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Jota permanecía distraído. Cuando su amigo intentaba hablar con él, respondía elevando mínimamente las comisuras de sus labios, simulando una sonrisa.

Javi empezó a hablar acerca de una tienda de electrodomésticos y cómo robar televisores en las cargas y descargas del almacén, pero Jota apenas le prestaba atención, escuchaba sus descabelladas estrategias sin analizar realmente lo que decía.

De repente todo cambió. El monólogo de Javi quedó en un tercer plano y Jota detuvo el coche en el aparcamiento cercano al parque.

—¡Ahí está!

—¿De quién hablas? —preguntó su amigo mirando en todas direcciones.

—¿Ves ese tío de ahí?

Javi asintió.

—¡Ese es el capullo que me hizo esto! —Señaló su ceja derecha, donde todavía quedaba la cicatriz blanquecina, recuerdo de su última pelea—. Creo que ha llegado el momento de que me las pague ese malnacido.

—¡Genial! —intervino Javi desabrochándose el cinturón de seguridad—. Tengo ganas de machacar a alguien.

Ambos salieron y se dirigieron directamente hacia el chico distraído mientras hablaba por su teléfono móvil, ajeno a lo que estaba a punto de suceder.

Jota se plantó tras su espalda y le arrebató el móvil con rapidez.

—¡Es un i-phone! Me encanta este trasto.

Seguidamente, escondió el teléfono en su bolsillo y le plantó cara al chico que, aturdido, dio un paso hacia atrás.

—Devuélvemelo —le ordenó con un leve temblor en la voz.

—De eso nada. Ahora es mío.

Jota avanzó un paso en su dirección al tiempo que cruzaba sus brazos sobre el pecho. Javi se colocó detrás, para impedir que se escapara.

—¿Qué pasa? ¿Ahora no eres tan valiente, o es que acaso no me recuerdas? El chico arrugó el entrecejo intentando clasificar ese rostro familiar. —No me extraña que no te acuerdes —continuó—, sin tus amigos no eres tan fuerte, ¿verdad?

—No, no sé de qué me hablas... —tartamudeó y miró hacia atrás, percibiendo la sombra de Javi pegada a su espalda.

—Pues creo que deberíamos refrescarte la memoria...

Jota deshizo el nudo de sus brazos y avanzó hacia el chico que retrocedió chocando contra el cuerpo de Javi.

Apenas tuvo tiempo de articular palabra cuando Jota le asestó el primer golpe en la cara. Su cuerpo flácido se desplomó sobre el suelo y Javi aprovechó para inmovilizarle atizándole una patada en el costado.

Jota se agachó y sujetó la cabeza del chico con ambas manos mientras la golpeaba incesantemente sobre la arena que empezaba a teñirse de sangre.

Javi miró a su alrededor cerciorándose de que nadie les estaba viendo. En cuanto volvió a dirigir su mirada al suelo, observó que Jota había perdido el control. Aporreaba la cabeza del chico sin piedad, pese a que este ya no se resistía.

—¡Para Jota! —le gritó haciendo un esfuerzo por apartarle.

Jota se retiró jadeante, con los ojos rojos de ira.

—La próxima vez que pretendas hacer daño a una mujer, espero que recuerdes esta paliza.

Sentenció su discurso con una última patada en el estómago. El chico se retorció de dolor colocándose en posición fetal.

Sintiéndose vencedores, los dos amigos corrieron hacia el coche sin mirar atrás.

—¿Me puedes explicar a qué ha venido tanta agresividad? —demandó Javi ladeándose para observar detenidamente a su amigo—. No es propio de ti pegar de esa manera a alguien que no puede defenderse...

Jota le miró frunciendo el ceño.

—¡No sabía que te importara tanto ese hijo de puta!

—¡No me importa! —se apresuró a responder—. Pero si no llego a detenerte lo habrías matado. ¿Realmente había para tanto? ―Jota suspiró y se concentró nuevamente en la carretera―. Además, hay una cosa que has dicho que...

—¡Será mejor que no continúes por ahí! —le cortó Jota—. No es de tu incumbencia.

—Está bien —aceptó sin volver a insistir—, lo que tú digas.

JOTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora