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—Hemos recaudado para nosotros cinco mil ciento cuarenta y seis euros.

—¿Bromeas?

—En absoluto.

—¡Genial! ¿Y cuánto le has dado a cada uno?

—Se han conformado con doscientos euros. No está mal.

Javi cogió su parte del dinero y lo guardó apresuradamente entre las páginas de su cómic favorito de Spider-Man.

Jota, en cambio, lo esparció sobre el escritorio de su cuarto y apiló los billetes por cantidades, poniendo en primer lugar los billetes más desgastados y de mayor valor.

—Aún te queda uno por vender, ¿no? ¿Qué hay de ese?

—¿Ese? —Jota señaló el maletín negro que descansaba contra la pata de su escritorio.

—Sí.

—La verdad es que no vale nada. No sé ni por qué te has molestado en traértelo.

—Era fácil de llevar, no pensé más.

—Suponiendo que encuentre un comprador, no creo que me den mucho por él.

—Es igual. ¡Por cierto! Se me olvidaba decirte que he quedado con Mario en el Atri, ¿vienes?

—¿En el gimnasio viejo?

—Sí, vamos a boxear un poco.

—No se hable más, ¡vamos! —aceptó con gusto.

El gimnasio permanecía cerrado por reformas. Los albañiles estaban habilitando las diferentes salas, colocando parquet y acabando de pintar las habitaciones.

Mario escuchó el timbre y abrió la puerta del garaje para dejar entrar a Javi.

—¡Qué pasa, tío! —Golpearon sus nudillos a modo de saludo—. Te presento a Jota.

Mario sonrió y saludó efusivamente al susodicho.

—Sé quién es. Me alegro de conocerte.

Jota asintió.

—¡Qué guapo te está quedando todo! ¡Es una pasada! —Javi se alejó y fue a inspeccionar por su cuenta.

—Sí... estoy invirtiendo todos mis ahorros, así que por la cuenta que me trae ya puede quedar bien.

Mario se colocó delante de Javi y le guio hacia la única habitación que estaba acabada.

—Y este es el ring. ¿Qué os parece?

—¿Pero qué...? ¡Es asombroso!

Jota silbó y tocó las cuerdas azules que delimitaban el perímetro de boxeo.

—Es un buen espacio para entrenar —admitió.

—Bueno, ya sabéis que cuando esté acabado esta es vuestra casa, podéis venir siempre que queráis —hizo su oferta sin dejar de mirar a Jota, con la esperanza de verle aparecer con regularidad en su gimnasio.

—Bueno —Javi se quitó los pantalones largos y los colocó en un rincón de la habitación—, hemos venido a lo que hemos venido... ¿quién empieza?

Comenzó a dar saltitos de un lado a otro a modo de calentamiento.

Mario y Jota le observaron largo rato antes de reír al unísono.

—¿De dónde has sacado esos pantalones de deporte? —preguntó Jota, acercándose para verlos mejor.

—Estaban de oferta en el mercadillo—se excusó Javi.

JOTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora