Capítulo 24: Damián Veil. (única parte)

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"Día seis sin ti.
Hoy solo eh llorado escuchando a Andrés
y leyendo a Ernesto.
Voy mejorando."

N/A: Esto es de suma importancia, éste capítulo es narrado desde el pasado del mismísimo Damián. Considéralo una autobiografía, un acercamiento al personaje de suma importancia para la historia y así mismo está en cursiva por ser parte del pasado; por eso se sale del punto original de la historia. Ahora sí, sigue leyendo. Se recomienda leer con la canción. 

Si la canción no aparece esta es: Animal- Chase Holfelder.

La verdad siempre creí que mi vida no era tan mala, apreciaba lo que tenía y lo que me faltaba no me era vital para vivir aún.

Supongo que estuve en el orfanato desde que tengo memoria y hasta cierto punto me gustaba. Varias señoras se desvivían para poder darnos de comer y cuidarnos adecuadamente para que a ninguno de los niños nos faltara una madre. Los niños realmente las amábamos, tanto que todos nos llevábamos bien para así simplemente no aumentarles más trabajo a ellas.

-Feliz cumple años querido peque.- Cantaban todos al unisón con una sonrisa alrededor mío, mientras en la mesa un pequeño panque con una velita representaba mi pastel.- Feliz cumple años a ti.

-¡Gracias!- Sonreía contento de que hubiera la posibilidad que con pocos globos y con aquel diminuto panque pudieran celebrarme una fiesta tan humilde.

Dentro de mi mente tenía la idea resplandeciente que algún día todo esto terminaría, que tal vez una familia cruel me llevaría o tal vez una cálida familia en busca de un pequeño niño al cual amar. Lo tenía todos los días presentes dentro de mi mente; veía a los chiquillos a mi alrededor que se iban simplemente un día con una enorme sonrisa en el rostro junto con lágrimas de un inminente "adiós"

Ese día llegó cuando tenía 7 años de edad.

Recuerdo claramente que corría de un lado a otro persiguiendo a mis amigos y demás amigas entre risas y gritillos divertidos cuando en la lejanía vi a una pareja un tanto joven señalarme a la lejanía con una sonrisa.

-¡Pequeño, ven!- Me llamarón de unas de las señoras que solían cuidarnos, yo de inmediato corrí a su lado mirando a la pareja que me miraba con una sonrisa cálida y con ternura.

-¿Sí?- Pregunté mirando a todos con confusión.

-Mira peque, te presento a la familia Veil.- Sonrió.

-¡Hola!- Sonreí estrechando sus manos energético, observando a la reluciente señora hermosa y a su esposo formal con aire amable.

-En definitiva, queremos adoptar a este niño.- Dijo la chica con una enorme sonrisa, de inmediato su pareja la miro bruscamente.

-Amor, pero ni si quiera nos hemos dado la oportunidad de ver a los otros niños...además que ni si quiera hemos hablado adecuadamente con él para conocerlo.

-Amor, yo quiero adoptarlo a él. Si mi corazón y alma dice que a este pequeño es el indicado pues no lo ignorare...

El chico le sonrió, una sonrisa con un infinito amor hacía la chica quien solamente me sonreía tocando mi cabeza. Debo de admitir que la despedida sí que me dolió en lo más profundo de mi corazón, la despedida a todas las mujeres que me cuidaron fue demasiado para mí (a pesar que sabía que me iría con una buena familia) al igual que todos mis amiguitos, a los cuales siempre les deseaba y trataba de recordarles que ellos algún día tendría a una hermosa familia.

Acaba de renacer para peor, con el nombre de "Damián Veil".

Para 9 años, todos los buenos valores y humildad que me habían enseñado en el orfanato se habían ya marchitado.

