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Era muy temprano en la mañana, y como todos los días, ya me encontraba despierto, estirándome un poco antes de que me trajeran el desayuno de hoy.

El clima era fresco, y aunque esa nostalgia nunca se iba de mí, hoy particularmente me sentía bien, como si algo bueno fuera a pasar.

Había aceptado la vida que me tocó vivir por causa de mi madre, y sin rechistar me quedaba allí, aunque lo que más anhelaba era salir, poder ver cosas diferentes, cosas que gracias a los libros había descubierto, pero que nunca jamás había visto.

Unos fuertes gritos me sacaron de la ensoñación mañanera en la que estaba y reconocí la voz de mi madre a lo lejos. Se escuchaba preocupantemente angustiada.

Me acerqué alarmado a la puerta para poder escuchar mejor lo que sucedía y sentí mis piernas flaquear cuando el espantoso sonido de la alarma llegó hasta mis oídos.

Mis ojos se inundaron al instante y el pánico que sentía en ese momento no se puede describir con nada.

Empuñé mis manos mientras golpeaba la gran puerta con todas mis fuerzas aún con la mente en blanco y la respiración irregular.

Sentía que me faltaba el aire y no podía parar de llorar.

Sentía miedo e impotencia.

Las suposiciones de lo que podría estar pasando afuera me deshacían mentalmente.

El no poder ayudarme ni siquiera a mí mismo era horroroso y realmente angustiante.

Sentía que me ahogaría en cualquier momento y no podía dejar de temblar suplicando por ayuda.

Mi voz se desgarraba mientras rogaba por ser auxiliado, y aunque ninguna fuerza parecía ser suficiente, mis manos y mis pies nunca dejaron de golpear la puerta, como un método de supervivencia, tal vez.

Suplicaba por una protección que nunca me fue dada, aunque equivocadamente creí que esta vez sería distinto.

Yo lo creía porque, estaba en una situación de vida o muerte y lo primero que pensaría un hijo es que en una contrariedad de tal grado alguno de sus padres correría y tumbaría la puerta hasta ponerlo a salvo, lo abrazaría y le aseguraría que todo estaría bien, pero fue como una punzada más a ese dolor que ya formaba parte de mí el darme cuenta de que a mis padres no les importaría ni un poco si yo muero.

Ninguna de mis súplicas fue escuchada.

La puerta nunca se abrió y yo sólo podía escuchar a los guardias corriendo por toda la casa, los murmullos, los gritos silenciosos y estruendos de cosas que parecían estar cayendo.

¿Dije que me sentía de ánimos esta mañana?... bien, pues ahora ya no. Ahora sólo lloraba abrazado a mis piernas sentado en el suelo contra la puerta, e inconsciente pensé en Nani. Pensé en Nani porque él fue lo más cercano que tuve al amor.

Él me cuidaba.

La puerta se abrió de un tirón, empujándome en el acto. Me puse de pie y al instante mis ojos se llenaron de esperanza.

Tal vez sí les importaba.

Mi pecho subía y bajaba sin parar a causa de mi respiración y las lágrimas me dificultaban el hablar con aquel hombre.

La expresión en su rostro, que en un principio era expectante y divertida, se tornó interrogante.

Sacó un arma de fuego de sus pantalones y me apuntó directamente.

Jadeé y retrocedí con pánico.

Definitivamente, no era lo que había pensado.

Y comencé a temblar. Todo mi cuerpo temblaba de nuevo, sumando algo nuevo a las causas de mi miedo.

Burbujita - Br!ghtwinWhere stories live. Discover now