Capítulo XII: Tengo toda la vida para escucharte

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La noche había caído desde hace un par de horas atrás y los pilotos de Ferrari estaban dirigiéndose al hotel en el que se hospedaban, había sido un día tedioso, además de cansado, para ambos. El estrés por las prácticas libres, les generaba un nivel de frustración casi extremo, que los tenía tan callados y apartados de la vida real.

No habían vuelto a estar solos o a hablar desde que ambos hicieron sus respectivas confesiones, el ajetreado día que esperaban tener les cayó encima una vez salieron de la burbuja de amor que habían formado por varios minutos, a la realidad, es decir, las prácticas en el circuito.

Ahora Charles acompañaba a Carlos a su habitación, por petición de este, quien le había dicho que quería seguir charlando con él y que, era capaz de tomarse toda la noche para escucharlo.
La suite estaba impecable y lucía excesivamente cómoda, tanto que Leclerc no dudó ni un segundo en correr hacia la enorme cama y lanzarse sobre esta, quedando con la mirada fija al techo.

A los pocos segundos, fue acompañado por el otro piloto, quien se recostó a su lado, tomando ligeramente su mano.

— ¿Cómo te sientes ahora? —inquirió el español, mientras se giraba a mirarlo.

En este momento, para Carlos, Charles era el ser más hermoso que sus ojos podían haber visto, la manera en la que sus ojos verdosos se iluminaban por las luces del lugar, sus curvadas pestañas, su perfecta nariz y el rosa que decoraba su rostro, le daban un aire a inocencia que hizo que el corazón de Carlos se desvaneciera. Lucía tan lindo que era capaz de quedarse observándolo durante la eternidad.

El monegasco emitió un sonoro suspiro y lentamente se giró para mirar al hombre que yacía a su lado, rápidamente sus ojos se desviaron a los gruesos labios del español, los cuales lucían rosados y brillantes, de alguna manera, apetecibles, por lo que, no pudo evitar acercarse lo suficiente a él para dejarle un casto beso.

—Estoy mejor ahora —fue lo único que atinó a contestar, dirigiéndole una sonrisa sincera.

Charles se movió y logró recostarse sobre el pecho de Carlos, pudiendo escuchar los acelerados latidos de su corazón, por inercia cerró sus ojos centrándose únicamente en aquel sonido tan relajante y el sube y baja lento de la respiración del contrario.

—Quiero que me cuentes las cosas, Charles —a los pocos segundos habló Sainz, en un tono de voz muy bajo, como para no interrumpir la paz del chico de Mónaco —. Quiero conocerte más, para poder saber cómo ayudarte y entenderte mejor.

Leclerc escuchó aquellas palabras y permaneció en completo silencio durante un largo periodo de segundos, aún percibiendo el calor corporal de Carlos, al igual que el ligero toque que él tenía sobre su espalda. Realmente no quería hablar, pero ya había tenido suficientes problemas con guardarse las cosas, que no podía permitírselo de nuevo, además, si Carlos quería saber sobre él, eso significaba que le interesaba.

— ¿Qué quieres que te cuente, Chili? —repitió aquel apodo que sabía que a Carlos se le había muy infantil, pero que había escuchado un montón de veces.

Carlos se rio al escucharlo hablar y subió el toque de su mano, hasta el cabello del monegasco, acariciando este.

—Cuando tú lo dices se escucha tierno —no podía dejar de sonreír —. Pero bueno...eh, no sé, quiero que me expliques porqué tienes ese enorme miedo de que todos te traicionen o la duda de que la gente te quiera, sé que en parte es sobre lo de tu relación pasada, pero nunca me lo contaste bien.

Charles se acomodó sobre Sainz y empezó a trazar figuras con la punta de su dedo sobre el pecho contrario, sintiéndose un poco incómodo.

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