El verdadero oponente es...

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La mañana del sábado, Setsuna hacía su reporte y sacaba las estadísticas del avance de sus pacientes, en especial el de Michiru.
Ella tenía tantas cargas emocionales que apesar de ello aun tenía el suficiente coraje para seguir con vida. Meioh se alegraba por ese simple hecho, ahora solo debía "reparar" ese estanque al borde de emociones y sentimientos.

De acuerdo con lo dicho por Michiru y el análisis que realizó por las encuestas contestadas por la misma joven, concluyó que los traumas de su infancia tenían que ver con el ahora, con el presente.
La Psicóloga Meioh revisó su celular, pronto tendría una reunión con los padres de Michiru despues de las cuatro de la tarde, esa familia era algo superficial, eso era una razón para decir que las crisis de la joven kaioh se debían en gran parte a ellos. Pero no era el momento para juzgarlos.

En la mansión de los Kaioh, Michiru aún dormía plácidamente en su habitación, en las blancas sábanas y un colchón muy suave. Esa mañana hacía un aire frío debido a la lluvia de ayer y ese mismo aire movía con parsimonia las cortinas de la ventana abierta.
En la planta baja, en el comedor para ser exactos, el señor y la señora Kaioh desayunaban juntos, ambos listos para ir a trabajar.

— ¿Ya despertó Michiru?.– Preguntó el padre a su esposa.

— Ahora iré a revisar ya que lo mencionas.– La dama se levantó de su asiento para caminar rumbo a las escaleras del segundo piso.

Todo estaba tranquilo, la dama abrió la puerta en silencio, asomó el rostro y vió a su hija aún durmiendo en calma, se divisaba serena que por un momento creyó su hija ya no respiraba. En un vistazo más se percató de que la ventana de la habitación se encontraba abierta así que en silencio se acercó para cerrarla con cuidado.

De regreso, la señora Kaioh volvió con su marido a tomar el desayuno.

— Espero y no se resfrie. Tenia la ventana de su recámara abierta.– Habló la madre con preocupación en su voz.

— Esa niña me está dando problemas. ¿Acaso no irá a la escuela el lunes?.– Preguntó con una voz de fastidio el señor.

— Koichi, ¿No escuchaste a la Psicóloga Meioh el día de ayer?.– Akari no comprendía la falta de empatía de su marido.

— Es estúpido, no le hace falta nada a Michiru, asiste a clases de violín por mucho que ya haya ganado fama como la niña prodigio, come gratis en esta casa, acude a su entrenamiento de natación y lo único que debe hacer es sacar buenas notas en el mas prestigioso colegio Mugen. Ella no está todo el día sentada tras un escritorio ordenando papeles y acudiendo a reuniones de la empresa cada cuarto por hora. No debería tener tantas preocupaciones...a su edad yo no tenía tantos privilegios como los tiene ella.– Expresó sin tacto alguno el hombre.

— ¡Ya fue suficiente Koichi!. Michiru no está pasando un buen momento.– La señora Kaioh se estaba conteniendo para no iniciar una discusión.

— Es una Kaioh, ya se le pasará. Nosotros los Kaioh somos fuertes tal como un mar embravecido.– Diciendo eso se levantó del comedor con una psotura que reflejaba superioridad.— Ella aún está joven, solo tiene 17 años.– Terminó por decir.

— La mejor etapa de su vida, ¿No crees?. Pero está siendo arruinada por algo que es ajeno a nosotros.– Finalizó Akari en un suspiro y de igual forma levantándose de su asiento.

La mejor etapa de la vida de Michiru se estaba yendo al carajo, quizá el exceso de fama al ser muy joven o eso era lo que pensaban sus padres, tan solo es la punta del Ice Berg. La joven tuvo una  primera infancia buena, al ser hija única obtuvo toda la atención de sus padres.
Sin embargo, en la infancia que abarca desde los seis hasta los once años podría decirse que sólo se mantiene en pequeños fragmentos en los que sólo Michiru fue feliz pues en algún momento sufrió el desprecio y exigencia por parte de su padre.

Para soñar. Sin espacio, sin tiempo.Where stories live. Discover now