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Una semana había pasado desde entonces. Spreen había estado yendo a recoger a su pequeño todas las tardes sin falta, cosa que llamaba la atención de los padres de los niños, en especial a Roier, que conocía de sobremanera al alfa.

Le parecía sospechoso el interés que tenía el alfa por recoger a su hijo todos los días de un día para el otro. Y más lo era porque Fit le había dicho que él siempre estaba ocupado a esas horas como para hacerlo atendiendo el bar y en sus negocios de dudosa legalidad. Era demasiado misterio, debía hablar con él, averiguar el porqué de su comportamiento. Dudaba que se debiera a que Fit estuviera incapacitado como para no hacerlo. No, descartaba la posibilidad, lo había visto tantas veces caminando con el pequeño Ramón dando un paseo que no le parecía lógico.

El comportamiento del alfa era sencillamente misterioso, y no un misterio al que ya estaba acostumbrado, si no a un misterio del que temía saber la razón para acercarse tanto a la escuelita donde su pequeño estudiaba. ¿Acaso Ramón le había dicho sobre lo acontecido días atrás? ¿Spreen había descubierto que su hijo había estado llorando? ¿Quizás alguien se había metido con él y ahora estaba analizando el terreno para atacarlo? Su paranoia le estaba llenando de ideas espeluznantes la cabeza.

Spreen era un hombre poderoso, con dinero y contactos, con solo chasquear sus dedos ya podía mandar a silenciar a medio pueblo si así lo deseaba. De tan sólo imaginar que alguien estaba en la mira del híbrido oso un escalofrío recorrió por todo su cuerpo. Roier trago duro y después de ver cómo su hijo entraba en la escuelita y se despedía de él junto a su sobrina dio media vuelta y tomó camino hasta el bar del pelinegro.

No iba a permitir que la incertidumbre le invadiera. Quizás ser un poco metiche no era bueno, pero tampoco podía ignorar la actitud del alfa. A lo lejos pudo notar el letrero iluminado del bar. Apenas puso un pie sobre el primer escalón para subir hasta ahí inhalo fuerte tratando de aclarar su mente y aliviar el estrés de su cuerpo, debía ser lo más neutral posible. Sacarle información al alfa era como jugar con una navaja de doble filo, si no tenías cuidado podías salir lastimado.

Subió de dos en dos los escalones, conforme avanzaba el olor a cigarrillos y alcohol comenzó a hacerse presente, haciéndole arrugar la nariz con molestia. El aroma del cigarro para su gusto era asqueroso.

Las puertas de cristal le reflejaron apenas llegó a ellas. Pudo notar su cabello vagamente alborotado, por lo que con sus manos trato de peinarlo un poco, no esperaba que la puerta se abriera de repente sacándole un gritito.

La risa conocida del alfa le hizo sonreír.

── ¡Pendejo! ¡Mentiroso! ¡Me asustaste wey! ──dramatizo golpeando el pecho tonificado del alfa de manera juguetona, caminando a la terraza.

── ¿Y vos qué haces peinándote con el reflejo de la puerta? Pensás que es espejo o qué, pelotudo. ──alega rápidamente Spreen sacando la cajetilla de cigarros y un encendedor del bolsillo en su saco. Apenas lo enciende y da una calada, Roier suelta un gruñido, pero no le presta atención.

── No me gusta que fumes. ──murmura recargándose en la barandilla de la terraza.

── No voy a dejar de hacerlo, vos sabés. ──da otra calada al cigarro entre sus dedos, botando el humo segundos después con pereza, apenas abriendo sus labios.

Roier rueda los ojos y asiente rendido: ── Lo sé, no lo dejaste de hacer ni siquiera porque te lo pidió tu hijo, menos lo harás por mí. ──el gruñido que sale entonado desde la profundidad de la garganta del alfa le hace apretar los labios. Estaba tentando terreno demasiado peligroso, pero sus palabras habían salido por si solas.

── ¿Qué querés, Roier? Vos no venís aquí, ¿qué buscas? ──ni siquiera le miraba a la cara, solo fumaba con tranquilidad admirando las vistas que tenía de toda la ciudad.

