Capítulo 74

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Desperté en el momento exacto en el que vino a mí el golpe de un puño contra mi cara. Me senté y puse una mano en mi frente. Creo que puedo inclusive sentir el dolor o quizá sea porque son de las pocas cosas que recuerdo con bastante claridad.

Cada golpe de aquellas reclusas era realmente doloroso.

Miré a mi izquierda y Julieta no estaba ahí. Bajé de la cama, me calcé y salí a la sala. Está preparando café.

—Buenos días —dijo.

—... —tomé asiento frente a la mesa de la cocina.

—Tómate esto —me acercó una taza de té. La miré con recelo, en realidad nunca me ha gustado el té caliente—. Es para que te recuperes por lo de ayer —se explicó. Agarré la taza con ambas manos y bebí un sorbo. En serio, no me gusta—. ¿Cómo te sientes?

—... Bien.

—Lisa —recargó las manos en la mesa—, lloraste casi toda la noche, no estás bien.

—Preferiría no hablar de eso, nunca —me incomodé un poco.

La verdad es que no recuerdo cuándo fue que me quedé dormida ni en qué momento dejé de llorar.

—¿Por qué no? —entristeció.

—No me gusta que nadie me vea así.

Suspiró.

—Tu madre merece todo mi respeto, pero estoy feliz de haber conocido otra cara tuya. No va a salir de aquí si no quieres, solo no vuelvas a guardarte nada, por lo menos cuéntamelo a mí, dame la oportunidad de demostrarte que puedo apoyarte. Déjame ser tu lugar seguro.

—... —la miré—. Lo eres.

No estoy segura desde cuándo ella es mi lugar seguro, y me importa ser el de ella.

Julieta se fue primero. Yo me di una larga ducha antes de alistarme e ir al bar. No es que quiera ir, en cambio, el trabajo me distrae.

Ayer no es que me hubiera desahogado, sino que sentí que me ahogaba y me desesperé. Me sigue molestando la idea de haberle mostrado eso a Julieta, sin embargo, por lo que me dijo en la mañana, es difícil sentir que merezco a alguien como ella.

El lunes, ella iba a ir a mi departamento, solo que no me dijo la hora, por lo que me despertó cuando tocó como a las diez de la mañana. Suelo despertarme después de mediodía y lo sabe.

Abrí la puerta y me crucé de brazos al verla cargando a un gato.

—¿Qué...?

—Es un gato.

—Ya sé que es un gato —repuse—. ¿Por qué lo trajiste?

—Estaba buscando comida en el basurero del edificio y no lo pude dejar ahí.

—Julieta...

—Busquémosle un hogar y lo cuidamos hasta entonces —expresó con rapidez.

—¿Pretendes que se quede aquí? —pregunté.

—Mi madre es alérgica a los animales.

—...

—Vamos, vendré muy seguido a cuidarlo yo, no te pido que lo hagas tú, solo que lo dejes quedarse aquí. Dale asilo —murmuró lo último.

Enserié.

—¿Vendrás más seguido? —Asintió. Me separé de la puerta, a lo que entró con el animal. Fui a buscar en un cajón de la cocina y volví con ella—. No me vuelvas a despertar —le tendí la mano con las llaves que le quité a Vicente.

En el vino y el café | TERMINADA | ©Onde histórias criam vida. Descubra agora