.

Mejores planes.

Angel encendió su cigarrillo, dejando que la nicotina lo relajara. El humo rosa se elevó hacia el techo mientras su mirada fría se clavaba en el coloso sentado frente a él.

Don Henroin.

Angel sonrió de lado. Ni siquiera le había ofrecido una silla. No porque la mitad inferior de su padre fuera un escorpión negro y no pudiera sentarse en las sillas convencionales, sino porque Angel no iba a hacer el esfuerzo por él. Henroin debía creer que lograba intimidarlo al imponerse como una torre, pero Angel sabía cómo lucían los verdaderos monstruos. Había enfrentado cosas peores que la bestia que lo había criado. Como pecador, Angel hubiera podido vencer a su padre, pero ahora podría aniquilarlo. Aun así, optó por no hacerlo. Por Molly. Por Arackniss. Por la memoria de su madre, quien por alguna razón amó a este bastardo hasta el final.

Sí, veía la ironía de su actual situación. No podía herir a las malas figuras parentales porque eran amadas por sus víctimas. Oh, Angel veía la ironía.

―Tienes una hora, ―anunció, rompiendo el silencio tenso.

―¿Tan poco tiempo tienes para tu padre? ―Henroin preguntó con un toque de sarcasmo en su voz, espesada por el tabaco y el alcohol.

―Don, no me hagas responder con la verdad, porque seguramente haría llorar a un alma en el Cielo, ―advirtió Angel, dejando salir el humo de su boca―. Tengo un evento importante en la Colonia Caníbal y necesito prepararme.

―¿Ahora también te estás juntando con esa bola de enfermos devoradores...?

―Cuidado, Don, ―advirtió Angel, cerró sus manos en el apoyabrazos de su silla, pero sin hacer más―. Hay límites de lo que puedo tolerar en honor a mi madre. Ofender a mis aliados es un gran no.

―Por favor, muchacho ¿Qué tipo de alianza existe entre la prostitución y el canibalismo? ―Henroin enarcó una ceja.

Ambos eran actos de diferente tipo de devoración, y habían acompañado a la humanidad a lo largo de la historia, uno más tabú que el otro. Pero eso era algo que Angel no iba a explicar.

―¿Qué quieres, Don? El tiempo se acaba.

―Sé que te has estado viendo con tu hermano.

―Así que ahora sí tengo hermanos, ―sonrió de lado.

―Anthony.

―Angel, ―corrigió, frunciendo el ceño.

A diferencia de Anthony, él había podido reclamar a Angel Dust como su nombre. Anthony había vivido y muerto negando quién era, ansioso, paranoico, deprimido y solo, abandonado y rechazado por la familia que una vez le hizo jurar que siempre serían su prioridad. No, rechazado por el hombre frente a él. No su madre. No sus hermanos. Ellos habían sido prisioneros y él, la escoria. Anthony había muerto, Angel había sobrevivido.

―Bien... ―Henroin se rio―. Angel, hablemos de tu hermano.

Hipócrita.

Él dejó que la nicotina, el humor y su propio veneno calmaran su mente. La Bestia frente a él no sabía que ahora estaba lidiando con un Monstruo.

Probabilidades implícitasWhere stories live. Discover now