Capítulo III: ¿Quién te dejó solo?

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Carlos caminaba a paso lento sintiendo un gran peso encima de él, la persona a su lado se colgaba de su cuello y arrastraba sus pies, sin poder caminar a conciencia. Charles estaba hecho un completo desastre, se encontraba tan ebrio que apenas y podía hablar o mantener su cabeza levantada, si no fuese por Max, lo más probable es que el monegasco hubiese llegado al coma etílico.

El neerlandés encontró al piloto de Ferrari junto a Checo Pérez, con varias botellas de tequila y cervezas rodeándolos, ambos pilotos se reunieron a beber como si no hubiera un mañana, en una esquina solitaria del bar, la verdad es que pasaban desapercibidos en el lugar en el que estaban, pero al menos Verstappen se dio cuenta de aquello y los detuvo a tiempo, llamando a Carlos para que le ayudase con Leclerc.

—No entiendo en qué momento este par de idiotas se reunieron —Max se encontraba molesto, muy molesto, miraba a Sergio con el ceño fruncido y lo tomó del brazo con fuerza, jalándolo junto a él —. Son un peligro.

De alguna manera Sergio levantó la cabeza y entrelazó sus brazos en el cuello de su compañero de equipo, mirándolo con el ceño fruncido.

— ¿Por qué te enojas conmigo, Max? —le dijo, acercándose al oído del rubio, quien frunció aún más el ceño y lo apartó casi al instante —. Es que acaso...¿Ya no me quieres?

Carlos se rio a carcajadas por el estado en el que se encontraba el mexicano y por lo que había dicho, pero recibió una mirada por parte de Verstappen que lo silenció de manera casi instantánea.

—Todo esto es culpa de Charles —nuevamente habló Checo, señalando al monegasco que estaba en otro mundo —. Él me dijo que quería beber conmigo y...y...

— ¿Y si Charles te dice que te lances de un puente, entonces lo haces? —Max lo interrumpió, tomándolo con fuerza, Sergio empezó a arrastrar sus pies y frunció el ceño.

Miró al monegasco, el cual parecía dormido sobre el hombro de Carlos, quien hacía hasta lo imposible por no dejarlo caer, a pesar de que su brazo se estaba cansando de soportar el peso de su compañero de equipo.

—Depende —atinó a decir Checo, esbozando una carcajada.

La seriedad presente en el semblante de su compañero de escudería, lo hizo callarse de manera repentina; Sergio miró a Carlos como con suplica, mientras se encogía de hombros y le hizo un ademán para que se acercase, cosa que el español ignoró por completo. Él no se iba a meter entre las chispas y el fuego que esos dos desprendían cada vez que estaban juntos —ya sea sobrios o no —, y la manera en la que Max era tan posesivo además de protector con el mexicano, a pesar de casi siempre enojarse. Intervenir sería como arriesgar su vida, literalmente.

—Carlos, sálvame por favor —Sergio unió sus manos y lo miró de manera febril —. Max me va a matar.

Ignorando la manera tan dramática en la que actuaba el piloto de Red Bull, los únicos sobrios se acercaron un poco.

—Me lo voy a llevar de regreso al hotel, ya he llamado para que nos vengan a recoger —habló Max, intentando mantener la calma, a pesar de estar escuchando las tonterías que decía Checo a su lado —. ¿Quieres que los llevemos?

—No te preocupes, vine en auto, así que yo llevo a Charles —el español contestó con rapidez, haciéndolo asentir —. Ten cuidado con Sergio, Max.

—Déjamelo a mí —asintió Verstappen, obligando a Checo a ponerse a su lado —. Nos vemos después.

Dicho esto, se dio la vuelta con dirección a la salida trasera del bar.

Carlos se las arregló para sacar a Charles hacia el parqueadero y subirlo a su auto, tras procurarse que se encontraba en una posición cómoda y con el cinturón de seguridad, puso en marcha el auto, con dirección al hotel en el que ambos se estaban hospedando. El viaje hacia el lugar transcurrió en completo silencio, Charles parecía más dormido que despierto y Carlos sabía que no podría decirle, ni cuestionarle nada, porque no estaba consciente.

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