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Capítulo 4: Problema. Solución.

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"Dicen que hay personas condenadas a ser como un punto de luz en mitad de la niebla, tal vez yo sea una de ellas".

—Nathan.


Había pasado una semana en la que Nathan atendía las demandas de Jan esperando recibir una crítica respecto a la limpieza y el orden de su hogar, pero no dijo nada. Le extrañó, pero al mismo tiempo la ausencia de incidentes le relajó. Lo único que rompía esa aparente tranquilidad, era el deseo del jefe de ir a pelear al suburbio de la ciudad cada pocos días. Pese a que lo hacía bien, no era más que un hombre rico acostumbrado a tenerlo todo jugando a un juego peligroso con la gente inapropiada; cualquier error podría enviarlo al hospital, pero al parecer a él era al único que le importaba ese hecho, Jan no parecía temer por su vida.

Por otro lado, Judith hacía días que no daba señales de vida, estaba muy motivada en su nuevo empleo y el poco tiempo que le quedaba libre lo aprovechaba para cuidar a Holly. Nathan respiró aliviado al sentir que, por primera vez en su vida, todo estaba en orden y podía permitirse el lujo de bajar la guardia. Fue en uno de esos momentos cuando ocurrió lo inevitable.

Hacía un par de horas que Nathan estaba al lado de Jan, esperando a que acabara una larga reunión para llevarlo de vuelta a casa, cuando una llamada procedente de su teléfono móvil hizo que todos los presentes se giraran en su dirección. Se puso nervioso al ser el centro de atención y sacó con torpeza el teléfono para silenciarlo, pero este se movió entre sus dedos como si quemase y, sin poder evitarlo, cayó al suelo haciendo un ruido estrepitoso. Jan frunció el ceño e intentó proseguir con su discurso ignorando el revuelo, pero cuando iba a proceder a hablar, el móvil de Nathan volvió a sonar con su animada melodía y, con resignación, se cubrió los ojos con la mano, rindiéndose a la constante interrupción.

―Dejaremos este asunto para mañana si os parece bien, todos estamos un poco cansados hoy.

Sus empleados se sintieron aliviados y agradecidos por terminar la reunión, aunque no mostraron ninguna reacción mientras cerraban sus ordenadores portátiles y abandonaban poco a poco la sala para dirigirse a sus puestos de trabajo.

―Lo siento ―se disculpó Nathan tras presionar el botón de rechazo de llamada―, había olvidado silenciarlo y...

Volvió a sonar con estridencia y, con desesperación, empezó a tocar los botones laterales tratando de bloquearlo.

Jan meneó la cabeza y empezó a recoger los papeles que tenía extendidos por su escritorio con tranquilidad.

―Puedes cogerlo, ya hemos terminado.

—No, qué va. Puede esperar.

Jan guardó algunos documentos en el archivador que había a su espalda y percibió el malestar de su empleado, cuando se volvió para mirarle lo encontró tratando de enviar un mensaje con dedos torpes.

―Solo es mi hermana, a saber qué quiere, la llamaré cuando llegue a casa ―aclaró avergonzado.

―Hazlo ahora, puede ser importante.

Nathan negó con la cabeza, restando importancia, pero en ese momento su teléfono comenzó a vibrar y sus mejillas enrojecieron con rapidez.

―Joder, perdona, es que es una pesada...

Descolgó malhumorado dando la espalda a su jefe y alejándose al mismo tiempo para tener algo de privacidad.

―Sabes que estoy trabajando. ¿Qué coño quieres? ―murmuró en tono bajo.

―Es importante Nat, no sabía a quién acudir... nos hemos quedado literalmente en la calle, nuestro casero nos ha echado y...

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