cero

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Había algo en esa mirada que lo cautivaba, que afectaba a cada nervio de su cuerpo, que le calaba hasta los huesos y que por poco lo hacía ponerse a sus pies por lo que llegaban a transmitirle, los ojos de Charles Leclerc eran como una fantasía, tan preciosos, tan vibrantes y llamativos, tan hermosos y etéreos por su inigualable color: una mezcla entre el azul del mar y un poco de verde que los hacían asimilarse a dos piedras preciosas, unas muy difíciles de encontrar.

Tan divinos y únicos, que habían llamado la atención de Carlos Sainz desde hace mucho tiempo atrás, desde que el español era parte de Renault y el monegasco de Sauber. Se vio inevitablemente atraído desde el minuto uno en que vio aquellos preciosos ojos, sintió que sus piernas flaqueaban, que su corazón latía con frenesí en su pecho como si fuese a escaparse de este y, más de mil veces se dijo a sí mismo que se encontraba viendo al ser más hermoso sobre la faz de la tierra; si se lo preguntaban, era muy difícil explicar porqué casi siempre tenía sus ojos puestos sobre él, su atención se centraba únicamente en el monegasco cada que lo tenía de frente y no había quien lo sacara de esa burbuja de ensoñación interminable más que él mismo, con el tiempo aprendió a disimular lo irremediablemente atraído que se sentía hacia el piloto de Mónaco, más aún cuando se hizo parte de McLaren y todo el mundo hablaba sobre su bromance con Lando Norris. Varios pilotos del paddock llegaron a preguntarles si únicamente eran compañeros de equipo o no, porque veían "algo más" entre ellos, pero ambos terminaban negando aquellas suposiciones. Se querían mucho, sí, pero su relación era como de hermanos. Además, el inglés, como su confidente, sabía que Carlos estaba encantado con Charles.

Cuando Scuderia Ferrari lo fichó, internamente se sintió el hombre más feliz del mundo, no solo por lo que aquello conllevaba y el giro de ciento ochenta grados que le daba a su carrera en la fórmula 1, sino que esto se debía —en gran parte —, a que sabía que estaría mucho más cerca de Leclerc. Ser su compañero de equipo conllevaría a que tuviesen más interacciones entre sí, a que existiese una mayor cercanía y que convivan más tiempo el uno con el otro, el español solía conformarse con las pequeñas interacciones fuera del paddock, en fiestas, conferencias o reuniones que tenían, pero muy en el fondo era consciente de que cada día que pasaba se incrementaba la necesidad de verlo, entonces por eso optaba por tratar de estar más cerca de él, únicamente observándolo; era lo máximo que podía hacer.

A eso se resumía su atracción unilateral.

Consideró en si hacer un movimiento con él o no, realmente no tenía ni la más mínima idea de si Charles lo iba a ver de la misma manera algún día, sin embargo, optó por no ser tan directo con sus intenciones para no alejarlo de sí o asustarlo. Debía ser precavido y extremadamente cuidadoso, porque un error de su parte y la dinámica del equipo se echaría a perder.

El amor es como una bomba de tiempo, nadie sabe en qué momento puede causar destrucción.

— ¿Y cómo vas con tu novia, Lord Perceval? —le preguntó en una ocasión antes de iniciar una carrera, ambos se encontraban en el Motorhome de Sainz, haciéndose compañía, como siempre hacían.

Charlaban sobre banalidades, para quitarse los nervios.

— ¿Qué novia? —respondió el monegasco, mientras lo miraba con el ceño fruncido —. No tengo novia, Carlos.

Aunque su acento lo dejó embelesado y más el cómo pronunciaba su nombre de esa manera tan peculiar y linda, en ese preciso momento supo que tenía el camino libre, pero temía en actuar y ser tan evidente con sus intenciones, aunque bueno, no es como si ambos no hubiesen llegado a tener una extraña cercanía, roces accidentales —o no tanto —, y conversaciones profundas, que ni ellos mismos eran capaces de explicar. Había algo ahí, algo que a simple vista parecía simple, pero que, la verdad no lo era; ambos lo ocasionaban porque querían, pero no sabían enfrentarlo.

Sin embargo, Leclerc era un misterio para la mayoría de personas, es alguien muy reservado, tanto así que, nadie, ni siquiera el mismo Carlos sabía que muy, muy en el fondo Charles escondía una cicatriz en su corazón que llevaba mucho tiempo en sanación, una cicatriz que de vez en cuando sangraba y ardía como los demonios, impidiéndole ver las cosas como realmente eran, que le impedía aceptar con brazos abiertos lo que sucedía con el español. Porque sí, el de ojos claros sabía que pasaba algo, o al menos se hacía una idea.

Dicen que existe una causa para todo efecto, pero las cosas para Sainz no eran tan sencillas como parecían. No toda causa es tan simple y no todo efecto es a corto plazo.

 No toda causa es tan simple y no todo efecto es a corto plazo

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Advertencia:

Muchas referencias a la f1, términos, sucesos, pilotos y carreras, las cuales tomaré de referencia para la escritura de este fic, angst, lágrimas quizás (?, cosas cuestionables, sucesos ficticios y producto de mi mente que no para de darme ideas; y aún no estoy segura de si contenido +18, no prometo nada con respecto a aquello, pero quién sabe.

No doy fecha de inicio porque siempre que digo algo no lo cumplo ya que me adelanto, lo que sí, es que probablemente las actualizaciones sean lentas.

Fanfic inspirado en la canción "Whenever, Wherever" de Shakira <3

Se pide discreción.

Lucky Donde viven las historias. Descúbrelo ahora