XXVIII

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Alessandro

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Alessandro


Había terminado con lagrimas en los ojos después de finalizar la ceremonia y ahora por primera vez podría besar sus dulces labios, atesoraría ese momento con mi vida. sería el recuerdo más preciado en mis memorias. Sus labios eran suaves como terciopelo y dulces como la mermelada. Me quede un momento disfrutando del sabor de su boca antes de alejarme y ver sus ojos marrones, llenos de brillo. Mi bella Liz, con la que pasaría el resto de mi vida. Mantuve una sonrisa en mis labios antes de volver a besarla, escuchando un par de carcajadas por parte de nuestros familiares y amigos.

Liz y yo habíamos tomado una decisión importante para el futuro de nuestra relación. Partiríamos a Italia y haríamos nuestra vida en ese lugar, aun cuando sabia que para ella era una decisión difícil, dejar a su familia atrás seria un gran paso. La distancia seguramente la pondría melancólica, pero ella lo deseaba, deseaba conocer otros lugares. Salir de Londres seria un paso importante para su vida y yo estaba más que complacido por eso. Para mi también seria triste, dejar a mi hermana y ya no verla seguido seria lo mas doloroso. Nunca nos habíamos separado por tanto, Cassandra y yo siempre fuimos unidos y ahora la sola idea de estar a kilómetros de distancia me rompe el alma.

— Bien, ya es hora. Hermanita. – sostuve su rostro con delicadeza usando mis pulgares para secar las lágrimas que salían de sus ojos. – te amo, no olvides eso. Te escribiré con frecuencia. Benedict, debes cuidar de ella con tu vida.

— Lo prometo Alessandro. Ella y nuestro hijo estarán a salvo todos los días.

— Se que sí. Si la haces llorar vendré desde Roma a patear tu noble trasero de artista.

— Oye. – mi hermana solo golpeo mi brazo antes de apretarme con fuerza. – saluda a nuestros padres, apenas este niño o niña nazca iremos a verlos. Liz. – ambas se fundieron en un apretado abrazo. – cuida a este tonto por mi.

— Lo haré. Puedo pedirte un favor. – Cassandra asintió de inmediato mientras sostenía las manos de mi amada. – mis padres, quedaran solos ¿Podrías visitarlos de vez en cuando?

— Ten por seguro que cuidaré a tus padres en tu ausencia. Raphael, buen viaje y gracias por estar tanto aquí.

— Mi bella cusina, has crecido tanto. Ah andando, odio las despedidas. – menciono nuestro primo mientras se apresuraba a subir al barco siendo cuidado de cerca por su escolta. – Cassandra ¡Te espero en primavera bella mía! – grito desde arriba del barco haciendo luego una venia.

— No cambia. – menciono mi hermanita. – ya vayan o perderán el barco.

Esa despedida había sido dolorosa, demasiado para mi propia estabilidad emocional. Desde la cubierta despedía a mi hermana, anhelando que los meses pasaran con rapidez para volver a verla. Sostuve la mano de Liz, sabia lo difícil que esto era para ella, pero seriamos felices. Yo era feliz en ese momento, junto a ella mi vida seria magnifica. A nuestro lado, Raphael se mantenía apoyado viendo de reojo a nuestra querida Cassandra a la que perdimos de vista pasado unos minutos. Mi primo termino marchándose hacia su habitación, dejándonos ahí solos viendo hacia el profundo océano. Podía ver el miedo en sus ojos, no solo por el miedo de dejar Londres, más por estar arriba de un enorme barco por primera vez.

— Todo va a estar bien Lizabeth.

— Lo sé, confió en ti.

— Te va a encantar Roma, tiene lugares maravillosos, podemos visitar el Coliseo y tal vez ir a la ciudad papal.

— Quiero conocer nuestro hogar. – sostuvo mi mano con firmeza. – es la primera vez que me alejo de mis padres. Espero que estén bien.

— Estarán bien, mi hermana no los va a dejar solos. – sostuve con fuerza su mano acercando esta a mis labios. – ahora, será un viaje largo, iremos a nuestra habitación, descansaremos un rato y luego iremos a comer algo.

— Si, solo un momento. – Se dio la vuelta para ver hacia donde estaba Londres. – quiero ver mi hogar por ultima vez.

Nos quedamos un momento mas en cubierta, ahora frente a nosotros solo el océano en todo su esplendor. La ciudad había quedado atrás, su familia y mi hermana ahora estaban a kilómetros de distancia. Liz había dejado su vida entero por mí, unas cuantas lagrimas salieron de sus ojos durante la partida. Pero ella seguía insistiendo en que era lo que deseaba, partir conmigo. Sostuve con firmeza su mano, dejando caricias en su dorso antes de apretarla entre mis brazos. La vida me había dado la oportunidad de encontrar al amor de mi vida lejos de Roma, en las aburridas calles de Londres donde la vi por primera vez. Su sonrisa me cautivo apenas la vi y supe que era con ella con quien deseaba pasar el resto de mi vida. Al igual que mi hermana encontramos a las personas correctas, de igual forma nuestro amigo, que a pesar de todas las negativas, estaba viviendo un matrimonio feliz o al menos eso nos contaba. Todo estaba marchando bien.

Queda poquito para el final. Posiblemente solo dos episodios más. Quiero completar los treinta. 

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Dulce pecadoWhere stories live. Discover now