Debo de admitir que me volví completamente un malcriado, me llenaban de cosas y me cuidaban en exceso, nunca recibía un "no" por su parte y además no obedecía absolutamente nada de lo que ellos quisieran que hiciera. Y a pesar de eso me brindaban todo su amor cuando yo no quería ni si quiera que me tocaran puesto que me daban vergüenza. Gracias a esto, llevaba todas mis conductas malas a la escuela donde me creía muchísimo superior a todos los demás niños a mí alrededor rebajándolos a peor que basura.

-Mi amor, en verdad, debes de mejorar esas notas...- Hablaba mi madre calmada mientras yo me retorcía en el piso entre berrinches para no escucharla.

-¡No quiero! ¡No me gusta la escuela! ¡No quiero ir, nunca, nunca!- Gritaba pataleando malcriado mientras golpeaba el suelo con los puños cerrados y las suelas de mis zapatos.

-Debes ir a la escuela...es importante para tu desarrollo mi amor.- Sonrió calmada, pacificante al llanto que soltaba a la mitad de la sala.

-¡No quiero! ¡Te odio, me odias, me obligas a ir!

Ah...me da tanta vergüenza recordar esos momentos de mis estúpidos berrinches sin sentido, más que nada por la pena que le solía causar a mis padres.

A los 16 años no hacía absolutamente nada con mi vida, no trabajaba, había abandonado la escuela, mis padres se seguían esforzando para darme una buena vida y cumplir mis caprichos, yo seguía tratando como mierda a las personas y además metiéndome en mala vida.

Una mala noche me cambió. Yo estaba en una fiesta, la casa le retumbaban las paredes por la intensa música que sonaba y las habitaciones estaban repletas de personas teniendo sexo desenfrenado, la basura y botellas de cerveza abundaban por el piso y en el baño apestaba a vómito y orines.

Yo estaba atrás de la casa de mi amigo besándome con una chava que me ligó, mi teléfono no paraba de sonar ni los mensajes de llegar. Seguramente era mi molesta madre que trataba de saber dónde estaba, pero no tenía por qué contestarle.

Por la mañana la luz del sol fue la que me despertó haciéndome quejarme, fue cuando me di cuenta de la chica desnuda al lado mío y tirada en el césped; habíamos tenido sexo en el patio y nos habíamos quedado dormidos ahí. Igualmente noté mi propio vomito (o eso quiero pensar) en mi playera junto a mi celular tirado a un metro de mí.

-Agh...- Me quejé por el fuerte dolor de cabeza debido a la borrachera de ayer y lo jodidamente molesto que era el sol para mí en estos momentos. Tomé el celular con dificultad notando las 43 llamadas perdidas de mi madre. De inmediato le devolví la llamada esperando a que contestase y que viniera por mí lo más pronto posible.

-Ay Damián...- Me contestó mi padre, de inmediato me sobresalté puesto que mi padre debería estar trabajando.

-¿Papá? ¿Qué haces con el celular de mamá?

-No puedo creer que estuvieras tan borracho para no recordarlo Damián.- Me habló rechinado los dientes, estaba muy pero muy enojado.- Anoche en la madrugada le marcaste a tu madre diciendo que estabas muy pasado de copas... no le diste dirección, ni nada.

-¿Entonces? ¿Dónde está?- Pregunté enfadado de que no pasara por mí.

-¡TUVO UN ACCIDENTE, DAMIÁN, POR IR A POR TI!

No me atreví a entrar a su funeral, las flores abundaban por todos lados al igual que el olor a vainilla; lloré toda la noche frente a la puerta de cristal que nos separaba a la lejanía. Mi padre jamás me volvió a dirigir la mirada.

En cuanto pude me fui, en busca de un trabajo decente para un maleducado como yo y además estúpido.

Sin embargo a pesar de que conseguí el trabajo en el Campus, jamás se me quitó ese mal sabor de boca de lo que le hice a mi madre y a mi padre; tal vez algún día podría descargar mi pesar en alguien más...

Sabías que... Damián en español se llamaría "Damián Velo" xDxdXD 

Enséñame a amar (yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora