Capítulo 28

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Maldición. Se me olvidó por completo que ella estaba ahí.

Devolví mi móvil a su sitio y me dirigí a Ariel.

—¿Podemos...? ¿Podemos hablar allá? —señalé un pasillo—. Te mostraré un libro que te va a encantar, solo promete comprarlo.

Fui hasta el pasillo de manga, con Ariel detrás. Ya una vez ahí, volteé a ver si la curiosidad había hecho a aquel grupo mirar hacia aquí: sí.

—¿Qué...?

Le pedí guardar silencio con un gesto. Caminamos hasta el fondo del pasillo, donde no nos vieran ni escucharan.

—Te dije que no tenía ningún compromiso y no lo tengo —dije de antemano, en voz baja—, pero una de las niñas de ahí es mi novia.

Frunció el ceño.

—¿Cómo que tu...?

—Te lo explicaré si me das la oportunidad. Ella no es nada mío, solo que todos piensan que sí.

—... —rodeó los ojos. Es claro que está sumamente confundido y no lo culpo.

—Te contaré todo después..., si todavía quieres volver a salir conmigo.

—... Muy bien —susurró—. ¿No es tu novia? —preguntó una última vez. Negué con la cabeza—. De acuerdo —suspiró y asintió—. Quiero escucharlo.

—Te avisaré cuando tenga un día libre, para que te cuente todo, ¿sí?

—¿Vendré a diario hasta correr con la suerte de que estés libre? —metió las manos a los bolsillos de su pantalón y sonrió, gesto que devolví.

—Dame tu teléfono —le pedí con una mano extendida una mano, me lo entregó, entonces registré mi contacto y se lo devolví.

—No me molestaba venir a diario —expresó con su característica galanura.

—Vete —indiqué antes de reírme.

Esperé hasta escuchar la campanilla de la puerta, señal de que Ariel se había ido, tomé unos mangas y volví al mostrador, a depositarlos.

Nunca pensé en esta clase de situaciones. Si le explico a Ariel todo esto, no tendré que pedirle que deje de venir ni dejar de verlo, en caso de que lo entienda, de lo contrario, tendría que acabar con mi supuesta relación con Julieta.

Un poco más tarde, cuando comenzaron a recoger sus cosas para irse, la chica se acercó.

—Nos vemos —se despidió con una falsa sonrisa. No iba a esperar a que le respondiera, solo pretendía irse.

Le di la vuelta al mostrador, sujeté su muñeca antes de que se alejara, la atraje a mí con fuerza, haciéndola volver, tomé su cara con ambas manos y le di un beso en la nariz.

—Nos vemos —respondí. Mi sonrisa se debió a la expresión en su rostro.

Cada vez enrojece más.

Iñaki me llevó a la estación de autobuses el sábado a las 12:00 p.m., algo que no le pude discutir, aunque tenía que pasar al banco a depositar el efectivo. Supongo que tendré que hacerlo allá.

—Hablé con tu papá —comentó al estacionar.

—... Y, ¿qué te dijo?

—Que no estabas teniendo una buena relación con Miranda y por eso no quieres ir a visitarlos.

Vaya, de todo lo que le pudo haber dicho, eso fue lo que se le ocurrió. Me dejó parada como la niña inmadura que no acepta a la mujer que quiere ocupar el lugar de su mamá.

En el vino y el café | TERMINADA | ©Where stories live. Discover now