Capítulo 15

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Estaba lloviendo en esa mañana de miércoles. Tatiana y yo estábamos desayunando en el sillón mientras contemplábamos las gruesas gotas golpear contra la gran ventana de su sala de estar. 

—¿Ya sabes qué vas a decirle cuando la veas? — me preguntó ella en medio del ruido blanco compuesto de truenos, ráfagas y el golpeteo de las gotas sobre el suelo. 

Levanté la cabeza de mi cuenco de avena en dirección a ella. Estaba hablando de Dawn. 

La noche anterior había logrado que hiciera algo que, en diez años, jamás creí que podría hacer: pedirle a mi ex mejor amiga que me acompañara a almorzar a las 12:30 del mediodía para arreglar nuestros problemas. Mientras más pensaba en ello, menos ganas tenía de ir, sin embargo, sabía que mi hermana no me lo permitiría. Al parecer, se había vuelto su meta personal reunirnos, lo cual me parecía del todo extraño, pues nunca pensé que le importaría tanto mi vida personal. Evidentemente, estaba equivocada. Desde que había colgado ese teléfono hasta horas antes del horario de nuestro encuentro, Tati no había parado de mirarme con esos ojos traviesos, como el mago que ha hecho de las suyas y está listo para el inesperado truco final.

— No lo sé, sinceramente, ¿por qué no me ayudas? Fue tu idea después de todo — dije mientras embarraba mi cuchara en avena y la llevaba a mi boca con la nariz arrugada como la de un niño engreído. Mi hermana no pudo evitar echarse una carcajada. 

— Oh, Cathy, eres hilarante. — respondió entre risas con una mano en su panza — Solo déjate llevar por lo que sientas, no hay necesidad de planearlo todo, ¿sabes? 

Lo que más odiaba de que mi hermana pequeña me conociera tan bien no era que echara en mi cara todas las cosas que no quiero ver sobre mí misma, sino que, además, sonriera con superioridad mientras lo hacía. En esos momentos me llamaba al silencio, pues no hay nada peor que negarlo todo frente a alguien que te conoce mejor que tu propia sombra. 

Una vez se hicieron las 11:30, Tati se despidió de mí y salió por la puerta de entrada envuelta en un pilotín morado, su paraguas de flores en la mano derecha y el bolso de baile en la izquierda. Suspiré al verla partir sabiendo que en cualquier momento tendría que ser yo la que se fuera. Dawn había sugerido que nos encontráramos en un pequeño pub que se hallaba justo cruzando la calle de su hotel por la Avenida Nothumberland. Había sonado particularmente entusiasmada por aceptar mi propuesta, lo cual me había parecido inesperado pues suponía que después de nuestro encuentro días atrás ella no tendría ganas de verme nunca. Supuse entonces que debía tratarse de algún tipo de trampa que tal vez ella quería algo de mí y que por eso le había mentido a mi hermana cuando se la había encontrado en la calle. Era demasiada la casualidad de que de repente ella se encontrará en la misma ciudad que yo dos días después de habernos visto. Y no quería decir que creía que ella estaba siguiéndome, pero por un momento genuinamente lo creí.

Di un último vistazo al reloj de la cocina antes de irme, eran las 12 menos 10 minutos, debía salir de allí volando. Tomé prestados un pilotín y un paraguas de mi hermana, me puse el bolso en el hombro, tomé las llaves y me fui.

Recordé que mi hermana me había dicho que en la esquina de su edificio solían pasar los autobuses que se dirigían exactamente a Trafalgar Square, entonces me dirigí a la parada. Tanto la calle como la acera estaban empapadas de agua la lluvia no había parado de caer ni un solo segundo. Aquellos metros que hice desde la entrada del departamento de mi hermana hasta la esquina habían sido los más difíciles de mi vida pues había tenido que hacer fuerza contra el viento y la pesada lluvia las cuales intentaban empujarme hacia atrás. Luego de mucho esfuerzo logré llegar hasta allí. Me refugié debajo del techo de la parada de autobús y me quedé parada allí esperando al menos unos 5 minutos hasta que finalmente vi a la distancia acercarse aquel vehículo rojo distintivo del paisaje londinense.

Nuestro atardecer doradoWhere stories live. Discover now