Capítulo 5

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Thomas Gethwine.

Estaba saliendo de la oficina del director, me acaba de informar que el entrenador estaba mal de salud y que hoy estábamos libres de entrenamientos.

Aleluya.

Caminaba solo por los pasillos, hasta que divisé una melena castaña, que reconocería en cualquier lugar.

Es momento de actuar.

Me acerqué sigilosamente hacia ella, su perfume olor a vainilla inundó mis fosas nasales, en esos momentos por primera vez, me preparé para la actuación de mi vida. La tomé rápidamente de la muñeca y la giré hacia mí. Me encontré, con sus distintivos ojos de color marrón oscuro, estos me miraban con odio. No estan bajita, pero de igual manera tengo que bajar mi mirada, para encontrarme con la suya.

—Necesito que me ayudes —expresé con desesperación.

Fingida obviamente.

—Necesito que me sueltes y que te largues de mi vida —soltó, muy indiferente.

Eso sonó como un simple...

Vete a la mierda.

—Duvessa, por favor, eres la única persona en el instituto que lo puede hacer.

Te ves ridículo.

Cállate.

Puedo ver la confusión en sus ojos, me dí cuenta, que ya no es la misma niña regordeta de gafas a la que solía molestar, su físico ha cambiado demasiado. La miro muy detalladamente, tiene un rastro de pecas, su nariz es pequeña, pero se adapta perfectamentea a su cara, y sus labios, joder, son tan...

¡CONCÉNTRATE THOMAS!

¿Eh?

¡Recuerda la lista!

Ah, si.

—Suéltame —volvió a decir sin mirarme.

—No hasta que digas que me ayudarás.

—Pues te jodiste, no te ayudaré.

¡Dios mio! ¿Que le costaba decir que si?

—Duvessa lam... —intento seguir hablando, pero se zafa de mi agarre y sale corriendo en dirección a los baños.

No voy a seguirla, sería ridículo, solo dejo que se vaya, habrá otro momento para disculparme, por esos años en los que le hice la vida imposible. No me arrepiento de haberlo hecho, sigo mi camino y me adrento al salón, como si nada hubiera pasado.

Será muy difícil convencerla, cada mujer que conozco cae en la palma de mi mano. Sin embargo, Michelle me odia a muerte, eso es un obstáculo pero, hasta que no me diga que si, no la dejaré en paz.

Como dice el dicho: "El que insiste, siempre gana".

Al terminar las clases correspondientes de hoy, salí del instituto y Evan me esperaba con su novia cerca de mi camioneta. Estaban tan acaramelados, que me dieron ganas de vomitar, era estúpido estar enamorado, desde mi punto de vista, era mejor usarlas y ya.

Llámenlo como quieran.

Un imbécil ¿quizá?

—Ejem —dije acercándome.

—Es mal momento —informó Evan, mirando a la rubia.

—No me importa.

—Solo serán cinco minutitos más.

—¿Quieres irte caminando a tu casa?

—En el nombre del amor, Thomas.

—No.

Erase una vez...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora