Molinos de viento

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Hace una semana, Michiru ha asistido a terapia y cuando en un principio pensó que hablar de sus problemas con Setsuna-San sería complicado, al final sólo rescató la confianza que necesitaba para expresarse. Había encontrado a alguien en quien poder confiar.

Hoy viernes en la tarde, Michiru escribía una composición para el violín aunque fue algo que Setsuna le pidió como un "favor", sabiendo que la joven aguamarina accedería.

— Hoy no ha venido Haruka...– La joven estaba concentrada pero en su mente solo deseaba ver al joven de los ojos verdes.

— Tus padres están al tanto de lo que Tenoh-Kun hace, así que probablemente esté tomando precauciones.– Le argumentó Setsuna.

— Lo sé, pero es algo que él siempre olvida. Tomar precauciones. Es...extraño.– En el consultorio de Setsuna el aire entraba con suavidad sobre las cortinas.— Pero...¿Sabes que es más extraño, Setsuna-San?– Preguntó la joven Kaioh preparando su violín porque ya había terminado su partitura, acción que se dió con rapidez, esto fue sorprendente para la Psicóloga Meioh.

— ¿Qué es extraño para ti?.– Le preguntó, ella estaba sentada en el sillón individual escuchando con atención lo que diría su paciente.

— Hace una semana...sentí la presencia de Haruka aún cuando no entraba a la clínica. No le digas a mis padres sobre esto...pero...había algo extraño. Haruka tenía un aroma diferente...– Dicho eso la joven empezó a tocar comprobando si el arco del violín tenía suficiente cera.

Setsuna se quedó pensativa, Michiru podría ser una persona muy emocional e intuitiva, hecho que podría ser catalogado como un sexto sentido.
Además de tener un don para la música, también tenía un alma intuitiva, eso no es común en las personas sino que es especial. La mujer de cabellos verdes volvió a la realidad cuando Michiru empezó a tocar pero esta vez de manera majestuosa y precisa.

Al finalizar la sesión, Michiru esperó a su padre para poder marcharse sin embargo la espera se extendió a diez minutos, y luego a veinte, hasta que alguien tocó la puerta. No era Koichi, sino Haruka.

— Haruka...– Michiru muy en el fondo estaba feliz.

— Setsuna-San, Michiru-chan. Hola.– Saludó el joven rubio.— Espero no te moleste Setsuna-San pero he venido por Michiru.– Tras esas palabras Michiru quedó atónita. ¿Ir con Haruka?, ¿Y si la atrapan estando con Haruka?. Esas preguntas atacaron a la joven Kaioh como si fuese un enjambre de abejas. Pero al ver la mirada cálida de Tenoh, todos sus miedos se despejaron.

Al final ambos estaban en el auto descapotable amarillo de Haruka. El rubio se puso unos lentes y un gorro de piloto. Un disfraz improvisado para no ser tan indiscreto al llevar a Michiru en su auto.

— Lamento mi forma inesperada de llegar, se que esperabas a tu padre o alguno de la servidumbre pero...necesitaba verte.– Le dijo cuando arrancó el auto.

— Hoy es viernes así que también era una probabilidad esperarte.– También le hizo saber ella, haciendo un lado alguno de sus mechones de cabello aguamarino. Un modo de coqueteo muy característico de Michiru.

— ¿Me esperabas?...esa pregunta también debería hacérmela a mi mismo.– Sus ojos se enfocaban en la carretera.

— Tú esperas...¿Qué esperas, Haruka?.– Michiru miró a Haruka de forma curiosa.

— Te espero a ti.– Dijo sin más.

— Al parecer eso no fue lo que pasó hace una semana. Me juzgaste, Haruka. Cuando me preguntaste si aún sentía algo por Mamoru...yo...– Se detuvo lentamente al recordar al chico pelinegro.

— No es fácil...– Concluyó Haruka.

— Tú estuviste con alguien más, ¿No es así?.– La aguamarina bajó la mirada, ¿Su intuición era un don o una maldición?. Haruka guardó silencio durante un largo tiempo.

De pronto, el auto amarillo ya estaba en carretera despejada por la orilla del mar. Ambos silenciosos pensaban.
Pensaban en el primer día que se conocieron, aquel día Michiru había escapado de casa para poder asistir al colegio donde estudia Haruka, ahí se llevaría acabo un torneo de atletismo y ella se disponía por ver eso.

Después del triunfo del rubio, Elsa Gray se encargó de presentarlos, ésta con la intención de que Haruka y Michiru se hicieran buenos amigos. Más tarde y durante un tiempo salieron sin formar algo en concreto, todo ese tiempo fue especial y "magico" para Haruka, pues la chica de hermosos ojos azules y cabellos aguamarinos le pareció muy sincera además de tener elegancia. Le fascinó su corazón, su forma de ver la vida y de ser ella misma.

— ¿Por qué te has quedado tan callado?.– Preguntó la joven conteniendo sus pensamientos. El dicho podría tener sentido, "el que calla otorga".

Haruka no sabía que responder, de igual forma Michiru acabaría por enterarse, pero no era su culpa. Nada de lo que hiciera podría tener efecto en ella. Si, por dentro moría de celos, porque odiaba que Michiru aún quisiera a Mamoru de manera pasional, aun había rastro de su amante perdido entre las sombras de su roto corazón.
Volteó a mirarla una vez más y contempló su belleza, el viento jugaba con el cabello aguamarino de ella, esa imagen la guardaría con tanto recelo en su mente.

Se detuvieron a la orilla del mar, el descapotable amarillo dejó de rugir. Haruka bajó del auto y abrió la puerta del copiloto para que Michiru pudiese bajar.

— Supongo que...todo lo que haga no va llevarme a ningún lado.– Dijo el joven recargandose en el cofre del auto.

— Yo también pienso lo mismo...ojalá pudiera regresar el tiempo.– Michiru se perdió en sus pensamientos.

— ¿Tan mal fue?, Nunca me contaste esa parte de ti, Michiru.–

— No lo entenderías Haruka...quiero olvidar todo el daño que me hizo él, mi propia familia, todo y a todos.– La joven parecía soltarse a llorar en cualquier momento.— Sería una buena opción que me borraran la memoria...– Finalizó en un murmullo.

Lo único que Haruka pudo hacer fue abrazar a Michiru, tal vez tenía un poco de razón, él jamás comprendería su dolencia, su soledad, así como ella tampoco entenderia su necesidad de protegerla. Dos seres distintos en todos los sentidos, así mismo Tenoh le molesta mucho las diferencias que hay entre ella y él, son demasiadas. No comprendía como es que podría llegar a querer a una niña de diecisiete años, pero había algo que le fascinaba, y era eso, su terca necesidad de protección.

Se quedaron de nuevo en silencio, esta vez observando el horizonte. Después de veinte minutos, Haruka regresó a Michiru a su hogar o de lo contrario la buscarían de forma inmediata al saber de su ausencia.












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Para soñar. Sin espacio, sin tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora