Capítulo 6

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Clara se colgó de mi hombro. Ella conoce a Iñaki, lo ha visto, solo que nunca se lo he presentado y ellos no la conocen a ella, ni a Mike.

—Dios, te pareces tanto a tu mamá —musitó Iñaki, mirándome.

Tensé la mandíbula y desvié la vista.

—Iñaki —murmuró Ariana, quien lo tomó del brazo y este se dio cuenta de lo que acababa de hacer.

—Perdón, no quise...

—Si se van a quedar, pueden tomar asiento ahí —señalé una mesa—. Los atenderé en persona.

Sin poder más con la incomodidad, los tres fueron a la mesa.

—¿Qué pasó? —me preguntó Clara.

—... Nada —dije y me dispuse a trabajar.

No quería que vinieran, no los quería aquí, esperaba que se fueran, de la escuela si era posible, sin embargo, solo fui amable y los atendí como al resto de los clientes.

—¿Qué tienes? —Mike fue el segundo en querer saber.

—Nada —tomé el pedido en la charola.

Fui a dejarles las tres bebidas a Iñaki y su familia.

—¿Por qué no nos dijiste? Pudimos venir antes —aseguró el sujeto.

Linette lleva un disfraz de Alicia en el país de las maravillas, lo que me hace suponer que hizo una obra, entonces no, no podían venir antes.

—Fue de último momento —respondí—. ¿Necesitan algo más?

—Estamos bien —contestó Ariana.

Volví con Mike a dejar la charola. Recargué las manos en la barra y suspiré. De verdad me gustaría que se fueran ya.

—Lisa —se me acercó la Presidenta—, si no te sientes bien, puedes...

—Estoy bien —dije y fui a la segunda mesa a recoger el pago, al igual que los vasos.

Iñaki me llamó.

—¿Cuánto debemos? —solicitó.

—Corre por mi cuenta —aseguré.

—Pero...

—No puedo cobrarles nada.

—... Bueno —accedió poco convencido.

Iñaki y Ariana se pusieron de pie y estaba esperando para recoger la mesa, en cambio, en cuanto Linette se incorporó, por reflejo puse una mano en su hombro, obligándola a volver a la silla.

—¡Oye! —su queja en voz alta hizo a todos en el aula prestar atención.

Retiré mi mano solo para quitarme el chaleco y no pregunté, nada más hice que se lo pusiera, después la tomé de la muñeca y salí con ella, llevándola a la fuerza hasta el sanitario más cercano.

En todo el camino, fue quejándose del jalón.

Entramos y cerré la puerta.

—¡¿Qué te pasa?!

—Te manchaste —indiqué, sacando un par de servilletas del dispensador, mismas que humedecí.

La chica se quitó el chaleco, se puso de espaldas en el espejo y vio la marca rojiza en su falda.

—Dios —se angustió.

—Date la vuelta —me recargué sobre la rodilla izquierda, a lo que Linette frunció el ceño.

—¡No!

—Lo que sale de aquí cada mes es exactamente lo mismo —señalé mi entrepierna—. Date la vuelta.

En el vino y el café | TERMINADA | ©Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt