Capítulo 3 [Corregido]

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Despierto cuando los golpes en mi puerta no cesan. Me froto los ojos medio dormida y me levanto con un bostezo. Por primera vez en mucho tiempo he dormido más de cuatro horas seguidas y sin pesadillas.

Me alejo del sofá para ir a abrir la puerta.

– Hola preciosa, ¿tienes comida? – pregunta al verme.

– Buenos días a ti también Haymitch.

– ¿Me das los buenos días a las dos de la tarde? – pasa dentro sin mi permiso.

– Claro que puedes pasar, estás en tu casa– digo en voz baja y sarcástica mientras cierro la puerta–¿Qué es lo que quieres Haymitch? – me dirijo a la cocina, donde se ha tomado la libertad de empezar a rebuscar en mi nevera.

– Ya te lo he dicho: comer, ¿estás sorda preciosa? –sonríe divertido y yo le miro mal.

– Sólo hay sobras del estofado de cordero de ayer, si eso es lo que buscas– informo cruzándome de brazos.

– Me sirve – sonríe otra vez y saca lo que queda de estofado para comérselo–. Veo que Peeta ha estado aquí...– no tarda en darse cuenta de la existencia de las galletas y la barra de pan que se encuentran sobre la mesa.

– Te equivocas, él no ha estado aquí. Yo me he pasado por su casa y me lo ha dado– hago un aspaviento con la mano para restarle importancia.

– Ya veo... –por el reflejo de la ventana veo que su sonrisa decae un poco– ¿Has hablado con él? – trató de sonar indiferente mientras me daba la espalda y se servía la comida en un plato.

– Un poco – admití–. Parece estar...bien– comenté intentando sonar convincente.

Haymitch agachó la cabeza y removió con la cuchara el estofado. Ambos sabíamos que aquello era mentira. El Peeta que había vuelto al 12 era un superviviente de la guerra y la tortura, un fantasma de la persona que fue antes de todo eso.

– Las ha pasado canutas durante su recuperación en el Capitolio...– dijo en voz baja y ronca. Se dio la vuelta y se sentó a la mesa. Nos quedamos en silencio por el peso de la situación–. Esto no debería haber sido así. Mi deber era cuidar de los dos y os fallé- le tembló un poco la voz y se negó a levantar la mirada–. Él no debería estar pagando el precio de mis errores– noté cómo la rabia e impotencia trepaban por su voz.

– Hubo muchos factores que provocaron el fracaso del rescate de Peeta. Hiciste lo que pudiste y fallaste, pero no es todo culpa tuya. Te recuerdo que no fuiste tú quien lo torturó.

El silencio reinó en la cocina de nuevo. Sabíamos que Peeta había sufrido mucho y que no volvería a ser el mismo, pero había una promesa flotando entre aquel silencio: haríamos lo que fuera necesario para ayudarle a superar esa etapa dolorosa.

– ¿Has planeado algo para acercarte un poco a él?

– La verdad es que no.

– Pues hasta ahora parece que te ha ido bien– señaló las galletas burlándose.

– Yo no he planeado nada– me defendí.

– Sí claro, lo que tú digas, pero sigue así– me dedicó una sonrisa pícara y levantó ambos pulgares en forma de aprobación.

– ¿Qué no has planeado? – salté en mi sitio por el susto y me giré bruscamente con el corazón a mil. Peeta se encontraba de pie en la puerta de la cocina.

– No, nada– negué con la cabeza y miré a Haymitch para que mantuviera la boca cerrada. El cual lo hizo, pero no me libró de su sonrisa burlona– Por cierto, ¿cómo has entrado? – cambié de tema.

"There will always be hope" - Peeta y KatnissDonde viven las historias. Descúbrelo ahora