Capítulo 68

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El bar no abre los lunes, por lo que ese día pude avanzar con la limpieza del departamento, lavar ropa y hacer deberes. Tampoco es que haya podido utilizar el día en descansar.

Al cabo de una semana, me concedieron el empleo y mi horario será de martes a domingo, de 6:30 p.m. a 2:00 a.m., con un sueldo de 2,500 a la semana más propinas. Inclusive me dieron un uniforme a mi medida, pues el otro me quedaba algo grande. Es muy similar a la ropa de aquel café que hicieron en la clase durante el festival escolar.

Me estaba matando la rutina. En las clases, comencé a quedarme dormida y Clara me despertaba gritándome en el oído, siempre que la sesión terminaba o era la hora del almuerzo.

En una clase de gimnasia, estábamos haciendo tiros libres a la canasta de basquetbol. Me cansé con lanzar una sola vez el balón, por lo que Clara me dijo que fuera a la enfermería a decir que tenía un cólico, entonces la enfermera me dejó descansar en una de las camillas.

La verdad, me dormí.

Para cuando desperté, las clases habían terminado y en la mesa había un emparedado junto a una caja de leche de fresa.

No voy a hacer nada al respecto, pero sabía que era de Julieta.

Muy por encima del cansancio, no estaba tan mal. El trabajo no es tan demandante y el semestre está por terminar, así que no tenía mucho que hacer en la escuela. De cualquier forma, no iba a aprovecharme de la "indulgencia" con las faltas.

El tercer jueves en el bar, casi al cierre, me pidieron sacar la basura por el estacionamiento, donde está el contenedor.

Desde que salí, vi a una pareja de chicas discutiendo. Ya había pasado por algo como esto en el bar anterior, fue por lo que me despidieron y casi me fichan, así que me dispuse a entrar y no involucrarme.

Abrí la puerta y, de la nada, una de ellas se abrazó a mí.

—Por favor, ayúdame —suplicó llorando.

—¡Todavía no terminamos de hablar! —se acercó la otra—. Y, ¿qué demonios haces?

—Solo vete —masculló la chica aún aferrada a mí. Me está enterrando las uñas en el estómago.

La segunda intentó tomarla a la fuerza, por lo que sujeté su muñeca.

—Dijo que te fueras —repetí.

—Suéltame y no te metas —se molestó.

—Ya, vete —insistió la chica.

—¡Cállate y ven conmigo!

Todavía no soltaba su muñeca, pero antes giré la cabeza para ver a la que todavía no se desenganchaba de mí.

—¿Puedes soltarme un minuto? —le pedí, lo hizo con mucho trabajo. Tiré de la mano de la otra, sujeté su cuello y golpeé su cabeza contra la pared—. No te quiero volver a ver por aquí —advertí hablándole de cerca—, ni que la vuelvas a molestar.

—... —hizo una mueca junto con un quejido.

Retiré ambas manos de ella, después abrí la puerta del bar.

—Entra, te llamaré un taxi —le indiqué a la asustadiza chica, lo cual hizo sin dudarlo.

Ingresé tras ella y cerré.

—Pe-perdón por eso —se disculpó sollozando.

—Solo no se lo digas a nadie o me van a despedir —encaminé hacia el centro del bar—. Ya vamos a cerrar, así que te tienes que ir —me volví a ella—. ¿Hay alguien que pueda venir por ti o te llamo un taxi?

En el vino y el café | TERMINADA | ©Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz