XIV

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Estaba recuperada, no del todo

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Estaba recuperada, no del todo. Aún quedaban moretones en mi cuerpo que gracias a todo eran cubiertos por el vestido. De lo contrario no me atrevería a salir a la calle en las condiciones que sigo, pero quiero estar presente en la fiesta de la reina, no ir sería una falta de respeto para ella. Y bueno no niego que necesito algo de exposición a la sociedad. Estar en casa por tantos días me ha hecho ver más pálida de lo normal. Necesitaba un poco de sol. Observe a mi mano de reojo, en su mano llevaba una pequeña caja de terciopelo, imagino que es un regalo para Lizabeth. Espero no tarde tanto y le pida matrimonio pronto, adoro a Liz, es una gran chica y sé que le hará bien al tonto de mi hermano.

Alessandro me ayudo a bajar del carruaje, mi vestido de un color azul claro con un escote en forma de corazón. Y la espalda ligeramente descubierta, guantes cortos de encaje con un pequeño moño en el dorso. Un collar que, hacia juego con el vestido, el cabello recogido con pequeñas ondas y una tiara en mi cabello. Un regalo de mi abuela. Uno de tantos. Respire profundo caminando a un ritmo más lento enganchada del brazo de mi hermano quien de vez en cuando giraba hacia mí y yo solo podía sonreír. El interior brillaba por los lujos dignos de la casa real, las familias disfrutando de la mutua compañía y en la pista las parejas bailando al son de la música. Gire la mirada viendo a lo lejos a Simón junto a Lady Danbury, no paso mucho para encontrarnos a mitad de camino.

¿Ya estas recuperada?

 Algo. Aun duele un poco. – Alce la vista hacia mi mejor amigo quien solo me guiño un ojo. – Duque.

 Y me vuelves a llamar así. Eres increíblemente molesta.

 Y aun así mi querido Simón tú me adoras y me proteges como un tesoro.

 Si... y detesto admitir lo mucho que te adoro.

 Lo se. También te adoro, duque. – Dije tan solo para molestarlo.

Fui con Simón hacia la pista de baile ignorando las miradas puestas sobre mí. Estaba disfrutando completamente de ese momento con mi querido amigo. Sin importar si llegábamos a hacer el ridículo, yo estaba disfrutando plenamente de su compañía. Gire la mirada hacia mi hermano quien se mantenía en un adorable baile con Lizabeth. Ambos viéndose a los ojos como si estuvieran solos en ese momento y fueran las únicas personas en la tierra, dos amantes dejándose llevar por ese único momento. Tan puro y romántico. Tal vez yo no tendría mi historia de amor, pero me alegraba que al menos mi hermano la tuviera, merecía su cuento de hadas.

— No estas bien.

— ¿Soy muy obvia?

— No. Pero te conozco lo suficiente. Y llego tu pretendiente favorito.

— No es gracioso.

— Si no deseas que él te corteje ¿Por qué aceptaste?

— No lo sé. Ya no sé qué estoy haciendo y ni siquiera sé si quiero seguir aquí.

Dulce pecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora