Capítulo 16 - La noche triste

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La noche triste


La mañana del viernes, Martha espera en el estacionamiento del juzgado adentro del auto. En casi todo momento ora para que la condena a su padre sea lo más leve posible; su abuelo le había dicho que, si algunos integrantes del cártel testificaban que el contrabando de Alfredo y su esposa había sido la única participación que han realizado, podrían ser solo cinco años de condena, sin salvarse de pagar una muy alta fianza. El peor panorama serían veinte a treinta años de prisión; por eso Martha solo deja de orar para beber agua, mucha agua a causa del calor intenso que ya se siente a las diez de la mañana.

De tanto orar con los ojos cerrados, se queda dormida. Sueña que está jugando futbol con su equipo, Los Leones, y ella dribla a muchos contrarios, y los deja tirados con sus fintas, y mete goles desde afuera del área y de tijera. En una jugada en la cual dribla al portero, centra el balón a Ángel que remata de cabeza para anotar el gol del campeonato. Ella corre hacia a él para festejar la anotación, se abrazan, luego comienzan a besarse en la boca, primero, son solo unos piquitos, después, ya son con un poco de lengüita; cuando Ángel le aprieta una nalga, despierta de inmediato y dice:

—Ups, esto es nuevo.

En eso, ve a lo lejos que sus abuelos ya vienen. Sale del auto de prisa y corre hacia a ellos. Desde lo lejos, don Tomás levanta el pulgar sonriente y después la mano extendida; serán solo cinco años.

En la sala de espera del quirófano, Chuy camina de un lado a otro sin parar, su madre se muerde las uñas y las escupe al suelo ante la mirada desaprobatoria de una señora de cabello cano; Susana se percata de la mirada juiciosa y le dice a gran voz:

—¿Qué, no te gusta? Pues recógelas tú, y deja de estar chingando.

—¡Mamá!

—Pos, es que hijo, no aguanto los nervios y esta vieja...

En eso, el cirujano sale para dar informes sobre Susy: todo bien. Chuy y su madre se abrazan con llanto de alegría. Agradecen al médico, y se sientan de nuevo. Susana voltea a ver a la señora y le dice de manera tranquila:

—Perdón, tengo este defecto, cuando estoy nerviosa.

—No se preocupe, entiendo. Yo estoy esperando a que salga mi esposo, aunque me han dicho que probablemente no...

—Ah, cuanto lo siento.

La señora se limpia las lágrimas que le brotan y dice:

—Cuarenta años de casados.

—Wow, ¿y cómo aguantó tanto?

La señora asoma una sonrisa ante la pregunta, y Susana complementa:

—O, ¿cómo la aguantaron tanto? —ambas ríen, hasta Chuy.

Después de algunos minutos, Chuy siente mucha hambre, y sale a comprarse algo. Cuando atraviesa la sala de espera general del hospital, escucha que le llaman por su nombre en varias ocasiones, pero es tanta la gente que no logra divisar quien le llama; es una voz femenina pero no tan aguda, con un timbre bonito y piensa por un ínfimo instante: «¿Será Karina?». Sigue la voz que se mezcla con el barullo del recinto, hasta que por fin logra ver una cabecita descolorida rebotando entre la gente, es Dandy.

Chuy se sorprende al verlo; le da gusto, aunque un poco de desilusión de ver que no era Karina, y también le da gracia haber confundido la voz. Se saludan con un abrazo fugaz y Dandy le explica que quiere acompañarlo un rato, o lo más que se pueda, pues su padre le explicó que en esa clase de hospitales públicos los accesos son muy restringidos. Chuy acepta con gusto y mientras se dirigen a comprar comida le informa que Susy salió bien de la cirugía. Dandy festeja con un aplauso y un ¡yes!

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