CAPITULO 5

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La ciudad entera resintió mi muerte.

Sabía que mi muerte les afectaría pero no creí que tanto, pero sé que más que nada era el que Megamente estuviera haciendo estragos por toda la ciudad. Él aprovechó mi muerte y la celebró, se apoderó de Metrociudad e hizo y deshizo todo a su voluntad.

Pero a mí eso no me importa, ésta ciudad lo ha tratado como basura todo así vida. Que haga lo que quiera con ella, no es como si fuera una amenaza mortal de todas formas.

Yo me sentía como un completo cobarde, no sé de qué me sorprendo, toda mi vida lo he sido. Creí que podría, realmente pensé que sí... Pero al final sigo siendo el mismo inútil que siempre he sido. No solo no fuí capaz de confesarle lo que siento, tampoco pude ni hacer acto de presencia, al verlo tan feliz de creer que yo había muerto me hizo pensar que tal vez era mejor así.


Tal vez lo mejor para Megamente era que yo no existiera.



De todas formas, si yo le confesaba mis sentimientos ¿Qué respondería? Después de todo el me odia, todo esto de pensar que tal vez podríamos haber sido algo fue una tontería.






Me escondí en mi guarida como el cobarde y desdichado que soy, condenado a vivir una vida en completa soledad y anonimato de ahora en adelante, con un corazón que duele por un amor no correspondido.

Solo admirando desde lejos... Igual que siempre.




















.💙.💙.💙.










Megamente se había aburrido, el primer mes había sido una locura pero después todo se vino abajo.

– lo tenemos todo... Y no tenemos nada– dijo pesadamente.

Nunca creyó decir esto pero extrañaba a Metroman, extrañaba la rutina a la que ya se había acostumbrado gracias a años de salir a luchar contra el de blanco. Las travesuras por la ciudad ya no le parecían divertidas, no tenía casi hacerlas si no había nadie para retarlo a detenerse, los policías de la ciudad eran unos buenos para nada y no significaban un reto.

Megamente llenaba días melancólico, Servil no sabía que hacer con su amo tan deprimido y a diario intentaba hacerlo sentir mejor con nuevas ideas para hacer el mal, pero el azul no le veía caso a hacer nada.

Esa noche estaba tan deprimido que decidió salir a tomar algo de aire o se ahogaría en su miseria, caminó sin rumbo por las calles de Metrociudad pateando botes de basura y grafitiando un par de paredes, pero nada lograba levantarme el ánimo. Sin darse cuenta llegó al museo de Metroman y una punzada se clavó en su pecho, cortó unas flores de la entrada y llamó a los cerebots para que trajeran dinamita al lugar.


Entró y admiró con nostalgia las exposiciones.

– Awww, ésta es de cuando derrotó mi ejército de robots con forma de hormiga–


Todo le traía buenos recuerdos, Megamente siempre fue de fijarse más en lo que aprendió al perder en sus batallas que en su derrota. Era algo que Metroman admiraba de él en secreto.

Se paseó por todo el museo, sumergiendose en muchos buenos recuerdos de sus batallas con el de traje blanco y sintiendo punzadas en su pecho cada que recordaba que Metroman ya no estaba.

– cometí un gran error – dijo a la estatua enorme de Metroman en el piso más alto del lugar – No era mi intención destruirte... Bueno, en realidad sí quería destruirte pero no creí que daría resultado–

SIEMPRE HAS SIDO TÚ Where stories live. Discover now