Capítulo 8.

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Decir que no extrañaba a Beomgyu era una estupidez. Podía mentirles a todos, podía mentirse incluso a sí mismo, pero que fuera creíble era algo totalmente diferente.

La aprobación de Mina hacia Vernon lo había herido también, pero no podía quejarse. Beomgyu se veía tranquilo y muy enamorado, siempre tenía en los ojos corazones y siempre había una tensión extraña que todos parecían notar, sin embargo, no escuchó a nadie mencionarlo sino hasta que Mina hizo una broma sobre ello.

—Chicos, sí están usando protección, ¿verdad? No quiero que me hagan abuela en un embarazo adolescente.

Vernon se había sonrojado y Beomgyu simplemente había soltado un quejido sobre que asustarían a su novio.

Beomgyu no se había acercado a casa de Yeonjun aún con todas las invitaciones que su madre le había hecho, sin importar que la misma Mina quisiera arrastrarlo con ella. Por supuesto, Beomgyu no decía nada y recibía bien a todos, incluso a él cuando iban a verlo a su casa y no al revés.

Había cumplido tan bien con la exigencia de sus duras palabras, que Yeonjun estaba arrepentido, pero sabía que no iba a ser el primero en dar el paso hacia la reconciliación, y Beomgyu parecía que no lo necesitaba aún.

Había visto a Beomgyu de una ventana a la otra, vestido, desvestido, comiendo, sonriéndole al celular, solo, follando con su novio y haciendo videos tocándose a sí mismo.

Nunca podía descifrar lo que decía cuando se grababa, pero la verdad era que ni siquiera lo había intentado. Su mano estaba cansada de acariciarse y empuñar su polla viendo la actividad física de Beomgyu tenía, tan jóven en comparación con él y con muchas más habilidades sociales.

Fue un largo verano, pero al menos tenía de distracción el taller de carpintería, donde había resultado ser un tipo elegante, creativo y rápido.

Siempre era un buen ejemplo, hasta que lo abandonó a punto de iniciar las clases en preparatoria, cuando le habían dicho que se podía quedar definitivamente pero él se había aburrido del olor de madera que al inicio lo animaba tanto, del sonido de las máquinas, del cuidado de hacer perfectos trazos y utilizar tanto las matemáticas.

Se propuso a hacer algo por sí mismo, dejar de verse ridículamente en espera de que Beomgyu volviera y buscar nuevos amigos.

Fue rápido en realidad porque tenía una apariencia que llamaba la atención de las personas que no lo habían conocido toda la vida, al menos muchas de ellas, porque anteriormente, había pasado casi quince años conviviendo con las mismas personas en una escuela que contaba con diferentes niveles de preparación.

Fue ahí cuando conoció a Yunjin, una pelirroja despampanante, extrovertida y divertida que lo acercó a muchas personas.

Alguien más que no fue Beomgyu le estaba besando la boca constantemente, pero él simplemente quería apartarse y decírle que no podía, que le asqueaba que no supiera igual que Beomgyu. No estaba mal, pero ella no era Beomgyu. Sin embargo, él sólo se apartó con el pretexto que había aprendido:

—Yah, no te emociones tanto, te vas a enamorar de mí. Las mujeres son tan sentimentales…

Y entonces no sólo había visto su primer par de tetas a los trece, miró un par más a los dieciséis, mucho más grandes y redondas porque Yunjin tenía un cuerpo demasiado adulto y caliente, pero él todavía recordaba más calientes las bolas de Beomgyu.

Había tocado, había oprimido y chupado y no se había vuelto adicto, pero era divertido y, pese a que siempre estaba comparando esas cosas con Beomgyu, al mismo tiempo lograba hacerlo olvidarse del chico por momentos.

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