Capitulo 17

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Esa noche me despedí de mi hermana y de Londres, al menos por un rato. Mi padre me paso a buscar por el departamento y volvimos juntos a nuestro amado y querido Broadstairs. Pude notar por lo oscurecidas que tenía las bolsas debajo de sus ojos que evidentemente debía estar muy cansado. Durante el largo viaje de dos horas prácticamente no me dirigió la palabra, tenía la mirada clavada en la autopista, el ceño fruncido y los brazos rígidos. Y si bien mi padre nunca había sido un hombre de muchas palabras, debo admitir que me asombró su repentino silencio, más aún siendo que no me había visto por dos días. Solo me había preguntado dos cosas, primero una vez que me subí al auto, me preguntó si estaba bien, y segundo, cuando ya habían pasado cuarenta minutos de viaje, si la conferencia había sido aburrida. Debo admitir que ambas veces respondí de forma escueta. Tal vez era por la incomodidad que me generaba su ausencia en la conversación, como si ese día estuviera en otro plano, y tal vez por eso no sentía la energía para entablar una charla más profunda.

Intenté no darle demasiada importancia, al menos me convencí de eso una vez que llegamos a su casa. Tuve que recordarme a mí misma que Joe llevaba haciendo ese maldito viaje diario por tanto tiempo que tenía derecho a no estar de humor cualquier miércoles por la noche.

Ninguno de los dos insistió para cenar juntos. Cuando el reloj dio las 8, nos despedimos y cada uno se dirigió a su habitación.

En el momento en el que abrí la puerta del cuarto de huéspedes, todas mis preocupaciones se fumaron al ver el tierno rostro de mi gatita, Melanie, quien me miraba desde la cima de una pila de almohadas que tenía sobre mi cama. Una enorme sonrisa se dibujó en mi cara. Me recosté a su lado y comencé a darle besos frenéticamente, lo cual la fastidiaba, lo sabía por la expresión de sus ojos, sin embargo, ella no se movía ni me atacaba. Luego de un rato, cuando la intensidad cesaba, me respondía moviendo su cola en señal de que estaba feliz de verme también.

Media hora después, una vez que me cepillé los dientes y me puse el pijama, me recosté sobre la cama y coloqué a mi gata sobre mi pecho, y mientras acariciaba su espalda, dejar de pensar en todo lo que me había pasado ese día.

Dawn era inocente.
Thomas estaba muerto.

Tal como al mediodía, una triste lágrima comenzó a caer por el costado de mi mejilla hasta mi oreja derecha. No me permití llorar más que una.

- ¿A ti también te abandonó tu padre de pequeña? - le pregunté a mi gatita retóricamente, pues sabía bien que los únicos seres vivos que le daban importancia a los vínculos en términos de separación y apego éramos los humanos y que, por más que mi gatita levantara su cabeza y maullara después de que yo le preguntara aquello, no significaba nada más, pues ella no tenía modo de saber que alguna vez había tenido algo a lo cual llamar y reconocer como padre.

Dejé pasar unos segundos en silencio, luego volví a hablar.

- Tampoco sabrás decirme si es probable que mi madre se arroje del acantilado si se entera de que el amor de su vida ha estado muerto durante más de 30 años, ¿verdad?- nuevamente mi gata levantó la cabeza confundida por los extraños sonidos que estaba oyendo provenir de mi boca. - ¿No?... ¿Acaso no fuiste tú a estudiar en la universidad el comportamiento humano, Catherine? - pregunté refiriéndome a mí misma en un tono de voz agudo y burlón como el que usan las personas cuando hablan con bebés o con animales, fingiendo que era mi gata la que estaba preguntándomelo a mí.

Esta vez, la reacción de ella fue levantarse e irse, pues se ve que ya no podía soportar mis delirios, los cuales, aparentemente, habían ido demasiado lejos.

Mi gata tiene razón, pensé para mí misma, pues no había nadie más que yo capacitado para dirimir sobre las posibilidades del estado de salud de la mujer que me había criado y con quién había vivido la mitad de mi vida. Agregando al hecho que yo, a diferencia del 90% de las hijas del mundo, había estudiado la mente humana, y supuestamente debía ser capaz, nadie de identificar si decirle o no la verdad a mi madre podía ser un riesgo o no.

Nuestro atardecer doradoWhere stories live. Discover now