Fuck, maldice Roier. Pasar desapercibido era algo que nunca se le daba bien.

Resoplando al notarse atrapado dirige su mirada al alfa, tratando de hacer contacto visual con él.

── Va, me descubriste, quiero saber por qué te has acercado tanto al kinder, ¿detrás de quién vas ahora? ──la pregunta era directa y clara, no quería darle muchas vueltas, si ya lo había descubierto de nada servía tratar de desviarle.

El cigarrillo se termina, reducido a cenizas Spreen lo bota al piso antes de pisarlo: ── Quackity. ──suelta sin problemas.

La sangre de Roier se hela, quieto en su lugar y apenas respirando parpadea un par de veces atónito. Los murmullos nerviosos salen de sus labios sin sentido alguno, llamando la atención de Spreen.

── ¿Qué pasa, pelotudo? ¿Qué tenés? ──habla rápido tomando entre sus manos el rostro pálido del menor, inspeccionándolo curioso.

Los nervios de Roier se disparan al sentir el tacto del mayor en su piel, sintiendo un calor familiar subir a sus mejillas, notando que se estaba sonrojando, abriendo sus labios con sorpresa. Era la primera vez en años que volvía a sentir el tacto del mayor sobre su cuerpo después de haber roto todo lazo amoroso con él.

Ante el recuerdo sus ojos pican, sin embargo, no hay lágrimas. Toma con delicadeza las manos ajenas y se aleja. Carraspea incómodo limpiando su garganta, cayendo en cuenta de lo que pasaba antes de que su ataque de nervios llegará con el tacto impropio.

Ignorando que sus mejillas aún seguían teñidas de un cálido tono rosa chillante, trata de ser lo más serio posible, arrugando el ceño y afilando su mirada. Ante el cambio en las reacciones del beta, Spreen piensa que muy probablemente su querido amigo se ha vuelto más bipolar después del nacimiento de su hijo.

── Aléjate de él. ──su voz gruesa mostró que tan serio estaba siendo con ello. Spreen frunció el ceño indignado y alzó una ceja confundido.

── ¿Y vos quién te crees para exigirme eso? ¿Te gusta? ──la pregunta salió de sus labios con molestia. Lo que necesitaba, que alguien más estuviera interesado en el omega.

Roier sintió sus mejillas arder aún más. Por supuesto que no le gustaba Quackity, eran buenos amigos nada más. Admitía que a veces solían coquetear un poco y hasta a veces había roces inocentes, pero nada más. Más que gustarle, le quería y consideraba como un gran amigo, y por eso mismo trataría de alejarlo del alfa. En especial porque Spreen siendo un hombre casado, estaba claro que querría a Quackity por una aventura y nada más.

── ¿Qué? ¡No, no, no! No me gusta, es como un hermanito menor para mí, por eso mismo quiero que te alejes de él. No sé qué planes tienes para él y tampoco quiero saberlo, pero no confío en que sean buenos. ──se excusa ágilmente, cruzando sus brazos sobre el pecho, sin quitar la mirada del alfa.

El gruñido inconforme de Spreen le hace flaquear. Odiaba recordar lo que significaba eso. Inhalo de nuevo tratando de calmarse. El aroma de té de matcha que emanaba el pelinegro estaba volviéndose cada vez más fuerte.

── Escuchá, gil, vos no me decís que hacer, yo voy a acercarme cuánto quiera a Quackity, el pibe va a ser mío, así te guste o no. ──lo aprisiona contra el barandal, clavando sus ojos en él y apretando sin mucha fuerza los brazos del castaño que le mira sin creerlo.




















a veces el sproier me gusta, y a veces no, anyways, cositas pa' empezar con las vainas interesantes, ya mucho contenido soft, se viene el desmadre. modo diablo: activado. 😈

nomás aviso que lo escribí rápido y al pedo porque tenía la idea fresquita, así que muy probablemente existan más faltas ortográficas que hormigas en el mundo.

unfaithful. ㅤ© spkity. ㅤ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora