Capítulo VIII: Asfixiante

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La carrera había sido un total desastre para Ferrari; empezando por el hecho de que los monoplazas no funcionaron de manera correcta desde las prácticas libres y cerrando con broche de oro, con la enorme discusión entre ambos pilotos de la escudería.

Carlos estaba frustrado y enojado, nuevamente las tácticas del equipo habían sido idioteces que le llevaron a perder posiciones y ni se diga de lo sucedido con Charles, quizás eso lo tenia más shockeado; había entrado en una especie de trance desde hace varios minutos atrás, repitiendo las palabras de su compañero de equipo en su cabeza, como ecos. Se sentía mal, sí, pero no le insistirá con nada más al monegasco después de lo que le había dicho, mucho menos le pediría una explicación por su reacción tan agresiva, no es como si quisiera molestarlo aún más y aunque le cueste reconocerlo, tampoco quería verlo ni escucharlo.

Todos vieron expectantes aquella pelea, pero nadie se atrevió a decir nada o siquiera intervenir en la situación. Charles había explotado, de alguna manera se desahogó de todo lo que había estado guardando desde hace mucho tiempo y no lo hizo de la forma correcta, no porque de alguna manera había lastimado a Carlos y ahora, estaba siendo recriminado por su propia conciencia.

Nunca habían discutido de esa manera y tampoco es que esperasen que algo así fuera a suceder, durante la últimas semanas los dos se habían sumido a una rutina en la que parecían una pareja que estaba en su fase inicial, es decir, conociéndose; todo a su alrededor era tan dulce y sincero, pasaban juntos, se comunicaban mucho y compartían entre ellos, nunca estaban separados, ni física, ni emocionalmente, pero tras el Gran Premio, parecía que todo iba a cambiar radicalmente para los dos.

Al escuchar las últimas palabras de su compañero, Carlos abandonó el garage de Ferrari a paso rápido, dejó atrás a todos porque no podía soportar más en ese lugar, mucho menos escuchando lo que Charles le decía y, en la otra cara de la moneda, Leclerc tuvo claras intenciones de salir corriendo tras él a pedirle disculpas, arrepintiéndose por completo de sus palabras, pero su cuerpo se quedó estático y un gran nudo se formó en su garganta, aunque quiso, no pudo ir tras Sainz.

Y eso le hacía sentir peor.

Su cuerpo reaccionó, debilitándose un poco y sintió cómo su rostro se humedecía por las lágrimas que descendían a lo largo de sus mejillas, no sabía cuándo empezó a llorar, pero una vez lo notó, corrió hacia su motorhome para estar solo y recriminarse una vez más sus acciones.

—Soy un estúpido —Charles dijo en voz baja, sollozando —. Soy un maldito estúpido.

Clavó sus uñas sobre la palma de sus manos, formando un puño y corrió por el paddock ignorando a la gente a sus alrededores, solo quería irse, escapar del mundo, estar solo y llorar por la eternidad.

No puedes lastimar a los que te quieren solo por tus traumas, Charles.

Llevó una de sus manos hasta sus ojos, quitándose las lágrimas que parecían cascadas y sintió como nuevamente estaba a punto de desfallecer, se sentía débil, cansado, estresado, patético y como un completo imbécil.

Con las justas logró llegar al motorhome y una vez ahí, se encerró entre las cuatro paredes sentándose contra el suelo y abrazando sus rodillas mientras lloraba.

Con las justas logró llegar al motorhome y una vez ahí, se encerró entre las cuatro paredes sentándose contra el suelo y abrazando sus rodillas mientras lloraba

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