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Dos días sin Win.

No pregunten cómo ha vivido, porque no lo ha hecho. Desde entonces Bright sólo sobrevive.

La ropa que lleva puesta desde hace dos días, su estómago vacío y su casa, (O lo que queda de ella) pueden confirmarlo.

Encerrado en su habitación, tan hundido en lo que fue y en lo que pudo ser, que comenzaba a delirar. Bright tenía ojos rojos, y ojeras decoraban su cara. Lágrimas secas y también renovadas, era, sin duda, una imágen que nadie quería ver.

—Q-quiero... Quiero estar contigo—Expulsó a la nada, pero su destinatario era estrictamente específico.

Buscó con las manos la camisa (ahora seca) que Win había dejado en su casa aquella vez. La descubrió aquí el día que enterraron a Win, y fue como un plan del maldito destino, que sabía que iban a separarse y que Bright debía tener algo de Win consigo para no perder la razón, y de cierto modo, estaba en lo correcto. Bright había usado el olor de la camisa, el olor de Win. Para conciliar el sueño en las noches, no era mucho lo que dormía, pero lo ayudaba a no morir de insomnio.

Esa camisa se había convertido en la dosis de vida para un desahuciado en cuerpo y alma como él.

La agarró y empezó a observarla...

Bright temía desgastarla, rasguñarla u olerla demás, pero parecía necesitarla cada vez más.

La llevó hacia su nariz y empezó a sentir el suave y delicioso aroma de Win. Lágrimas empezaron a salir de sus ojos, mordió su labio inferior con fuerza para que el llanto cesara y apartó un poco la reliquia de camisa, para no mojarla.

Bright lo extraña tanto, que a veces es como si perdiera el control sobre sí mismo, y eso que apenas son días.

Sus sentidos se adormecen y no siente nada más que a él.

Cierro sus ojos; lo imagina cerca.

Siente que se acerca, que lo mira, con esos ojitos de dulce ángel, que ni por todas las cosas malas dejaron de brillar.
Bright cree acariciarlo, cree que lo puede besar sin que se de cuenta, así como la primera vez...

Pero... Todo es parte de su mente.

—Burbujita, no esperaste a que dijera que te amo.—Susurró sumergido en la camisa.

Agarró somnoliento un cuchillo de esos que solía tener debajo de su almohada. Lo enterró fuertemente y sin precaución alguna en su brazo.

Dolía, dolía mucho, y no solamente el objeto filoso dentro de su piel, sino el hecho de no tener a la persona que ama a su lado por causa de otros.

Bright observó su brazo sangrar sin inmutarse. Rió fuertemente con ironía, porque fue iluso de su parte creer que después de toda la mierda que hizo, la vida lo recompensaría con algo tan hermoso como Win.

Buscó desesperadamente entre todos sus cajones, importándole muy poco el desorden que dejaba a su paso, y algo dentro de él vió un analgésico a su dolor cuando encontró lo que buscaba.

Tomó la fina jeringa con firmeza y la alineó en su brazo, una vez que estuvo en el lugar correcto, la enterró abruptamente, descargando toda la heroína en su sistema, mientras gruñía un poco por el ardor.

Seguía llorando y riendo. Era una mezcla de emociones muy fuerte, contra la que no tenía fuerzas ni ganas de luchar.

Agarró unas cuantas pastillas de allí mismo y las tragó sin agua.

Eso debía suficiente para olvidar que no lo vería más.

¿Entonces, por qué diablos seguía pensando en su sonrisa?

Burbujita - Br!ghtwinWhere stories live. Discover now