Capítulo 9 | Caos y sangre.

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Ran

Me encontraba manejando a altas velocidades por las calles, estaba desesperado al recibir el llamado de Rindou diciéndome que estaba herido y perdiendo mucha sangre. Mis manos no dejaban de temblar.

Flashback

— ¿Hermano? Estoy ocupado ahora. –atendí el teléfono bajo la mirada atenta de Galatea.

— Ran, ¿puedes venir? Estoy lastimado. –murmuraba Rindou desde el otro lado de la línea.

— Claro, ¿es urgente? –escuché ruidos de disparos y gritos por el parlante, tenían que cerrar un trato con Kakucho y el pelirrosa. Tuve que alejar el teléfono de mí, podía escuchar gritos desgarradores de Sanzu también.

— Tengo frío, ven. –susurró.

— Ya voy.

Fin del flashback

Al parecer la situación estaba fuera de control, mi hermano estaba grave y aunque lo ideal sería llevarlo a un hospital para ser atendido, la mierda en la que estábamos no nos permitía esa opción, algún médico que acepte plata por otros medios o privado exclusivamente comprado por Koko sería lo más viable.
Perder a mi hermano sería morir yo también, tenía que hacer lo posible para ir a ayudarlo.

Mi teléfono volvió a vibrar indicando en la pantalla el nombre de Kakucho.

— Estoy cerca. –atendí sin despegar la mirada del camino.

— Apúrate, tu hermano es el que peor está. Nos emboscaron. –cortó.

Al llegar, salí del auto sin importar nada y corrí hacía el edificio donde nos indicaron que era la junta. Las vistas de afuera eran una fachada, al entrar todo se veía destruido y arruinado, paredes con graffitis, escombros por doquier, muebles rotos.

— ¡Kakucho! ¡Rindou! –grité.

— ¡Ran, aquí! –escuché el grito y corrí en dirección a las voces.

Kakucho sostenía a Sanzu quien se encontraba lleno de sangre y ejercía presión en su brazo, el cual parecía haber sido atacado con un machete.

— Encárgate de Rin. –dijo el pelinegro llevándose a rastras al otro hombre con él.
Mi vista buscó en el destrozado lugar al menor y mis ojos se llenaron de lágrimas.

— ¡Rindou! Estoy aquí, vine por tí. –palmeé su rostro, estaba respirando lento y su cuerpo estaba frío. Mi hermano abrió despacio sus ojos y me sonrió.
Tenía un disparo en su estómago y un corte muy profundo en su pierna, el charco de sangre alrededor de su cuerpo era enorme. A él también lo habían atacado con lo mismo que al pelirrosa.
— Necesito que aguantes un poco, voy a cargarte hasta el auto. –le expliqué buscando que asienta para poder cargarlo, no lo hizo. Sería difícil porque él es más musculado que yo pero lo intentaría. –buscaré un médico que te cure rápido, no me abandones Rin.

— Un hospital. –susurró. Soltó varios quejidos al ser movido cuando lo cargaba para dirigirnos al auto.

— No puedo llevarte a uno Rin, buscaré un doctor sino te curaré yo. –temblaba mi cuerpo, esto ya no es adrenalina, estaba aterrado por perderlo. El corte en su pierna era tan grande que podía ver la carne y la grasa del muslo. — No te duermas, aguanta lo más que puedas.

Conduciendo hacia las oficinas de Bonten, llamé a Kokonoi y le pedí que enviara a una de las enfermeras que suele contratar para emergencias como éstas. Pasé todos los semáforos en rojo y tocaba bocinazos en cada esquina, podría haber ocasionado accidentes pero poco me importaba en estos momentos.

(...)

— Está a salvo, perdió mucha sangre y necesita reposo pero logramos estabilizarlo. Cambia sus vendas seguido, nada de fuerza, las pastillas para prevenir infecciones están en la mesa de noche y debe tomarlas cada seis horas.– me miró la enfermera saliendo con una gran maleta de la habitación. Era aproximadamente de 70 años o más, su cabello era corto, levemente rizado y grisáceo. Suspiré al oír que mi hermano está bien. – Ahora iré a desinfectar y coser el brazo del jovencito de allá.

Señaló a Sanzu quien estaba más pálido de lo usual mientras seguía presionando su brazo y mirando un punto fijo en el suelo, Kakucho por su parte estaba siendo curado por Takeomi y Kokonoi iba de aquí para allá con su tableta. No había señales de Mikey por ningún lado.

Me metí en la habitación para ver a mi hermano, nos han disparado muchas veces pero nunca la situación ha llegado a ser así. Una nueva experiencia.

Miré el reloj de la oficina, 4:32 a.m.
Rindou estaba acostado en el sofá de mi oficina, descansaba por los calmantes. El disparo en su estómago no había tocado ningún órgano y se pudo encontrar la bala fácilmente, sin embargo, la peor parte estaba en su pierna, el corte casi llegaba a la vena safena y podría haber muerto desangrado. Tuve que salir de la habitación cuando la enfermera empezó a coser su pierna por la impresión. Tardaría mucho en recomponerse.

Prendí la calefacción de la habitación e intenté taparlo con algún que otro abrigo que tenía en el perchero. Dormiría en la silla de la oficina así sea incómodo pero no me iría de aquí. Rindou irá a hacer el reposo a mi casa.

— Casi te pierdo, me asustaste. –besé su frente, si estuviera despierto hubiera recibido una bofetada como respuesta. Palmeé los bolsillos de mi pantalón en busca de mi teléfono y no estaba, carajo, en algún lado estará.

Galatea

— ¿Y qué más? ¿Hicieron cosas puercas?

Tapé mi rostro avergonzada ante la pregunta de Kazutora, quién subía y bajaba sus cejas rápidamente.

— No, no hicimos eso. Lo quise invitar a pasar la noche pero le surgió algo. –expliqué.

— ¿Estará casado? Gal, mirá tú si eres la amante, no puedes aceptar eso. O sí, no sé, sácale dinero.

— Shhh. –le dediqué una mala mirada y me giré a atender al cliente que se encontraba entrando a la farmacia. – Buenos días, ¿en qué lo puedo ayudar?

Lo que yo no sabía, es que el supervisor estuvo escuchando esta conversación todo el rato.

(...)

Miré mi móvil y eran casi las seis, empezaba a anochecer y no tenía mensajes de Ran, no contestó los mensajes que le envié y su última conexión fue a las 4 de la madrugada.

¿No le habré gustado? La pregunta de Kazutora quedó resonando en mi cabeza, ¿y si en verdad era casado? ¿Le habrá pasado algo? Con tantas preguntas y ninguna respuesta no haría nada.

Guardé mi móvil y terminé mi jornada en la farmacia, odiaba no tener turnos fijos últimamente. Mi vida lentamente se volvió un caos.

— Adiós Kazu. –besé su mejilla y emprendí mi camino a casa un poco desilusionada.

Galatea | Haitani brothersWhere stories live. Discover now