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Capítulo 1: favores

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"No me avergüenza admitir que si me faltan manos para salir adelante pediré las tuyas prestadas, muchos se han quedado en el camino por no tener el valor necesario de pedir ayuda a tiempo".

―Judith.



Aquella mañana de sábado Nathan salió del metro y miró frenéticamente a su alrededor. Tenía la sensación de que alguien le perseguía, y no se equivocaba. Caminó a paso ligero por la acera, sorteando hábilmente a los transeúntes con las manos enfundadas en los bolsillos y su cabeza semiescondida entre las solapas de su cazadora de cuero negro; tenía miedo de alzar la vista y ver a...

―¿Me estás evitando?

Nathan dio un respingo tras escuchar esa voz familiar a su espalda, inspiró profundamente y despegó la vista del suelo antes de girarse levemente para encontrarse con ella.

―No te estoy evitando, estoy caminando hacia mi casa, ¿es que no lo ves?

Judith se colocó delante de él impidiéndole el paso y cruzó sus brazos sobre el pecho.

―No me coges el teléfono, pasas completamente de mí... ¿cómo debo tomarme eso?

―Tómatelo como quieras; ahora, si me disculpas... —La apartó con la mano y siguió su camino.

―Ni hablar.

La joven lo retuvo del brazo.

―¿Qué diablos quieres ahora Jude?

―Necesito tu ayuda, somos hermanos y...

―Hermanastros ―corrigió él―, solo somos eso: Her-ma-nas-tros.

―¡Es lo mismo!

―Para mí no. Solo eres y siempre serás hija de la mujer adicta al crack que se tiraba mi padre.

―Oh, ya veo... Entonces tú solo deberías ser el hijo del borracho con el que estaba liada mi madre.

―¡Exacto! Veo que al fin lo has entendido; ahora, si no te importa...

Hizo el intento de esquivarla pero ella volvió a impedírselo.

―De cualquier modo somos familia y tu deber es ayudarme cuando lo necesito. ¡Vamos! ¡Yo lo haría por ti sin dudarlo!

―Pero es que ya te he ayudado unas cuantas veces, si no recuerdo mal. Además, tú y yo no nos llevamos bien, no veo por qué debería hacer algo por ti. Nuestra relación terminó en el momento en el que murieron nuestros padres.

Judith suspiró y se masajeó la frente con la mano.

―Tienes razón, hemos tenido altos y bajos, pero sabes que no estoy sola en esto y ella no tiene la culpa de nuestras diferencias. Ni siquiera tiene la culpa de ser hija de nuestros padres. Así que, te guste o no, sigues unido a mí de algún modo.

―A mí eso me da igual... A diferencia de ti yo sí sé pasar página. Deberías intentar seguir mi ejemplo, te iría mucho mejor en la vida...

Judith se mordió con fuerza el labio inferior, estaba a punto de perder los nervios, pero Nathan era su única esperanza y, le gustara o no, también era responsable de ella.

―No es cierto. ―Sonrió, dolida―. Intentas hacerte el duro, pero ambos sabemos que eso es solo una fachada y por lo que veo... ―Le miró de arriba abajo―, hace mucho que la dejaste atrás.

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