III

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Nuevamente con ayuda de Simón baje del carruaje, asegurándome de que mi vestido continuara en buenas condiciones

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Nuevamente con ayuda de Simón baje del carruaje, asegurándome de que mi vestido continuara en buenas condiciones. Las miradas comenzaron a llegar desde todas direcciones, mi querido mejor amigo estaba tenso e incómodo. Después de todo pasaría a ser un futuro candidato para las jóvenes casaderas, las madres desesperadas no tardarían en estar sobre el para ofrecerle a sus hijas, después de todo ¿Quién podría resistirse al Duque de Hastings? Tan elegante y con porte, alto y atractivo como pocos. Mi querido Simón posee una belleza única y singular.

Y claro su exuberante fortuna totalmente atrayente para cualquiera, además de un importante título, el es como la miel para las moscas. Yo misma había sentido atracción por el cuándo lo conocí, mi hermano llego con él un día a casa y fue como ver a un ángel caer del cielo. Una sonrisa resplandeciente y mirada profunda. En ese entonces tenía trece años y no podía dejar de sentir admiración por él, tan lindo y dulce. Pero todo ese romance era solo eso, fantasías de una niña que había leído cientos de historias de amor, Simón era mi príncipe azul y yo era su princesita. Lo había sido desde el primer momento hasta ahora lo seguía siendo. Me seguía en mis juegos, cada una de mis locuras y mis tardes de té, aun cuando se veía ridículo con una tiara, el disfrutaba de pasar tiempo conmigo. Creo que soy afortunada por tener a este chico en mi vida.

— ¿En qué piensas? – Susurro mi hermano haciéndome salir de mis pensamientos.

— En lo incomodo que esta nuestro amigo, tal vez ¿Debería engancharme de su brazo y fingir que somos amantes? Y espantar a esas mujeres.

— Tal vez, pero ahora debes concentrarte Cassie.

— Lo se Alessandro. Aunque tú también estarás rodeado de madres, si te casas. Por favor que no sea con una mujer desagradable y altanera.

— Descuida. Tal cosa jamás pasara.

Las chicas comenzaron a pasar hacia el salón, siendo presentadas. La mayoría no pasaba de una mirada despectiva de la reina, pobres chicas. No recibir la gracia de su majestad ha de sentirse horrible más al estar en frente de tantas personas. Mi estomago comienza a tener malos efectos, espero no terminar vomitando los pies de la reina. Con Simón nos quedamos mirando, intentando aguantar la risa ante esa pobre muchacha que había terminado en el piso, eso había sido humillante. Curve mis labios en una sonrisa al ver a una de ellas recibir su bendición, aquella chica posee la gracia de un cisne, hermosa como pocas. Al llegar mi turno respire profundo, dejando salir todo el aire de mis pulmones, soy una chica segura y con una personalidad extravagante. Esto es solo un simple paso para alcanzar mis metas.

— Marquesa Cassandra Grimaldi. Escoltada por su hermano mayor el Marques Grimaldi. – Aquel hombre bajito termino de hablar. Mis pasos eran seguros, tras de mi Alessandro listo para sostenerme en caso de un accidente fatal. Mentón en alto tal como mi madre y todas mis institutrices me habían enseñado y claro mi abuela que me golpeaba cada que bajaba la mirada o los libros caían de mí cabeza, una sutil sonrisa en los labios, misma que había practicado por días. Mirada fija en la reina Charlotte, que hacía honor a su fama, digna soberana. Estaba lista para enfrentarla. Al estar frente a la reina me incline lo suficiente para realizar una reverencia a la reina. Hubo un silencio, tan solo un par de segundos, lo único que escuchaba era mi corazón.

— Hermosa. – Curve mis labios al escucharla. Sus dedos sosteniendo mi mentón para hacerme levantar la vista. – Excepcional como pocas, extraordinaria. – Extendió su mano y sin más sostuve esta para terminar de pie. – tienes mi bendición niña.

— Gracias su majestad. – Volví a reverenciarla antes de recibir un beso en mi frente.

Lady Danbury ofrecería la primera fiesta de la temporada. Como cada año según se ella se encargaba de abrir la temporada dando una increíble fiesta para todas las jóvenes y los caballeros de la sociedad. Había soñado con asistir a una de sus veladas y claro compartir el primer baile con mi hermano y Simón, a ambos les había prometido mi primer baile en Londres después de ser presentada. Acomode mis últimos accesorios para salir de la habitación, llevaba un vestido azul oscuro bastante ajustado, mangas largas de encaje, salía de lo convencional y de la moda londinense, yo quería romper ese molde y ser diferente.

— Luces esplendida.

— Gracias Lady Danbury. Todo está saliendo perfecto.

— Así es y mañana mi casa estará repleta de pretendientes. Esperemos eso. Ya que la joya de la corona vive en...

— Espere ¿Joya de la corona?

— Así es como te han nombrado, Lady Whistledown. Todo Londres te conoce de esa manera.

— Interesante nombre ¿Quién es esa?

— Una revista de chismes que comenzó a circular hoy. Ahora te presentare a un par de jóvenes prospectos...

— Antes que le presente hombres a mi hermana, me prometió su primer baile, así que querida hermana. – Extendió su mano hacia mí la que recibí con gusto.

La música era mágica, siempre había creído que las cosas se pueden solucionar con un poco de buena música y otras con un buen trago. Mi hermano era consciente de lo mucho que adoraba la música y de lo bien que me sentía al escucharla, pequeños acorde resonando para formar una hermosa melodía que llega directo al corazón, al igual que una buena pintura que refleje los sentimientos más profundos de una persona, todo eso reflejado en un lienzo. Mantenía una sonrisa en mis labios mientras bailaba con mi hermano, totalmente absortos. No podía estar más feliz, después de todo ¿Qué seria yo sin Alessandro? Mi hermano y yo éramos tan unidos que no imaginaba un mundo en donde el no existiera. Nos llevábamos apenas un año de diferencia, razón por la cual éramos mucho mas unidos, ambos nos complementábamos y nos cubríamos las espaldas si hacia falta.

— ¿Alguno de ellos ha llamado tu atención?

— Apenas acabo de pisar el salón y como has dicho... los únicos hombres en mi vida son tu y Simón, no he tenido el placer de ver a otro.

— Si sigues bailando conmigo solo quedaras para sacerdotisa. – Dijo aquello con burla.

— Por Zeus y todos los dioses ¿Seguirás burlándote de eso?

— Por supuesto, no voy a olvidar tal cosa jamás...

— Vamos solo era una niña.

— Una niña con demasiada imaginación... ser una sacerdotisa de Artemisa y temer que si besabas a un hombre terminarías con el mismo destino de Medusa.

— Pues amaba la mitología griega hermano. Aun la amo. Además, tú te creías Poseidón.

— No recuerdo eso.

— Solo recuerdas lo que es conveniente para ti.

— Te miro y sigo viendo a mi pequeña Cassie correr por los jardines persiguiendo a ese pobre gato.

— Pobre bigotes. Lo hice sufrir demasiado.

— ¿Los interrumpo? – Gire la mirada hacia Simón. – quiero mi turno.

— Acabas de interrumpir un precioso momento de hermanos querido amigo. – Menciono mi hermano de mala gana mientras daba un golpe en uno de sus hombros. – toda tuya. 

¡Perdón por la demora!

Pero aquí esta el tercer capítulo. 

Dulce pecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora