Capitulo 16

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Felicia

Ayer, puedo presumir, tuve el mejor sexo, la mejor garchada, la revolcada de mi vida, con nada más y nada menos que uno de los morochos más lindos de la argentina.

Pero todo lo bueno trae algo malo, me duele absolutamente todo el cuerpo, ¿Si eso me hace arrepentirme? JAMAS. Hasta el día que me muera voy a revivir al menos una vez al día lo que paso ayer.

¿Vieron que en los vídeos lo veíamos como el más turró de la Scaloneta? Absolutamente todas sabemos que nos imaginamos a Enzo haciendo estás cosas y no era el más suave precisamente. No hay dudas gente, es como lo imaginábamos. Me dió LA revolcada. No fue una más, no no, fue LA.

Ahora estoy dando clases, porque bueno, uno tiene que volver a su vida normal quiera o no.

Pero lo que más me hace ruido de todo esto, es que no hable con Enzo. Anoche nos despedimos con un beso en la boca, y me fui a dormir. Desde ahí no supe más nada de él, ni un mensaje, no un nada.

Ya es mi hora de salida en veinte minutos, y no dió señales. Si, perdón, pero soy la más intensa sin querer. Es que ¿Cómo no serlo? No me sale. ¿Y si no le gusto? Capaz fue bueno para mí nada más, y él no lo sintió igual. Capaz fui muy exagerada con mis pedidos sexuales. Ay no se. Ya me estoy haciendo mucho la cabeza y no me gusta para nada, se supone que esto no tiene que ser así.

...

Entro al edificio tirando las llaves al aire y atrapandolas, estoy de muy buen humor. No sé porque sera, nótese el sarcasmo. Venía sonriendo y mordiéndome el labio acordándome como me tenía agarrada contra el sillón, ya es como la tercera vez en el día y lo peor es que me caliento.

Tire las llaves y levanté mi mirada, cuando las estoy por atrapar me chocó contra alguien haciendo que estás caigan y yo me vaya más atrás. Mis ojos caen en el morocho más lindo del edificio, el cual tenía una sonrisa de oreja a oreja, hasta las muelas tiene blancas.

— Que humorcito manejamos hoy eh. —me jodió y se agachó a levantar las llaves que se me habían caído.

— ¿Yo? Estoy igual que siempre, no sé que decís. —me encogí de hombros. me hizo cara de que hambre y me empujó levemente.

— Estás cómo si te hubieran pegado una linda revolcada. ¿Al final conseguiste el casado que te calentaba? —largue una carcajada.

— Supuestamente está soltero, pero un luchon también me sirve. —subi y baje mis cejas.

— Sos terrible eh. —me di el lujo de mirarlo de arriba a abajo, tiene un buzo blanco Nike, con capucha, jean negro ajustado y unas deportivas blancas con la gorra haciendo juego.

— ¿A dónde se supone que vas tan fachero? —con mi ceja levantada.

— No sabía que tenía que darte una agenda de lo que hacía, te garche nomás Feli. —mi corazón se paró, su sonrisa nunca se fue y ¿Lo dijo jodiendo o no? Me quedé sin saber que decir.

— Preguntaba nomás. —dije bajito sin mirarlo a los ojos, pase por su lado y fui casi corriendo al ascensor, sus pasos atrás mío se escucharon segundos después. Me agarró del brazo y me giro.

— Para profe, estaba jodiendo nomás. Voy a verla a Oli, dice que está preguntando por mi. —sentia mi cuerpo temblar, estoy nerviosa, me dio mucha vergüenza. Solo era un halago y de curiosa nomás.

— Mándale muchos besos a Oli de mi parte. —mi voz temblaba como si estuviera a punto de llorar, pero no tengo ganas de llorar, solo de esconderme en mi departamento y no salir más. Apreté fuerte y repetidamente el botón llamando al ascensor, pero no daba ni señales. Bufando me gire para ir por las escaleras pero Enzo corrió y se puso entre ellas y yo tapando con sus brazos.

— Feli para, en serio era una joda. No te pongas así. —miraba atrás de él hacia mi escape.— Felicia te estoy hablando. —chasquee con mi lengua y lo empuje desde las costillas.

