Capítulo VI: Corazón a corazón

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La manera en la que aquellos ojos como el mar lo miraban, era tentadora, aunque sentía que era incorrecto, Carlos tenía ganas de besar a Charles. Sabía que probablemente su acción dañe el ambiente tan cómodo y bueno formado entre ambos, pero no podía seguir aguantándose las ganas de acercarse y besar aquellos labios, que poco a poco empezaban a tornarse mucho más llamativos y apetecibles.

Sin embargo, Charles ya le había dicho que gustaba de alguien, así que sus esperanzas terminaron por morir en ese preciso momento. Aunque la playa lucía hermosa para la vista y el ambiente era agradable, Carlos no se sentía bien y sabía que la razón de aquello tenía nombre y apellido, no culpaba a Charles de no darse cuenta de sus sentimientos, mucho menos por haber generado sentimientos hacia él desde hace mucho tiempo atrás, el único culpable en todo el tema era él mismo, por ilusionarse y por creer que por primera vez en su vida, alguien de quien estaba enamorado, se fijaría en él.

Lo que no esperó fue la repentina cercanía que Charles generó con él, de un momento a otro el chico de Mónaco se había movido lo suficiente como para tener contacto con Carlos. Las puntas de sus dedos se rozaban, al igual que sus hombros y rodillas, el silencio predominó el ambiente durante un largo periodo de segundos, en donde Charles únicamente se centró en mirar a su compañero de escudería y viceversa.

Se trataba de una especie de guerra de miradas que se buscaban de manera inconsciente, una batalla entre quien resistía más la tentación de acercarse al otro y darle un beso. Extrañamente se formó una especie de tensión entre los dos pilotos, no decían nada y las miradas que sostenían se encargaban de decir lo que su ausencia de palabras no podía.

Había algo entre los dos, algo de lo que ni ellos se daban cuenta.

Quien no pudo reprimir más ese deseo tan fuerte fue Charles, el monegasco se acercó a Carlos sin previo aviso, sorprendiéndolo un poco. Sus rostros quedaron tan cerca que podían sentir la calidez de sus respiraciones y observar de manera más determinada el sinfín de detalles que cada uno poseía, ninguno parpadeó y mucho menos habló, estaban sumidos en una especie de burbuja irrompible que solo ellos entendían.

Carlos quería besar a Charles y Charles quería besar a Carlos.

Eso era todo.

No había mucha ciencia de por medio, no obstante, ambos se complicaban entre sí, creyendo que sería incorrecto hacer aquello que tanto querían.

Hasta que Carlos no pudo aguantarlo más y posó sus labios sobre los de Charles, quien al inicio se quedó un poco sorprendido por la acción; sus ojos se abrieron un montón y sus cejas se elevaron, le costó un poco asimilar la acción y la revolución que sentía en su interior, hasta que finalmente tomó a Sainz por la nuca, acercándolo a sí y finalmente besándolo cómo había estado deseando desde que pisaron la playa. Sintió los labios contrarios muy suaves, tanto que sentía que su corazón se desvanecía por completo, el movimiento ejercido por los dos era lento y pausado, disfrutaban del momento con su lentitud, pues era una de esas experiencias que sabían que eran muy especiales y que ambos querían memorar por siempre.

Carlos profundizó el beso, tocando las mejillas de Leclerc, el movimiento que al inicio era lento, se tornó un poco más rápido y fogoso, se notaba que ambos disfrutaban de aquello; repentinamente el monegasco invadió la cavidad bucal contraria con su lengua, obligando a Sainz a emitir un quejido, se apoderó de la boca del piloto español tomando por completo las riendas de aquel beso que tanto había ansiado y deseado que sucediera, todo porque Carlos se lo permitió.

Porque sí, si Charles se lo pidiera, se doblegaría ante él.

Aunque la falta de aire empezó a aparecer, ellos no hicieron el intento de separarse. Querían prolongar aquello, el momento, la revolución de sentimientos que se avivaba en su interior y aquel tan deseado beso que habían esperado darse durante mucho tiempo. Las manos de Charles recorrieron la espalda contraria, ocasionándole una corriente eléctrica a Carlos, quien sentía que estaba desfalleciendo por aquello, por estar con Leclerc de esa manera, porque uno de sus deseos más grandes se había cumplido en el momento perfecto.

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