veintinueve; mentiroso

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Amelia termino de escribirle a Percy y sonrió cuando la esposa de su papá abrió la puerta de la casa. La mujer estaba usando un vestido blanco junto a unos zapatos de piso azules dándole una apariencia más joven.

—Lia. —la nombro alegremente. —Pasa cariño, tu padre está en la sala.

La pelirroja le dio un abrazo rápido y se adentró en los pasillos. Hacía ya un par de meses que no los visitaba debido a su trabajo y la escuela, pero siempre era agradable ir a ver a su padre.

A diferencia de su madre, la pareja que su papá había elegido era más fácil de tratar. Angélica era calmada y alegre, lo que de alguna forma se acoplaba a la actitud de su padre. Era por eso que nunca causo un problema para ella el convivir con esa nueva familia que el mayor había formado luego del divorcio.

—Hola pequeño. —saludo al bebé que estaba en la silla mecedora. Jean, el nieto recién nacido de Angélica, se encontraba junto a su padre. —Y hola a usted atractivo señor.

—Hola princesa. —se levantó del sillón para darle dos besos en las mejillas. — ¿Cómo estás?

—Uh, igual que siempre, ya sabes, trabajo, escuela, cama. —murmuro viendo que su padre devolvía su mirada a la pantalla. — ¿Qué estás viendo? — el hombre tardo unos segundos en responder. —Papá.

—Lo siento bonita, es que hoy es el Gran premio de los países bajos.

Amelia rodo los ojos al percatarse de que hablaba de la Formula 1.

No es que no le gustara, pero nunca le entendió a ese deporte. Sin embargo, sabía que su padre era fanático de este.

—Descuida, iré a ayudar a la cocina. —le comento dejando un beso en su frente. — ¿Vienes, Jean? —el bebé extendió sus pequeñas manos hacia ella dejándose cargar.

—Dame dos horas, en cuanto acabe la carrera estoy contigo. —dijo su padre con un apenado rostro.

Amelia le sonrió.

No pasaron ni diez minutos cuando la hija de Angélica apareció.

Ana, una mujer de veintiocho años, exitosa en el trabajo, casada con un hombre asombroso y ahora con un hijo. Amelia recuerda que sintió celos cuando descubrió que su padre tendría una hijastra, pero ese sentimiento se fue en cuanto la conoció. Ana era amable como su madre, y parecía emocionada con el hecho de que Angélica hubiera encontrado el amor después de tanto.

Siempre fue agradable con ella, le ayudo con chicos y las tareas cuando tuvo la oportunidad. Tanto a ella como a su hermana.

Hasta que Ana se fue de la casa en busca de sus sueños y, bueno, ahora no le veía tan seguido.

—Escuche que no iras a las vacaciones con nosotros. —murmuro la mayor mientras picaba unos vegetales. — ¿Hay alguna razón?

—Debo cuidar de mi hijo, mamá. —respondió la rubia como si fuera obvio. —Amo las vacaciones familiares, pero ahora tengo otras prioridades.

—Amelia tampoco ira. —comento de nuevo.

— ¿No iras?

La pelirroja negó. —Estaré en semanas de exámenes, además, no me gustaría ser mal tercio entre Angélica y mi papá.

—A vamos, que por nosotros no hay problema.

—Quizá tiene otros planes. —interfirió Ana. —Una escapada romántica, ¿tal vez?

La pregunta le hizo reír.

—Nada de eso.

—No puedo creer que no exista nadie rondando en esa cabecita. —insistió. —Apuesto a que todos los chicos de tu universidad mueren por ti.

—Estoy más concentrada en otras cosas.

—Lo cual es increíble, los estudios son clave para el futuro, pero eres inteligente por naturaleza. —la alago. —No te vendría mal un chico que te tome de la mano de vez en cuando.

—Tomarse de la mano ya no es algo que se use, mamá. —la regaño. —Con la vida ajetreada que lleva Amelia, debe de estar buscando algún chico que le alegre el día con un mensaje o una llamada.

Al instante pensó en Percival.

—Oh, estos jóvenes de ahora no saben lo que es el amor fuera de las pantallas de sus teléfonos. —se acomplejo la mujer. —Es imposible que conozcas a alguien solo por mensajes, ¿así como sabes si mienten?

—Se le llama "confianza", mamá.

Amelia las escucho comenzar una pequeña discusión interrumpida por el sonido del horno anunciando que la comida estaba lista.

—Cariño, ¿podrías hablarle a tu padre?

—Claro. —respondió encaminándose a donde provenía el sonido de la televisión. —Papá, la comida esta lista.

El señor Caruso asintió sin despegar su vista de la pantalla.

Por inercia, Amelia la miro también.

Vio a varias personas de traje rojo gritando de emoción, a uno de los pilotos bajando del auto y corriendo hacia esas mismas personas mientras ellos le palmeaban el casco con alegría.

Se sentó en el sillón junto a su padre sabiendo que tardaría un par de minutos más en prestarle atención a su presencia, fijo su mirada en sus zapatos y pretendió que eran lo más interesante del mundo hasta que una voz llamo su atención.

Los pilotos ganadores del podio habían sido llevados a una pequeña sala para que se relajaran, evitando que el ruido exterior interfiriera dejando que los televidentes los escucharan mejor.

En cuanto Amelia fijo sus ojos en él, no solo la voz le resulto familiar. Era su cara, sus expresiones, era él. Su amigo.

No podía ser.

Bueno, podemos ver como el piloto de Mónaco termino agotado después de tan maravillosa carrera. —dijo uno de los narradores.

Percival, su Percy, estaba en quién sabe dónde luciendo un traje rojo y recibiendo un trofeo de primer lugar.

Estaba viviendo una vida de la cual nunca había hablado.

Usando otro nombre.

—Amelia. —su concentración se había enfocado en la televisión de tal manera que no noto cuando su padre se levantó. —Dijiste que la comida estaba lista.

La joven parpadeo un par de veces. — ¿Quién gano?

—Charles Leclerc. —respondió él con una sonrisa. — ¿Es bueno, no? —le preguntó retóricamente dirigiéndose a la mesa.

—Es... —Amelia no podía encontrar su voz. ¿Qué estaba pasando?, ¿Por qué les había mentido?, no sabía si siquiera eran la misma persona, pero a ese punto parecía imposible que no lo fueran, Percival no era quien decía ser, aunque en realidad, nunca les dijo quién era, nunca dio detalles, oculto la verdad durante todos esos meses, durante todas esas llamadas y mensajes. Y ellas fueron tan tontas que lo dejaron pasar. ¿Les habría dicho la verdad si preguntaban?, No, si hubiera tenido la intención de decirles lo habría hecho en un inicio. —Es un mentiroso. —concluyo.

Quizá Angélica tenía razón, es imposible que conozcas a alguien solo por mensajes, ¿así como sabes si mienten?

Y mientras Charles celebrara su victoria con champaña y los gritos de sus fanáticos, Amelia permanecía viéndolo todo en la sala de una habitación vacía, pensando en como bastaron solo cinco minutos para que aquel chico pasara de gustarle a desagradarle por completo.

¿Y ahora qué demonios haría? 





















🏎️🏎️🏎️

Llegamos al final de maratón, posiblemente no actualice pronto porque mi jefe quiere que me quede horas extra toda la semana (lastimosamente el no es guapo como el jefe de Amelia, pero toca soportar), pero si logro hacerme un espacio entre la escuela y el trabajo me podre a escribir. 

pd: amo el caos, creo que es obvio. 

𝙂𝙧𝙤𝙪𝙥 𝘾𝙝𝙖𝙩 ▰ 𝘾𝙝𝙖𝙧𝙡𝙚𝙨 𝙇𝙚𝙘𝙡𝙚𝙧𝙘Where stories live. Discover now