Capítulo 2 - La pelea

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La pelea


A la mañana siguiente, los paqueteritos esperan el recreo para hablar entre ellos. Juan no deja de pensar en el lonche que su mamá le preparó. Lo lleva dentro de la mochila, envuelto en papel aluminio. No soporta el hambre, ya que suele no desayunar y lo habían dejado sin cenar por haber perdido el balón. Falta poco más de una hora para el descanso, así que Juan decide, con sumo sigilo, abrir de a poco el paquete de tacos. Cada vez que el maestro escribe en la pizarra, Juan mete la mano en su mochila bajo su pupitre, saca un taco y lo muerde de prisa, encorvándose para no ser visto. Hasta que el maestro ve sospechoso que Juan mantenga esa postura extraña, agazapado detrás de su compañero.

—Juan ¿Te encuentras bien? —le pregunta el maestro acercándose a pasos lentos.

Juan no puede hablar porque acaba de dar una gran mordida al taco. César, que está cerca de él, contiene la risa.

—Juan ¿Me escuchas?

Conforme el maestro se aproxima, Juan mastica lo más rápido que puede, oculta su rostro del profesor pegando el rostro a la paleta del pupitre, aunque varios compañeros logran verle y se ríen de los cachetes abotagados de Juan.

—Juan, contesta. —Insiste el maestro, cuando llega a él, juan gira la cabeza al lado contrario de su maestro, que le toca el hombro y al no obtener respuesta lo mueve un poco y se asoma por encima, pero Juan vuelve a pegar el rostro a la paleta—. ¡Juan!

Juan no responde, entonces el maestro se molesta ante las carcajadas de los alumnos frente a Juan y los manda callar. El maestro lo vuelve a mover del hombro, se agacha, trata de asomarse por encima, por un lado, da la vuelta a la fila de asientos con amenazas de castigo a Juan, pero nada, Juan esquiva con diligencia todos los intentos de su, ya frustrado, profesor. Hasta que Juan, por fin, traga el bocado y se incorpora.

—Mande, profesor —contesta Juan con el ceño fruncido, fingiendo dolor.

—¿Por qué no contestabas?

—Es que me dolía el estómago —dice sobándose el abdomen.

—¿Y a poco no podías hablar? ¿Por qué se reían tus compañeros? —Continúa interrogando el enfadado maestro.

—No sé, profe, se burlan de la desgracia ajena. —Juan continúa masajeándose el abdomen.

Los niños ríen por el comentario de Juan y el maestro los manda callar de nuevo, olfateando el huevo con jamón.

Por fin llega el recreo. Después de comprar algo para comer, los nueve paqueteritos que fueron al río se reúnen en la mesa habitual del patio, incluyendo a Éric. Conversan sobre el robo mientras comen:

—Qué mal pedo —exclama Víctor.

—Sí, que mala onda —secunda Iván.

—¿Y siempre cuánto te robaron? —pregunta Omar a Wicho.

—Una moneda de cincuenta nuevos pesos.

Sus amigos arrugan el rostro en señal de lástima.

—Tomaron solo billetes o la moneda de más valor, para poder ocultarla más fácil —inquiere Omar—, y se fueron rápido, para no estar presentes cuando nos diéramos cuenta.

—Con ese dinero pudiéramos comprar un balón —afirma Juan.

—Hay que exigirles que lo devuelvan —dice Ángel—. Esto no se puede quedar así.

—¿Cuándo? ¿A la salida? —pregunta Aarón.

Chuy, Oscar, Carlos, Santos y Dandy, tienen el horario vespertino en la misma secundaria.

PaqueteritosWhere stories live. Discover now