Capítulo 33

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En cuanto comenzó el fin de semana, me dediqué a lavar toda la ropa que se me había juntado, además hice limpieza en mi habitación porque suelo dejar las cosas en el primer sitio que encuentro y estaba todo fuera de su lugar.

Julieta me envió un texto en la mañana, con el mismo deseo de pasarla bien con mis padres y la indicación de que me esperaba mañana.

No estoy segura de si va a molestarse cuando sepa que no estoy yendo con ellos, aunque debería entender que no puedo darle todo mi tiempo. No es como que mi vida gire alrededor de ella.

Como sea, mi mayor problema es Iñaki y la evidente intención que veo en él de involucrarse en la poca responsabilidad que tiene mi padre conmigo. Sé que ellos en realidad nunca congeniaron, se trataban con cordialidad, en cambio, no son amigos en todo el sentido de la palabra, nada más se toleran.

El favor por el que yo estoy viviendo en esta casa es que, cuando Iñaki era más joven, y ya casado con Ariana, un arranque de romanticismo los llevó a comprar una casa hipotecada, cabe aclarar que eso no lo sabían, en fin, tuvieron problemas, a mi tío lo detuvieron y papá fue quien pagó la fianza. Iñaki ya le devolvió el dinero, sin embargo, el favor estaba ahí.

De cualquier forma, nada vale la manera en que les estoy viendo la cara.

El domingo fui a casa de Julieta, a las cinco de la tarde. Sus padres no se encontraban, así que subimos directo a su habitación.

—Mauricio me dijo que te diera esto —me entregó un vale por un desayuno en un restaurante que no conozco.

—¿Quién es Mauricio? —pregunté con la tarjeta en las manos. Lo que sea, no lo iba a rechazar.

—El chico con el que estabas bailando.

—Ah...

No es mi culpa, nunca me dijo su nombre y, aunque lo hubiera hecho, no lo recordaría. Por otro lado, tengo un pago y es lo que me importa.

—¿Podemos...? —tomó asiento en el sofá.

—... —Guardé la tarjeta en mi chaqueta, me levanté del sillón colgante y fui a sentarme frente a ella.

Como solemos hacer, usamos las hojas de dentífrico.

No la toqué, solo acerqué la cabeza, ladeándola, y ella hizo lo mismo. Hoy le costó un poco de trabajo seguirme, pero, al cabo de unos segundos, mi movimiento se sincronizó con el suyo, haciéndolo un beso perfecto.

Nos besamos durante varios segundos... Me alejé de pronto.

—Oye... —dije y bajé la mirada a una de sus manos, la cual me tocaba el pecho, justo el busto.

—¡Lo siento! —retiró la mano, asimismo, se puso de pie enseguida—. Solo... quería respirar —al girarse, vi que estaba sonrojada, bastante, debo decir.

Creo que sí nos habíamos extendido un poco más del límite de tiempo acostumbrado: diez segundos. En fin, entiendo que quisiera apartarme, pero no era ahí donde podía tocar.

—No se te olvida que soy una chica, ¿cierto?

—No —contestó al instante—. Si es por lo del otro día, te dije que lo que me molesta es que alguien hable mal de ti. Sea lo que sea y de quien venga.

No estoy segura de cómo responder a eso.

—Aprecio que te preocupes por mí, pero, en serio no me importa lo que otros piensen. Aunque, he pensado que, si fuera un chico, tendría uno de buen tamaño —aludí al miembro masculino.

—¿Por qué piensas en esas cosas? —rio con nerviosismo.

—No sé, a veces empiezo a disociar —murmuré.

En el vino y el café | TERMINADA | ©Where stories live. Discover now