— Permiso Jeremías, a ver. —se corrió y pase a las escaleras, subiendo los escalones que me separaban de mi escondite. De la nada me tomo con su mano del pelo, en la parte de atrás haciéndolo un puño, y a la vez que me pegaba a la pared él se pegó a mi.

— ¿Sabes que cuando me decís Jeremías me pones la pija al palo? —mis ojos estaban completamente abiertos.— Te dije que era joda Felicia, ¿Te pensas que me da miedo decirte a dónde voy? —sus ojos iban entre los míos y mi boca.

— Parece que si, porque rápido te cubriste con esa pelotudez que dijiste. —me cruce de brazos, todavía agarrada por él, y mire hacia otro lado.

— Mira Felicia. —me señalo con sus cejas en alto, amenazadoramente.— Ayer garchamos, te di la mejor garchada que pude haber dado en toda mi vida, me hiciste acabar como ninguna pudo nunca, después te fuiste y no me mandaste ni un mensajes y hoy apareces como si nada. Cómo si entre nosotros no hubiera pasado nada. —abri mi boca sorprendida.

— ¿Que? Vos no me mandaste mensaje, todo el día estuve esperando. —aprete mis labios por la confesión inesperada de mi parte, inconsciente más que inesperada.

— Así que estabas esperando. —ahora con su otra mano me agarró de la cintura mordiéndose el labio. Enterró su cara en cuello dejando besos ricos.— Ay Felicia, cómo me pones no te das una idea. —inspiro hondo con su nariz, llevándose todo mi aroma. Yo por mi parte subí mis manos por su pecho, sintiendo la tela de algodón bajo mis dedos, y llegando a sus hombros apoye mis manos en ellos.— No pude dejar de pensar en toda la noche lo que paso, casi no dormí, y cada vez que me acuerdo me dan ganas de cruzarme y darte otras nalgadas. —sus dientes mordieron la zona más sensible de mi cuello y mis caderas se movieron hacia adelante buscando contacto con él. Teniéndome todavía del pelo pegó su boca a la mía, nuestra respiración se escuchaba en ese tramo de escaleras como si estuvieramos en una película porno de mala calidad, se escuchaba fuerte y acompañado del ruido de nuestros labios separándose.

Entrelazó su lengua con la mía, la saliba salía de a litro, y me daba más placer, estaba todo tan resbaladizo. Estos besos son los que me hacen mojar. La mano que  estaba en mi cintura bajo lentamente hacia mi culo, apretandolo y pegandome más a él.

Un gemido salió de mi, haciéndolo temblar.

De un momento a otro escuchamos pasos y ruidos de llaves bajando las escaleras. Lo empuje por el pecho haciéndolo que se aleje de golpe, un hilo de saliba quedó entre nosotros y manotee el aire sacándolo. Enzo me miraba con ojos lujuriosos y me tomo del brazo llevándome escaleras abajo, pero tironee soltandome.

— Jeremías, para. Tenés que ir a ver a Oli, ¿A dónde me llevas? —se mordió el labio estando unos escalones más abajo, me agarró del culo pegandome a su pecho, yo quedaba una cabeza más arriba que él.

— Vamos un ratito a mi auto. —ya sabía lo que quería y negué.— No vamos a hacer nada que no quieras. —lo mire con una ceja alzada.

— Los dos sabemos que yo voy a querer que me garches Enzo. —me dió una nalgada y se alejo.

— Me voy, pero espérame así te doy una linda revolcada. —vimos cómo bajaba una señora apurada con bolsas.— ¿Querés leche? —mi corazón se paró, ¿Es boludo?— Así compro de pasada cuando vengo. —fua, este hombre me va a matar.

— Si Enzo, por favor. —le seguí el juego acariciando su pecho.

Asintió con una sonrisa y bajo las escaleras sin dejar de mirarme, antes de desaparecer me guiño un ojo y yo subí las escaleras con una sonrisa que podía iluminar todo a su al rededor, de eso estoy segura.

Compañera de juegos (Enzo Fernandez)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora