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Dos cuerpos tendidos sobre la arena de la playa se miran de tanto en tanto con provocación.

—Sé mi novia.

Pamela coloca uno de sus brazos bajo la cabeza y cruza sus largas piernas ante la atenta mirada de Javi.

—¿Qué has dicho?

—Sé mi novia —repite viendo cómo la suave brisa le descoloca sensualmente la melena dorada.

—¡Estás fatal!

Pamela se ríe. Se mueve poniéndose de costado y deja caer el brazo sobre su cadera.

Javi le sostiene la mano mientras se acerca. Se coloca a escasos centímetros de su cara y mira directamente a través de los cristales de sus gafas de sol.

—Quiero que seas mi novia, Pam. Te quiero únicamente para mí las veinticuatro horas del día y no me rendiré hasta que lo consiga.

Pamela vuelve a reír y se retira un poco. Aunque no lo suficiente. Se quita las gafas de sol y mira esos pequeños ojos negros que no tienen ningún encanto y que nunca serán capaces de derretir su corazón de hielo.

—Pues yo no quiero ser tu novia —contesta con voz burlona, mordiéndose el labio inferior.

—Mientes...

Las manos de Javi abandonan la de Pam para acariciar la redondez de su cadera. Pamela se coloca boca arriba, dejando que la melena descanse despreocupada sobre la arena de la playa.

El mar se escucha cerca. Ha subido la marea, por lo que la vista ahora es mucho más bella. El sol se oculta tras nubes rosas y de color salmón. El cielo parece estar acorde con los sentimientos de Javi, que sin dudarlo, se inclina sobre ella y sigue con los dedos el interminable recorrido de sus curvas hasta llegar a la pantorrilla. Una vez ahí, enrosca fuertemente su mano y vuelve a susurrarle con voz siniestra e inquietante:

—Quiero que seas mi novia...

Pamela vuelve a sonreír y se hace la dura. Gira el rostro para apartarse de él, pero Javi sabe que eso le divierte, ese extraño juego del ratón y el gato la excita casi tanto como a él.

—Puedes decir lo que quieras, engañarte a ti misma e incluso al mundo entero, pero a mí no me la das. Sé que una parte de ti me desea. Y algún día lo reconocerás y serás mi novia.

—¡Sigue soñando Patas!

Su voz suena cansada, indiferente y distante, pero no se mueve un milímetro y permanece junto a él, sintiendo el calor de su piel.

—Está bien. Dejemos lo de ser novios para otro momento... —Javi retó a Pam con la mirada—. Pasemos directamente a la parte interesante y echemos un polvo.

Pamela ríe con más fuerza y ahora sí detiene a Javi colocándole una mano sobre el pecho.

—No me acostaría contigo ni aunque fueras el último hombre sobre la faz de la tierra —sentencia.

Javi se retira un poco molesto.

—No deberías ser tan cruel...

—Y tú no deberías ser tan plasta —le responde con humor, mientras coloca una rodilla entre sus piernas para seguir provocándole.

—No te equivoques, preciosa, mi paciencia tiene un límite. Sé que te gusta tenerme pendiente de ti, te atrae verme hacer el gilipollas y deshacerme en halagos contigo, pero no pienso quedarme de brazos cruzados mientras te acuestas con otros. Eso es lo único que podría alejarme. Recuerda que no soy de los que perdonan y omiten esas cosas, no pienso compartirte con nadie —la broma se esfumó de su rostro—. Lo digo en serio.

—Patas... creo que te has creado una idea equivocada respecto a nosotros...

—Di lo que quieras si con eso te sientes mejor, de todas formas no somos críos, estamos aquí por una razón, y lo sabes.

—¿Ah, sí? Dime cuál es.

—Tú me gustas y yo te gusto. Pero una persona más en esta relación y todo se habrá perdido.

Pamela se queda sin palabras; nunca ha visto a Javi tan serio, su única intención era provocarle, jugar con él, pero todavía no tiene claro a dónde quiere llegar.

—Tú decides —concluyó Javi tendiéndose a su lado.


JOTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora