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Encendió el auto y comenzó a manejar para ir de nuevo a su hogar, que realmente no quedaba muy lejos, pero la pereza de caminar algunos kilómetros siempre era mayor y sabía que su hijo no tendría la energía suficiente como para caminar siquiera el primer kilómetro, por lo que tendría que cargarlo la mayor parte del tiempo.

Después de salir del kinder al que iba su hijo no había dicho una sola palabra. La mirada recriminante del profesor seguía grabada en su mente. Esos ojos oscuros, sin brillo, con ligeras marcas de ojeras y esos labios rosados, pero que carecían de humectación seguían en su mente.

No podía dejar de pensar en él. ¿Por qué tenía que ser casado? ¿Y por qué su hijo tenía a un profesor tan guapo? A pesar de que la actitud del omega había sido desafiante y todo menos agradable, al menos hacia él, eso había provocado que algo en su corazón se moviera, y no sabía si eso le disgustaba o le parecía atractivo.

── Papi... ──la voz tímida de su hijo resonó en sus oídos. Emitió un ligero sonido indicando que estaba escuchándole e invitando al menor a que siguiera hablando. ── ¿Estás enojado conmigo porque no me apresure? ──la voz de su pequeño sonaba cada vez más baja y quebrada. Ante ello negó con la cabeza y le miro por el espejo retrovisor.

Su corazón se estrujo al notar los ojitos del niño llenos de lágrimas y su pequeña nariz tornarse de color rosa. Reprimió sus labios y dio un ligero suspiro. No estaba enojado con el niño de ninguna manera, pero se permitía imaginar que quizás su silencio había sido suficiente como para que el niño pensará que sí.

── No, Ramón, no estoy enojado con vos. ──respondió mientras daba vuelta al volante para estacionar el auto en la cochera de su hogar.

Dirigió su vista de nuevo al espejo retrovisor y pudo notar como su pequeño hijo limpiaba sus ojos con la manga del suéter que llevaba puesto mientras asentía, con una sonrisa. Aquello le hizo sonreír mínimamente.

No iba a admitir nunca que le dolía la manera en la que los ojitos de su hijo se llenaban de lágrimas y su voz se quebraba rompiendo en llanto, porque lo hacía, pero no podía permitirse mostrarse débil. No ante su heredero y mucho menos ante la gente. Quizás sus métodos eran un tanto cuestionables y hasta cierto punto podía permitirle a la gente pensar que odiaba a su bebé. Pero en realidad su forma de actuar desinteresada, ruda y hasta un poco brusca era para que su hijo creciera siendo fuerte. Porque Ramón tenía que aprender que el mundo sería injusto con él y por eso mismo debía desarrollar una personalidad inquebrantable e imponente, así como él lo había hecho.

A pesar de que su hijo había nacido en un matrimonio arreglado, en donde no existían sentimientos entré él y su pareja, no podía evitar sentirse emocionado al ver la dulce sonrisa de Ramón, ni mucho menos podía controlar el impulso de querer moler a golpes al que se atreviera a hacerle daño a su pequeño. Era un padre ausente emocionalmente y lo sabía, pero de alguna u otra manera debía enseñarle que el amor no iba a ayudarle a ser un hombre exitoso, ni mucho menos podría con sus negocios ilícitos.

Aunque hubiera preferido alejar a su hijo de todos los negocios chuecos que manejaba y que carecían de moral, ya no había vuelta atrás. Sus planes se habían visto frustrados cuando su padre dio la noticia de que su hijo sería padre, avisándole sin querer a sus socios de que ya existía un heredero para seguir con sus negocios.

Fue hasta que los llamados de su pequeño le trajeron de vuelta a la realidad. Por un momento se había olvidado que seguían en el auto y se había perdido en sus pensamientos.

Moviendo su cabeza ligeramente se permitió volver a la realidad completamente, abriendo la puerta del auto para salir del mismo y cerrarla para dirigirse hasta la puerta trasera donde su hijo esperaba en la silla asegurada. Ramón podría ser un niño, pero jamás permitiría que algo malo le pasará, y, conociéndose al conducir, prefería tener cuidado con su bebé.

Desabrocho cada uno de los seguros que mantenían a su niño quieto en el asiento y lo alzó en brazos. Ramón ágilmente se abrazó de su cuello aferrándose y haciendo más fácil acomodarlo para cargarlo con un solo brazo, para con la mano libre tomar su pequeña mochila y el libro de colorear que le había prestado su profesor.

── ¿Lo querés? ──alza una ceja y muestra con desinterés el libro de portada pintoresca, recibiendo un pequeño asentimiento con timidez de parte del niño. Sonriente le ofrece el libro, mismo que es tomado entre las manos pequeñas.

Después de aquello y asegurándose de no dejar nada importante en el auto, camina hasta la entrada de la hermosa casa moderna. La gran puerta de madera oscura es abierta apenas se dejan ver frente a ella, dejando ver al beta sonriente. Spreen sonríe a medias al notar el buen humor de su pareja.

── Ramón! How was the school, my son? ──la voz cálida y gruesa de Fit hace reír bajito al menor en sus brazos, quien estira sus pequeños brazos pidiendo ser cargado por su otro padre.

Spreen no rechista y le cedé al menor con cuidado, acomoda la mochila mejor en su antebrazo y se limita a esperar para entrar en su hogar para dejar las cosas del niño. Todavía tenía pendiente una cena de negocios y algo de trabajo acumulado en la oficina.

Fit capta rápidamente y se mueve a un lado para darle espacio, sin dejar de mimar a su pequeño, preguntándole cómo había sido su regreso a clases después de algunas mini vacaciones y mostrándose interesado por las actividades que había hecho.

El alfa simplemente se dedicaba a escuchar los relatos emocionados del menor diciéndole a su padre que había hecho una ovejita con algodón y ojitos que se movían de manera chistosa. Las risas cómplices del beta y su cachorro resonaron en la longitud de todo su hogar, haciéndole sentir cálido.

Su matrimonio sin duda alguna no había sido algo que le emocionará, pero tampoco estaba tan disconforme con la vida de casado y siendo un padre de familia. Después de todo, escuchar las risas de su cachorro siempre sería algo que le haría sentir contento y tener que convivir con una buena persona como lo era su pareja le parecía un poco gratificante.

Aunque sin duda alguna tener una familia y un trabajo estable y abundante, no evitaba que a partir de ese momento la necesidad por ver de nuevo aquellos ojos rasgados que se habían grabado tan bien en su mente. Y no importaba si se sentía muy culpable por pensar en alguien más siendo casado y un hombre de familia, después de ese día lucharía por volverlos a ver, y era inevitable. El profesor de su hijo se había convertido en su nuevo capricho.





















un mini fanart de mi bebé. 🤸🏻‍♂️

unfaithful. ㅤ© spkity. ㅤ Where stories live. Discover now