diez; llamadas de apoyo

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Charles ignoro los mensajes de las chicas durante toda la tarde, ya tenía suficiente trabajo con su –poco rápido- monoplaza como para prestarles atención a otros.

O es pensó. Pues en el segundo en que vio como las demás le decían a Amelia que dejara de llorar por la muerte de su gato se arrepintió de no haber tomado el teléfono el día anterior.

¿Qué le diría? Se preguntó cuando escucho el primer tono sonar. Nunca había tenido una mascota, ¿Tan mal estaría la chica?

Quizá Amelia no quería hablar con él ahora. O quizá estaba dormida, ¿Qué hora es en Londres?

Quizá deba colgar antes de que ella contest...— ¿Percy? —escucho del otro lado de la línea.

—Lia. —la nombro soltando un suspiro. —Lamento llamar a esta hora, es solo que yo...umm...

—No estaba dormida, si es lo que te preocupa. —le hizo saber. Su voz se oía algo desgastada y sin la característica calidez que representaba a la mexicana. —Pero si interrumpiste mi hora de llanto.

—Sí, sobre eso. —se sintió como un estúpido por ello. —Quería decir que lo siento, por tu gato.

Amelia soltó un sonido de pesadez. —Gracias. —El silencio los inundo durante unos segundos hasta que ella volvió a hablar. —Sabes, es difícil deprimirse cuando no tienes YouTube Premium, los anuncios interrumpen mi música triste todo el tiempo.

Charles no pudo evitar soltar una risa.

—Debiste decírmelo, te habría prestado mi cuenta.

—Ah, cierto, a veces olvido que hablo con el señor multimillonario.

—Pues que no se te olvide tan seguido, o tendré que recordártelo. —amenazo. Amelia le dio un sonido de aprobación. —Puedo comprarte otro gato.

—Eso sería increíble, nunca digo que no a otro gato. —bromeo. —Pero no, es que no se trata de eso. Harry estuvo conmigo en mis momentos difíciles, y sabía que le quedaba poco pero me tomo de sorpresa.

— ¿Era el gato que siempre se metía al microondas para dormir?

—Sí, le gustaban los lugares calientitos. —explico. —Casi siempre dormía conmigo bajo las cobijas, y cuando me desvelaba para hacer tarea, él se acurrucaba en mis piernas y se quedaba dormido.

—Suena como alguien tranquilo.

—Oh, no, que no te engañe. —expreso su desacuerdo. —Harry era el gato más rebelde cuando era pequeño, saltando de aquí para allá como loco. Adoraba lo extremo, una vez cuando era niña, se metió a la lavadora y salió tan mareado que vomito en los zapatos de mi mamá. Creí que ella iba a matarlo. Incluso ya estaba planeando como huir de casa para que no lo dieran en adopción.

— ¿Él era quien más te asustaba? —pregunto el monegasco quitándose la camisa y el pantalón para ponerse la pijama.

—Ese es Vodka, aunque él también me sacaba algunos sustos.

— ¿Cómo cuál?

—Pues una vez que decidió volverse acróbata, se subió a la ventana y brinco tres pisos abajo. —le comento, Charles se pudo imaginar la escena y la mueca de diversión que debía tener Amelia en ese momento. —Fue espantoso, mi compañera me quería llevar al hospital por lo pálida que estaba.

— ¿Y qué paso con él?

—Pues cayó en unas bolsas de basura que evitaron que se lastimara. —respondió. —Al menos no era un doble cara como macarrón, ¿Sabías que macarrón tiene otra familia?

—No, no lo sabía.

—Pues la tiene. —se quejó. —Resulta que también es la mascota de la familia que vive a dos pisos arriba, por eso se iba todos los días, y yo preocupada por el infeliz. —dijo. —Harry no era así, no, él odiaba que otros lo agarraran, siempre se escondía cuando venía alguien que no conocía o se acercaba a mí para que no lo tocaran, yo era a la única a la que dejaba tener cerca. Creo que porque...al inicio, cuando llegue a Londres, éramos solo él y yo. —su voz se rompió en esa última frase y la poca alegría que había recuperado se perdió en cuestión de segundos. —Era mi gatito.

—Lo sé, bonita. Lo sé. —susurro Charles tratando de ayudar. —Dios, quisiera poder hacerte sentir mejor.

Amelia trato de que su voz no sonara tan mal. —Escucharte es suficiente, Percy. —le confeso. —Me alegra oírte en realidad, sé que has tenido trabajo estos días, pero agradezco que hayas llamado.

Charles sintió algo agridulce al oírla decirlo, sabes que la ayudaba y a la par escucharla llamarlo de la forma que estaba menos acostumbrado.

La constante cortina de humo que usaba con ella lo torturaba cada vez más.

—Cuando quieras. Para eso estamos lo amigos ¿O no?

𝙂𝙧𝙤𝙪𝙥 𝘾𝙝𝙖𝙩 ▰ 𝘾𝙝𝙖𝙧𝙡𝙚𝙨 𝙇𝙚𝙘𝙡𝙚𝙧𝙘Where stories live. Discover now