Capítulo 18

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—¿Tu familia está bien? —preguntó Julieta en cuanto entramos a su habitación.

Cerró la puerta y me dio una bebida.

—Igual que siempre —tomé asiento en la misma mecedora colgante.

Abajo estaba nada más su mamá, quien solo me saludó y la chica le dijo que estaríamos aquí arriba.

—Si eso significa que están bien, me alegro —subió a la cama y se sentó sobre las piernas cruzadas—. No creo que recuerdes todo lo de la hoja que te di, y no te preocupes, solo léela de vez en cuando. ¿Tienes alguna pregunta para mí? Algo que quieras saber.

—En realidad no.

—... Es difícil no ofenderse por eso —dijo para sí.

Creo que todo lo de esa lista es lo único que necesito saber de ella y de por sí hay muchas cosas innecesarias.

—Bueno, solo es curiosidad —Recordé algo—. La última relación que tuviste, ¿en serio te afectó?

Tomó un sorbo de su bebida.

—Algo así. Yo estaba realmente enamorada y ella... solo estaba jugando conmigo. Lo más duro fue que todos en la escuela de entonces lo supieran. Por eso es que algunos ya tenían antecedentes de mis gustos y lo nuestro no hubiera tenido ese tipo de problema —se refiere a los señalamientos o inconformidades con una pareja de chica y chica en nuestra relación.

—¿Hace cuánto fue?

—Cuatro meses. Era una compañera que tenía en un curso de idiomas al que iba. Ella es de Baja California y estaba estudiando español. Yo fui su tutora, así nos hicimos cercanas.

No fue tanto lo que pregunté.

—Entiendo.

—Ya no importa —divagó, cambiando de tema. Se puso de pie, hacia la caja del buró, sacó un sobre, se aproximó y me tendió la mano. Antes de que lo tomara, me lo arrebató, por lo que la miré—. No me metí porque dijiste que necesitas el dinero, pero no creas que no estuve al tanto de que te la pasaste toda la semana vendiendo artículos en el baño del ala de estudios, con Clara y Mike.

—No lo voy a volver a hacer —aseguré.

—¿En serio? —me dio el sobre.

—Sí, ya no tengo nada que vender —mascullé, guardándome el dinero. Levanté la cabeza y la vi sonriendo.

—¿Quieres quedarte a cenar?

—No, gracias.

—Entonces te acompaño a la puerta.

Bajamos y en la sala estaba el padre de Julieta, abrazando por la espalda a la señora, quien intentaba seguir haciendo la cena.

—¡Lisa! —expresó al verme y soltó a la señora—. Qué gusto verte, hija.

—Igual —Señalé mi cabeza—. Se cortó el cabello.

—¡Ella sí se dio cuenta! —se dirigió a su esposa e hija. Me reí por lo dramático que eso se escuchó.

Para recordar a las personas, me ayuda tener en cuenta su cabello. El del señor era un poco más largo la semana pasada.

—¿Te quedas a cenar? —me ofreció la señora y, de no tener a Julieta a la derecha, habría jurado que la que preguntó fue ella, porque dijo casi lo mismo y con la misma voz.

—Tengo que volver temprano —me disculpé.

Salí con la chica hasta la puerta.

No hizo falta que dijera nada, me di cuenta; le avergüenzan sus padres. La verdad es que a mí me parecen agradables.

En el vino y el café | TERMINADA | ©Where stories live. Discover now